Las soluciones de identidad digital y de aprendizaje automático suponen una herramienta valiosa de cara a la creación de nuevas y más avanzadas formas de verificación de la identidad. No obstante, existen usuarios malintencionados que aprovechan sus conocimientos de tecnologías cognitivas para confundir a los motores de reconocimiento de identificación. Este es un problema que mantiene alerta a los expertos en identidad digital y que los está llevando a crear sistemas más sofisticados de detección del fraude.
Hay que tener presente que no hablamos de una contienda entre dos inteligencias artificiales, sino entre atacantes e investigadores que desarrollan algoritmos. A menudo, y erróneamente, se piensa que los expertos crean un sistema cognitivo que actúa por sí solo y se tiende olvidar que es una persona la que está detrás. Esto es así porque, lejos de lo que pueda representar la ciencia ficción, aún es pronto para que las inteligencias artificiales actúen de forma autónoma para combatir el fraude de la identificación.
Un proceso de análisis manual siempre es mejor, igual que es crucial el entrenamiento de un profesional en este ámbito. ¿Cuál es el papel de la inteligencia artificial? Procesar documentos, agilizar tareas y acometer el trabajo que resulta más repetitivo para las personas. Y aunque la tecnología cognitiva aprende de los datos y de lo que va viendo, la realidad es que continúa siendo más determinante el rol de un experto y sus conocimientos a la hora de operar con algoritmos.
El fraude de la identidad no es una novedad. La manipulación de imágenes ha sido una práctica conocida durante muchos años, claro que con una fuerte inversión y la necesidad de un equipo de personas detrás. La verdadera amenaza actual es que la falsificación es barata, aunque el resultado no sea tan convincente, y que cualquiera con unos conocimientos concretos puede obrar un intento de estafa.
Cuando se autentica un documento de identidad se validan dos factores. En primer lugar, queel documento sea auténtico y no una falsificación. En segundo lugar, que se corresponda con la identidad real de una persona, que esta sea quien dice ser (que exista, que se encuentre con vida y que sea a quien representa el documento). Por ejemplo, se verifican las medidas de seguridad del documento, como el kinegrama o detalles insertados con tintas ultravioletas o infrarrojas. También se hace una lectura de todos los campos de datos y se comprueba la información en bases de datos oficiales.
La inteligencia artificial ha evolucionado hacia métodos que permiten modificar una fotografía a partir de una sola imagen, del mismo modo que se puede generar un vídeo con apenas un frame o solo sonido. Para combatir estas técnicas hace falta la utilización de biometría y de métodos multimodales, que permiten detectar el fraude a través de varias fuentes de información de una persona, desde un documento de identidad a una sonrisa plasmada en un selfie.
Son pasos rápidos y sencillos para el usuario, pero sobre todo efectivos. La comparación del selfie con la foto del documento cuenta con una fiabilidad de más del 99%, indicándonos si la persona es la misma. También se realiza una prueba de vida para ver si la persona existe, es decir, que por ejemplo no se trate de una foto de una foto.
Para las empresas, las tecnologías de verificación de la identidad permiten mejorar la experiencia de usuario, reduciendo drásticamente el abandono de los procesos de onboarding. Por otra parte, les ayudan a reducir el fraude online, un problema que genera pérdidas de millones de euros cada año en diferentes sectores. Para el usuario, estos sistemas incrementan la seguridad de sus datos personales y financieros, y reducen el riesgo de que se suplante su identidad.