Si fuera una película, su título podría ser ‘Con él llegó el escándalo’; si una canción, ‘New kids on the block’; si un libro, ‘Las amistades peligrosas’. ChatGPT es como ese amigo improvisado que irrumpe en tu vida y de pronto acapara la escena, te arrastra tras de sí como una ola irremediable y cambia todos tus esquemas.
Este intruso llega como un elefante en cacharrería a romper la vajilla y las convenciones más establecidas. De pronto, hablan de él, inunda los medios y las grandes firmas lo enarbolan como la revolución equiparable a la imprenta o la máquina de vapor. Cuando más de 1.000 expertos científicos y tecnológicos (incluido Elon Musk) firmaron la carta solicitando parar el desarrollo de la IA, se acrecentaron los recelos. ¿Hacia dónde vamos? ¿Hemos despertado una bestia que no podremos controlar y que arrasará con todo, como un gigantesco Frankenstein planetario?
ChatGPT es como ese amigo improvisado que irrumpe en tu vida y de pronto acapara la escena, te arrastra tras de sí como una ola irremediable y cambia todos tus esquemas
Como siempre, surgieron las voces de los apologistas, los evangelistas de bolsillo ‘engrasados’ por los fondos de inversión, tratando de acallar dudas. Al margen de los intereses mercantiles de los que dominan el cotarro, no es posible resistirse al tsunami de la IA generativa, y consciente del hecho, me adentré de lleno en su operativa.
Alucinando con ChatGPT
Mi primera reacción fue de asombro. Le pedí que me escribiera un poema de Boris Vian, mi ídolo de siempre, y sin tiempo a respirar me lo plasmó al instante en el idioma de Julio Verne. Le reproché que no sabía francés, y me lo tradujo tras una breve disculpa. Luego le pregunté por personas conocidas y vi que tenía una falta de datos notable (una carencia ingénita). Pero en lo tocante a imaginación, me parece desbordante. Dicen los ingenieros que si no sabe de un tema se lo “inventa” a partir de un modelo de redes neuronales de conceptos asociados (las famosas ‘alucinaciones’). En ese momento, empezó a caerme bien, pues me hizo retrotraerme a mis años de estudiante, cuando en los exámenes me gustaba recrearme con aquellas preguntas genéricas de las que no tenía ni pajolera idea y con las que probaba mi capacidad de inventiva, eso sí, con distinta suerte.
Probando y probando, mi relación con ChatGPT se ha ido reforzando. Ya no lo considero un rival que me hace sentir inútil. Por el contrario, es mi íntimo subordinado, que nunca tiene una excusa peregrina para no hacer algo que le pides y ni está ocupado en veteasaberquécosas. Incentiva mi curiosidad y ganas de conocer, y me aporta ideas que nunca antes se me hubieran ocurrido. Es como un laboratorio en el que experimento sin cesar, y me ha vuelto la ilusión por la aventura del conocimiento. Y es que los límites están en tu imaginación. No solo es que te escriba un correo electrónico, te redacte un artículo o te corrija un texto… los que lo ven así, se quedan muy cortos en sus aspiraciones.
Un futuro imprevisible
Ahora he ensanchado mis amistades, me codeo con Copilot de Microsoft y Bard de Google y a cada cual le pido lo que necesito, pues estos sí ofrecen una información más actualizada (pero con la regla de oro de la eterna supervisión). Estamos en un camino fascinante, que conjuga el miedo a perder nuestro empleo con la esperanza de un mundo mejor, pero que debería ser utilizado para ayudarnos a superar los desafíos de un futuro atenazado por la incertidumbre.