Uno de los grandes debates para 2023, sin duda, será la capacidad de Europa de construir un mundo digital más justo, más competitivo y más acorde con nuestros valores. En 2022 ya hemos visto cómo la Unión Europea ha tenido que intervenir en los mercados digitales para limitar el poder de mercado de determinados agentes aprobando la Ley de Servicios Digitales (DSA) y la Ley de Mercados Digitales (DMA), dos normas fundamentales que persiguen garantizar el respeto en Internet a las normas del mundo físico y permitir a las empresas competir e innovar en un entorno de grandes plataformas digitales.
Pero quedan retos todavía a los que debemos buscar una solución europea, y uno de ellos es el funcionamiento del mercado de las telecomunicaciones, sobre cuyas infraestructuras descansan todos los servicios digitales que cambian la forma de vivir y trabajar en esta sociedad moderna. Desde DigitalES defendemos el diseño de un nuevo modelo para el mercado de telecomunicaciones en Europa, apoyado en tres grandes palancas: los fondos europeos de recuperación, unas políticas de Competencia acordes con los nuevos tiempos y la búsqueda de nuevas fuentes de financiación para las grandes inversiones que se necesitan en redes de nueva generación. Hoy, dedicamos estas líneas a explicar este último reto: si queremos cumplir los ambiciosos proyectos de la agenda digital europea, debemos ser capaces de resolver antes cómo financiar y construir en un tiempo récord las nuevas infraestructuras de red.
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Los usuarios son los que pagan
Actualmente, solo un lado del mercado digital, los usuarios de Internet, contribuyen a sostener económicamente la infraestructura de telecomunicaciones que hace posible este mercado. ¿Por qué la otra parte, los proveedores de servicios/contenidos, deberían estar exentos de pagar por su uso?
En su lugar, creemos razonable y deseable que las grandes OTT (Over The Top, creadoras de streaming) aporten a los ISP (Internet Service Providers de todos los tamaños) por el servicio que estos les proveen de transporte de tráfico en las redes nacionales. Es un servicio del que se benefician y por el que, sin embargo, están cobrando dinero a sus clientes o alternativamente generando ingresos por publicidad. Con el agravante de que, en muchos casos, sus ingresos aumentan conforme entregan más tráfico mientras que los márgenes de los operadores se reducen, al tener que afrontar los gastos e inversiones derivados del incremento del tráfico sin recibir ingresos adicionales. La relación simbiótica de beneficio mutuo entre OTT y operadores de red ha dejado de serlo. El equilibrio se ha roto y la sostenibilidad de las redes está altamente tensionada.
Según algunas estimaciones del sector, si las inversiones en redes de telecomunicaciones continuaran en niveles actuales, a un ritmo de aproximadamente 10.000 millones de euros al año, no se alcanzarán los objetivos de la Década Digital hasta, al menos, 2033. Es importante recalcar que no estamos ante una confrontación entre unas empresas y otras del espectro digital. Se trata de corregir los fallos de mercado que han surgido con el paso de los años, para que la futura economía digital se cimente sobre pilares más sostenibles.
5G puede ser la red de nueva generación en la que se fundamente la Europa digital del futuro por su mayor ancho de banda y su inferior latencia
Esta reclamación se torna ahora más urgente que nunca. En la ‘era del streaming’, de la inmediatez informativa y de la universalización de Internet, seis plataformas digitales movilizan más del 50% del tráfico online mundial, al tiempo que este continúa creciendo de forma exponencial. De esta manera, un pequeño grupo de compañías de gran tamaño estaría poniendo en riesgo el cumplimiento de los objetivos de conectividad marcados por Europa para esta década, lo que traería graves consecuencias para todos.
Nuevo modelo de reparto de costes
Tenemos que instaurar un nuevo modelo de reparto de costes entre consumidores y generadores de tráfico, de manera que las grandes plataformas aporten su parte correspondiente a la financiación y, de este modo también, tengan los incentivos necesarios para buscar la máxima eficiencia en el tráfico que generan.
Por supuesto, cada caso merecerá una respuesta diferente, en función del coste que estuvieran incurriendo en los ISP y de la inversión que algunas grandes plataformas puedan haber realizado para mitigar el coste de la gestión de su tráfico online. La insostenibilidad del modelo no se puede resolver a golpe de parches, sino a través de un diálogo serio entre todas las partes implicadas, orientado a investigar el fallo de mercado y ponerle remedio.
Vamos por el buen camino. Thierry Breton y Margrethe Vestager, desde Europa, o Nadia Calviño en una reciente intervención, también en Bruselas, ya han dado el primer paso, al reconocer públicamente la existencia de una asimetría en los mercados digitales y su intención de reequilibrar las condiciones de juego, y hacer un llamamiento a todo el ecosistema para contribuir a dibujar un nuevo modelo. Tenemos un consenso sobre el ‘qué’, ahora falta ponerse de acuerdo en el ‘cómo’.
Redes de nueva generación
Cabe recordar, por último, que el continuo desarrollo de las redes de nueva generación son el pilar en el que se fundamenta la Europa digital del futuro. Más concretamente, la tecnología 5G puede ser la clave para la relocalización de la producción, la atracción de filiales e inversiones internacionales y la transformación del modelo económico de España. Esto es así porque ofrece una latencia (tiempo de respuesta) muy inferior al de las tecnologías actuales y porque hace posible un uso más eficiente del espectro radioeléctrico, con un ancho de banda (tanto de bajada como de subida) mucho mayor.
La crisis del Covid-19 ha acelerado todavía más el cambio digital, urgiéndonos a reforzar la colaboración entre todos los agentes económicos y a resolver los escollos que lastran la competitividad de un sector eminentemente estratégico para nuestro futuro, como es el sector de las telecomunicaciones. Es el momento para reconocer el papel esencial que tiene la tecnología en nuestras vidas, y en nuestra economía, y volver a asentar el desarrollo de Internet sobre los valores de la UE y los principios del mercado único: apertura e inclusión, aumento de la eficiencia, y fomento de la competencia, la innovación y el libre comercio. Es el momento, en definitiva, de recuperar la colaboración que floreció durante las primeras décadas de Internet.