Patentes de Internet: ¿competitividad u oportunidad?

El 1 de septiembre, el Parlamento Europeo debía decidir si las condiciones para patentar software en Europa se relajaban para acomodarse a la normativa de Estados Unidos y Japón donde cualquier programa puede ser patentado.

Publicado el 29 Sep 2003

En Europa, los programas informáticos como tales, teóricamente, no se pueden patentar. Sin embargo, la Oficina Europea de Patentes concedió más de 20.000 antes de 2002, que deben sumarse a las miles concedidas por las distintas oficinas nacionales de patentes. Precisamente, uno de los objetivos de la Comisión Europea en su reunión del próximo 22 de septiembre es acabar con esta falta de transparencia. El otro objetivo es armonizar las diferentes legislaciones nacionales. Actualmente, los tribunales del Reino Unido y Alemania están sentando jurisprudencia en sentidos opuestos en relación a las invenciones implementadas en ordenador. El dilema es decidir hacia qué lado inclinarse. La presión de los grandes fabricantes y sus representantes, como la Business Software Alliance (BSA) y los profesionales de la propiedad intelectual, contrasta con las protestas de los detractores de la patentabilidad del software.

El software ya goza de la protección de derechos de autor, pero la posibilidad de patentarlo significaría un aumento del poder de monopolio de los grandes fabricantes, ya no sólo en el mercado final sino también en el mercado de la innovación. Para las pequeñas empresas o inventores independientes significaría destinar unos recursos -de los que normalmente carecen- a pagar licencias sobre partes de su software ya patentadas o para hacer frente a posibles litigios si son demandados por otra empresa. Y son precisamente inventores independientes y pequeñas empresas, por la facilidad de entrada en el sector, las que hacen del software una industria dinámica. Queda, pues, poco clara la necesidad de estas patentes en términos de incentivar la innovación. No obstante, si se aboga por la no patentabilidad del software, las empresas de software europeas estarán más lejos que nunca de las estadounidenses.

Hasta mediados de los ochenta, el software se consideraba un conjunto de algoritmos matemáticos que nada tenían que ver con la tecnología, más relacionada con la maquinaria, los instrumentos y los compuestos químicos.

Sin embargo, con la llegada de las nuevas tecnologías, la Oficina de Patentes Americana y los tribunales estadounidenses otorgaron a los programas informáticos carácter de invento.

La interpretación relajada de los criterios para registrar software permitió incluir dentro de esta etiqueta desde aplicaciones a métodos de negocio en Internet, pasando por instrumentos financieros.

Esto supuso el pistoletazo de salida de una carrera frenética por parte de los e-emprendedores estadounidenses por registrar patentes. En la última década se han sucedido el registro de ‘inventos’ tales como permitir al usuario establecer el precio en una subasta, comprar online con sólo hacer un clic de ratón e incluso ofrecer información con recomendaciones de compra del tipo “los clientes que compraron este producto también adquirieron….”. Aunque se trata de ideas obvias, estas patentes pueden significar la pócima mágica de la supervivencia de empresas como las archiconocidas eBay, Priceline o Amazon.

Pero son muchos los que opinan que este tipo de patentes no incentivan la innovación y que sólo favorecen a los grandes fabricantes.

De hecho, si aplicamos la lógica de las patentes a los métodos de negocio mencionados, nos daremos cuenta de que resulta incongruente permitir el registro de estas innovaciones. En principio, el objetivo de una patente es ofrecer una fórmula al inventor para proteger los derechos sobre su descubrimiento, a los que destina gran cantidad de tiempo y dinero, y fomentar así la investigación. A mediados de los noventa, por ejemplo, el gasto medio de la industria farmacéutica en la creación de nuevos fármacos era de 300 millones dólares y 13 años. Sin protección, esta inversión es prácticamente imposible de recuperar, y, por tanto, ningún laboratorio farmacéutico estaría dispuesto a destinar recursos a la investigación de nuevos medicamentos.

Sin embargo, no se necesitan 20 años de monopolio para recuperar la inversión que el presidente de Amazon realizó en tiempo de reflexión para dar con el método de “un solo clic” al que, muy probablemente, también hubiera llegado sin la perspectiva de una patente.

– Aunque las patentes permiten al inventor proteger los derechos sobre su hallazgo, un estudio del profesor del MIT James Bessen y Robert Hunt, de la Reserva Federal, sostiene que en la informática las cosas no funcionan así y que este tipo de patentes desincentivan la innovación.

– Mientras 25.000 pymes del software, 2.500 programadores, 2.000 científicos y 180 abogados han firmado una petición antipatentes para evitar que se apruebe la directiva europea, las grandes compañías y la BSA apoyan la propuesta comunitaria.

– La Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos ha admitido que muchas patentes de métodos de negocio se concedieron de forma incorrecta. Esta oficina solía conceder un 70% de las patentes solicitadas, mientras que ahora rechaza ese mismo porcentaje.

– A excepción de los registros de IBM, la mayoría de las 20.000 patentes informáticas que se registran en Estados Unidos al año son propiedad de empresas que nada tienen que ver con el sector y cuyo negocio es la comercialización de patentes, no la innovación informática.

Neus Palomeras, colaboradora del e-business Center PwC&IESE

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Redacción Computing

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