Linux, el código abierto y los estándares abiertos representan una historia de éxito desde hace más de 30 años, especialmente en el sector de las TI. Los principios del código abierto y el software libre se utilizan ampliamente en diversos ámbitos para impulsar la innovación abierta y el desarrollo colaborativo más allá de las fronteras de empresas y países: podemos decir que el código abierto domina el mundo. Ese es el verdadero mérito de más de 30 años de Linux, y las próximas décadas auguran un potencial aún mayor.
Sin embargo, el verdadero potencial del código abierto aún no se ha aprovechado en toda su plenitud, y menos en el ámbito de la política o en la sociedad. Numerosas iniciativas políticas apoyan proyectos individuales a pequeña escala y, a menudo, sin tener en cuenta una visión general. También hay una falta de apoyo a proyectos globales de código abierto en el mundo académico. Y cuando hablamos de soberanía digital, un tema que está en todos los debates, vemos que se trata de un terreno en que los principios del código abierto son esenciales. A menudo se libran batallas ficticias en torno a proyectos de prestigio, y nos hacen ver que sólo el código abierto puede ser la base de cualquier tipo de soberanía digital. Al fin y al cabo, la soberanía digital es el resultado del código abierto, que garantiza la independencia, la interoperabilidad y la ausencia del bloqueo del proveedor. Además, el código abierto es sinónimo de agilidad, flexibilidad y escalabilidad y, por lo tanto, cumple con los requisitos básicos para adaptarse rápidamente a los cambios que se van produciendo en el mercado, especialmente en situaciones de crisis. La pandemia nos ha dejado muchos ejemplos sorprendentes.
Todo ello nos hace pensar en cómo el éxito del código abierto va a influir en el futuro de las soluciones propietarias. Sin lugar a duda, lo primero que tenemos que decir es que las soluciones propietarias seguirán teniendo un lugar, sobre todo para aplicaciones especializadas. Sin embargo, los nichos son cada vez más pequeños y los proveedores establecidos de soluciones propietarias optan cada vez más por el código abierto. A corto y mediano plazo, las aplicaciones propietarias seguirán utilizándose, por ejemplo, para procedimientos específicos en el sector público o para funciones críticas de seguridad en vehículos. Incluso en estos ámbitos, veo que el código abierto también tendrá éxito en los próximos 30 años, ya que las plataformas Linux también ganarán importancia en el sector automovilístico, y un sistema operativo Linux central con certificaciones relevantes para la seguridad ya no es una utopía.
A nivel tecnológico, las soluciones de código abierto se están convirtiendo cada vez más en la norma en la mayoría de las empresas y organismos públicos. Sin embargo, tenemos un reto por delante: un cambio cultural basado en principios de código abierto como la transparencia, la adaptabilidad o la colaboración. Tenemos que dejar de ver estos principios sólo a nivel tecnológico, y enfocarnos sobre todo en los procesos y la forma en que las personas trabajan juntas. Los valores del código abierto incluyen una cultura corporativa abierta: una organización abierta se nutre de decisiones transparentes, una cultura de retroalimentación activa y una estrecha cooperación entre las distintas partes. Este reto dejará de ser un problema en el futuro con la entrada de las nuevas generaciones en el mercado laboral de las TI. Están creciendo con enfoques de código abierto y desarrollo ágil de TI: los métodos en cascada difícilmente desempeñarán un papel importante durante mucho más tiempo.
Una cosa está clara después de más de 30 años: La competición entre el código abierto y las soluciones propietarias hace tiempo que terminó. El código abierto es el claro vencedor y la marcha triunfal continuará. La innovación abierta y los métodos de código abierto prevalecerán en cada vez más ámbitos, incluso en el hardware. Los conceptos de hardware abierto y los procesadores de código abierto prometen un futuro apasionante.