La violencia ha sido progresivamente desechada como forma común de interacción o de conseguir un propósito a medida que las sociedades han ido evolucionando. Aunque aún está lejos de erradicarse, el desarrollo de nuevos mecanismos sociales y económicos ha dado origen a nuevas maneras de hacer la guerra. La llamada guerra comercial es un conflicto sin armas en el que participan gobiernos y empresas bajo la capa de la legalidad, y que puede causar daños que lleguen a provocar, no solo el hundimiento de una compañía, sino de la economía de todo un país; y tener consecuencias a nivel global.
Hace años que se lleva fraguando un ejemplo perfecto de guerra comercial, -justificada por la defensa a la seguridad de una nación, pero con intereses económicos solapados-; y que ha alcanzado su punto álgido en 2019: el veto a Huawei por parte de las compañías norteamericanas impulsado por Donald Trump. Aunque parece que el acercamiento entre el presidente de Estados Unidos y su homólogo chino en la última cumbre del G20 ha calmado las aguas, el mundo entero está pendiente de la posible sucesión de nuevos capítulos. Pero, ¿hasta dónde se remonta esta Guerra Fría 2.0?
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De aquellos barros vienen estos lodos
Huawei nació en 1987 en Shenzhen, ciudad industrial de la República Popular China, y creció relativamente rápido durante la década de los 90 debido a la política china imperante que priorizaba las empresas tecnológicas locales por delante de las extranjeras. Tras 14 años de tranquila actividad, el 12 de diciembre de 2001, la agencia de inteligencia de la India acusa a Huawei de, supuestamente, suministrar equipos de vigilancia de comunicaciones a las fuerzas talibanes en Afganistán y ayudar a mejorar los sistemas de comunicación militar de Irak. También se le acusó de vender equipos de telecomunicaciones a Pakistán, el rival militar de la India. La compañía china negó las acusaciones alegando que su negocio cumplía con las normas y regulaciones que dicta la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Ese mismo año, China entró a formar parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) rompiendo en parte con su proteccionismo, ya que su condición de nuevo miembro obligaba al país a admitir inversión extranjera en sectores como la banca, los servicios y las telecomunicaciones.
Conflicto de intereses
Después de un conflicto surgido entre la compañía californiana Cisco y Huawei por infringimiento de patentes y uso ilegítimo del código del firmware de los routers de Cisco, -que se cerró con un acuerdo entre ambas compañías-; el gobierno estadounidense, con George W. Bush a la cabeza, frenó en 2008 la compra del fabricante estadounidense de routers, 3COM, por parte de Huawei alegando motivos de seguridad nacional. A raíz de esto, el FBI empezó a investigar al fundador y CEO de Huawei, Ren Zhengfei, por supuestas negociaciones con Irán, violando así las sanciones comerciales impuestas.
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Situación en España
A pesar de que Europa ha mantenido siempre una postura de “todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario”, también se ha visto afectada por los acontecimientos. Solo en España las ventas de equipos Huawei cayeron un 30% los primeros días después de anunciarse el veto. A nivel global se tradujo en 30.000 millones menos en ingresos y una caída del 40% en ventas. No obstante, Tony Jin Yong, CEO de Huawei Iberia, ha declarado que este pasado año esperan haber crecido más de un 20% en España y haber vendido a nivel global más de 250 millones de smartphones. Por su parte, la cuota de mercado en el área de Consumo es muy similar entre 2018 y 2019. En ambos años Huawei ha estado por encima del 20%. “A finales de 2018 se podía hablar de un 25%de cuota y, a principios del pasado año, del 27%”. También asegura Jin Yong haber superado la barrera de los 1.000 millones de euros de ingresos en nuestro país.