Cualquier maniobra de un fabricante se proyectará al mercado como un mantra que todo lo justifica. Las empresas son expertas en cerrar sus argumentos igual que partidos políticos que han encontrado la senda dogmática del éxito. Son las reglas del negocio, cuando se toma una decisión, por peregrina que parezca, debe estar respaldada por argumentos estratégicos de peso. Toda esta digresión viene a cuento por la reciente compra efectuada por Dell sobre EMC, la adquisición más alta del sector (67.000 millones de dólares) de los últimos tiempos. Durante el VMworld de Barcelona, que se celebró dos días después del anuncio, todos los portavoces cerraron filas, la transacción dotaba de mayor músculo y agilidad a VMware (cuyo 80% está en manos de EMC), y que seguirá volando por libre. Como precedente, Dell se convertía al ‘privatismo’ dos años antes, saliendo de las garras bursátiles para encontrar la estabilidad en manos de su fundador, Michael Dell y del fondo privado Silver Lake. Esta decisión de compra por parte de Dell, choca cuando menos con la operación inversa que inicia HP, con dos nuevos entes que trabajarán por separado: HP Inc (sistemas personales e impresoras) y HPE (infraestructuras, networking, software). Estos dos hechos aparentemente aislados convergen con un mismo debate. ¿Tiene sentido en la actualidad crear gigantes tecnológicos con una oferta global end to end? ¿Se prefiere la agilidad y flexibilidad a cambio de la multioferta? El mismo Pat Gelsinger señalaba que los “elefantes tienen que aprender a danzar”. Cuando se habla de mercados maduros se habla de consolidación, de pocos proveedores pero sólidos y una pequeña caterva de proveedores de nicho. ¿Con la nueva economía digital ser grande ya no es tan importante? El tiempo lo dirá. Para estrategias los colores.
