En estos tiempos tambaleantes, donde el suelo parece moverse bajo nuestros pies, el concepto de liderazgo está atravesando su propia metamorfosis. Las empresas ya no viven en castillos y ondean su bandera oteando el mercado desde una posición privilegiada.
Los enemigos (competidores) no avanzan al choque directo de fuerzas; buscan cambios subrepticios en busca de una disrupción silenciosa para asestar golpes difíciles de contrarrestar. Hay tantos frentes que abordar incluyendo el cibercrimen y la geoestrategia, que ya no valen los dogmas vigentes y los conceptos inmutables.
Envueltos en un torbellino permanente, los directivos de alto nivel tienen que ser capaces de aportar respuestas rápidas a la demanda, abandonando cualquier torre de marfil o cómodas poltronas.
La tecnología, y más la inteligencia artificial, está descuajaringando las referencias. En estos momentos, ser líder requiere un mayor compromiso que nunca. Compromiso con el conocimiento, con tus empleados, con tus proveedores y clientes, con el planeta y con la sociedad. Envueltos en un torbellino permanente, los directivos de alto nivel tienen que ser capaces de aportar respuestas rápidas a la demanda, abandonando cualquier torre de marfil o cómodas poltronas.
Un líder actual se me figura como un almirante de un submarino en combate, sabiendo en cada momento qué órdenes transmitir y qué departamentos son los que tienen que actuar para cada fin. Todo ello de forma veloz y con una comunicación global con todas las áreas de negocio que colaboran en la misma tarea. Un líder de los tiempos que nos ha tocado vivir debe involucrarse en los proyectos y tecnologías que marcan el nuevo amanecer digital. Un amanecer tortuoso, incierto, pero a la vez fascinante y plagado de excitantes incógnitas.
