Podría afirmarse que la competitividad empresarial depende, en gran medida, de la capacidad de las empresas para adaptarse al entorno cambiante en el que desarrollan sus actividades. Hoy en día, en un mundo más globalizado que nunca y con una economía completamente digitalizada, esa capacidad de adaptación pasa, inexorablemente, por la transformación digital.
Cuando nos referimos a la digitalización no estamos pensando únicamente en incorporar nuevas tecnologías, que es crucial, sino en afrontar un cambio cultural y de procesos extremo a extremo, en el que deben involucrarse todos los niveles de una organización, incluida la alta dirección.
Además del cambio de cultura y de la integración de la tecnología, un tercer pilar fundamental en este proceso de adaptación es el talento. Las empresas deben contar con los perfiles profesionales adecuados que les permitan aprovechar al máximo los nuevos modelos organizativos y productivos y el uso de las herramientas digitales.
En especialistas TIC, España se sitúa en el 4,3%, aún a una distancia considerable del objetivo para el año 2030, que es el de llegar al 10%
Estos son los frentes en los que las empresas españolas están actuando de manera intensa para asegurar su competitividad en el contexto tanto nacional como internacional, y así lo demuestra el estudio que publica la Comisión Europea sobre la Década Digital, orientado a medir los avances de cada uno de los Estados miembro de la Unión Europea en materia de digitalización respecto a los objetivos marcados para el año 2030.
Según el citado informe, con datos referidos al año 2022, España, en general, y nuestras empresas, en particular, progresan con paso firme para alcanzar estos objetivos, encontrándose por encima de la media europea en la mayoría de los indicadores. Esta tendencia consolida la buena evolución registrada en los últimos años, con un avance más que notable desde el inicio de la pandemia.
España y las tecnologías innovadoras
Sin embargo, esta mejora no implica que el camino que quede por recorrer sea corto o fácil. Por ejemplo, en lo que respecta al número de especialistas TIC, España se sitúa en el 4,3%, aún a una distancia considerable del objetivo para el año 2030, que es el de llegar al 10%. Lo mismo ocurre en lo que respecta al número de pymes con un nivel de digitalización básico, que se situaría en el 68%, siendo el objetivo para 2030 del 90%; el número de empresas que usan big data, que alcanzaría el 9%, se queda muy por debajo de la meta perseguida para 2030, cuya pretensión es alcanzar el 75%; el número de empresas que usan cloud llegaría al 27%, lejos del 75% perseguido; y el número de empresas que usan inteligencia artificial roza el 8%, cuando necesitamos llegar al 75% en 2030.
Estos parámetros relativos al uso de las tecnologías innovadoras son especialmente importantes en materia de competitividad en el contexto internacional. Europa, y con ella España, es usuaria, pero no generadora de tecnología, donde queda muy lejos de los países que lideran los procesos de digitalización a nivel mundial, especialmente EEUU y China.
Las empresas dedican grandes esfuerzos en incorporar cuestiones como la flexibilidad, para adaptarse a los constantes y rápidos cambios propios de la dinámica del entorno digital; la creatividad, para diferenciarse y poder tener impacto en el mercado; y la agilidad, para intentar ser líderes en sus mercados; pero nada es comparable al impacto que aporta la digitalización y las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, el big data o el cloud, que van a diferenciar a unas empresas de otras en el futuro más inmediato.
Es por ello por lo que, para permanecer relevantes en este contexto global, nuestras empresas no pueden cejar en el empeño. Deben continuar trabajando y esforzándose para ofrecer su mejor versión y afrontar con creatividad y pasión la multitud de retos que el futuro les presentará, siempre buscando oportunidades donde otros ven obstáculos. Y en eso estamos.
