Dada la posición dominante de Google en las búsquedas y en la publicidad asociada a estas, y su persistente discriminación contra los rivales en los mercados secundarios (tales como vídeos, mapas, comparación de compras, viajes, etc.), no es sorprendente que los que lo critican estén preocupados por lo que los economistas describen como “apalancamiento vertical”. Las soluciones estructurales se consideran comúnmente en este tipo de casos, y se han impuesto con éxito en una gran variedad de sectores incluyendo el agua, las telecomunicaciones y la radiodifusión de servicio público.
La Resolución del Parlamento Europeo no toma una posición sobre la cuestión, simplemente pide a la Comisión que lo considere entre una serie de posibles soluciones al problema de Google. De hecho, el movimiento no va más allá de prestar su apoyo a la plena aplicación del marco legislativo vigente.
En estas circunstancias, la postura del Parlamento Europeo es mucho menos sorprendente y mucho más prudente que gran parte de la reacción.
Las críticas sobre la conducta de Google provienen desde todos los ámbitos y desde todos los lugares del mundo, incluyendo las organizaciones de consumidores, los creadores de contenidos, empresas tecnológicas, así como de los competidores. Sus argumentos están bien pensados y están en línea con la práctica anterior de la Comisión. Lo que ha faltado es un debate abierto y transparente a fondo sobre lo que es mejor para los consumidores europeos. La resolución del Parlamento Europeo es una contribución constructiva a este debate.