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Cuando un ciudadano corriente decide dar el paso de cambiar de proveedor de telefonía e Internet se adentra en un proceso Kafkiano.

Publicado el 12 Jul 2013

Hotel California

Salir de las garras de un operador para caer en otro en ocasiones es ir de Guatemala a Guatepeor, como decían los clásicos. Si trasladamos la decisión al ámbito corporativo, la situación se dispara exponencialmente y aquí entran muchos factores en juego. En tecnología lo ideal es empezar de nuevo y acceder a las herramientas más modernas e innovadoras que te brinda el mercado. El problema es cuando acarreas con una herencia que no puedes dilapidar, números de teléfono fijos cuyo cambio puede hacer estragos entre tus clientes o aplicaciones propietarias que cumplen su misión específica y no hay manera humana de darles finiquito.

Poner tecnología nueva sobre la vieja integrando el legacy en tu entorno renovado es un parche necesario pero que supone nuevas trabas sobre la eficiencia a la que aspiramos. Este es el gran drama de muchos CIO, tener que cargar con unas infraestructuras faraónicas y rentabilizar las grandes inversiones del pasado. Desprenderse de un centro de datos y gestionarlo fuera es una fórmula que en algunos casos no es viable. De la misma manera, cambiar de proveedor es una decisión sublime -así lo ven muchos responsables TI- pues hay muchas rutinas y tareas que obstaculizan cualquier cambio. En una reciente tertulia de Computing en torno a la externalización, un CIO comentaba que antes de firmar un contrato con un outsourcer hay que pensar en el día en que tu contrato termine.

Aconsejaba dejar la puerta abierta al siguiente proveedor. Una medida un poco drástica pero resultado de la experiencia de muchos años. En el papel del CIO, una de las grandes verdades es que se escarmienta con las malas experiencias. Pero hay veces que ni escarmentando se puede resolver el problema. Es la terrible constatación que los Eagles nos ofrecen en su legendario ‘Hotel California’: “We are all just prisoners here, of our own device”. Somos prisioneros de nuestro propio entorno, y por más que intentemos salir del embrollo, no encontramos la puerta de salida: “You can check-out any time you like, but you can never leave!”.

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Redacción

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