El software está presente en la práctica totalidad de las actividades cotidianas y, por ello, se ha convertido en un activo esencial en la operatividad de las organizaciones. Cuando no podemos llamar desde un teléfono móvil, recibimos una factura con errores, no podemos sacar dinero del cajero, tenemos problemas para hacer una compra o reservar unos billetes de avión, cuando alguna función de nuestro automóvil no se lleva a cabo de forma correcta… seguramente se debe a un error de software. La falta de calidad del software siempre tiene consecuencias.
Afecta directamente a la reputación de empresas e instituciones, produce costes económicos elevados y, en el peor de los casos, pone en peligro la vida de las personas. Durante los últimos años se han producido errores de software que por su trascendencia o espectacularidad forman ya parte de la historia del sector tecnológico.
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