Más allá de la propia empresa

Suele pasar que la criatura devora a su creador, como Saturno hizo con sus hijos pero al contrario, más bien como el Frankestein de Mary Shelley

Publicado el 21 Oct 2013

Frankenstein

Suele pasar que la criatura devora a su creador, como Saturno hizo con sus hijos pero al contrario, más bien como el Frankestein de Mary Shelley. Comentábamos hace poco que las grandes dinastías de los CEO son una especie a extinguir. Ser fundador de una compañía no es un pasaporte para la eternidad. A Steve Jobs le pasó en un momento crítico para su empresa, tuvo que marcharse y volvió con aires renovados, a revolucionar el gallinero y poner patas arriba este invento que llamamos Tecnologías de la Información. Apple es más que Jobs, al igual que Google es más que Larry Page y Sergey Brin; son dos monstruos que crecen de forma desmesurada hasta que el día menos pensado puede que se desplomen por culpa de la inercia.

Esto es lo que podría haberle pasado a Microsoft que ha estado tan enfrascada en Windows, que perdió de vista el retrovisor y los dos feroces competidores le adelantaron como una exhalación. En estos momentos que Steve Ballmer prepara su equipaje de CEO, la guerra de sucesión se ha instalado en la firma de Redmond. Los inversores están nerviosos ante el futuro que le deparará a la empresa más grande de software. No las tienen consigo, algunos de ellos creen que Bill Gates y Steve Ballmer son una rémora de cara al futuro y no quieren que lastren las estrategias a poner en práctica. Un grupo de inversores han hecho lobby para evitar que el hombre más rico del mundo (léase Gates) continuara, junto a Ballmer, en el comité de elección del nuevo CEO.

Los dos directivos han hecho valer su posición de principales accionistas individuales y han manifestado su intención de seguir ocupando una silla en la junta administrativa, algo que parece garantizado con el apoyo mayoritario de los socios. Son dos pesos pesados que esperan seguir manejando los hilos de la tecnología. Pero al final, los hombres son hombres, aunque queden sus obras (o sus empresas). En Microsoft urge vender una nueva imagen y algunos piensan que es bueno acabar con los iconos del pasado -como en la Revolución Rusa-, para estrenar un reinado acorde con los nuevos tiempos. Todo por la rentabilidad bursátil. ‘Crea accionistas y te sacarán los ojos’, pensarán nuestros atribulados ejecutivos.

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Rufino Contreras
Rufino Contreras

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