Hay conceptos que nos persiguen con tanta insistencia que al final nos dejan desarmados y rendidos, y terminamos aceptándolos como actos de fe. Me refiero a cloud computing (me juré no repetir este término durante una semana y no lo he conseguido) que acapara titulares de la prensa especializada, sesudas tribunas de opinión, eventos de compañías con sus partners y clientes y cualquier foro que se precie dentro del sector de las Tecnologías de la Información.
Ahora bien, me gustaría lanzar algunas reflexiones en torno suyo, pues siempre es aconsejable tomar distancia para apreciar los fenómenos en un momento como el actual en el que vivimos en el ojo del huracán del cloud computing. La primera de ellas es que la nube no es un fin en sí misma sino que es un medio, y creo que este mensaje no lo tiene mucha gente claro, a tenor de algunos mensajes que se destilan de los departamentos de Marketing. Tampoco es la panacea, el bálsamo de Fierabrás que cura todos los males tecnológicos de las empresas.
En una reciente reunión de CIO organizada por CIOnet en la Escuela de Negocios Esade, los responsables de TI de las principales compañías españolas recelaban de la cloud pública. Las cuestiones de seguridad siendo las principales trabas de este modelo de nube más abierto, algo que choca con el discurso de los proveedores que hablan de la seguridad como un aspecto intrínseco del cloud computing. El salto a la nube también plantea otro interrogante como el cambio de paradigma de la función del CIO, que deja de ser el bombero para convertirse en el jefe del parque de bomberos. Ya lo hemos dicho en varias ocasiones, es absurdo resistirse a la realidad, cloud tarde o temprano se va a imponer, pero antes de abrazarlo hay que rediseñar los procesos de la compañía para sacarle todo el partido.