De media, un ser humano puede reconocer unas 5.000 caras distintas. Un dato insignificante al lado de los millones de rostros que puede identificar un algoritmo de reconocimiento facial. Por tanto, y si se reparten de forma estratégica por todo el mundo, dentro de pocos años será posible encontrar a una persona concreta en cualquier punto del planeta en una fracción de segundo.
Aunque una persona y una máquina tardan casi lo mismo en reconocer la cara de otro ser humano, esta tecnología todavía dista de ser perfecta. De hecho las personas y los algoritmos tenemos una tasa de error muy similar: ambos nos nos equivocamos en el 3% de los casos reconociendo una cara.
Si a todos estos datos le añadimos que el número dispositivos con tecnología de reconocimiento facial que hay diseminados por el mundo se multiplica cada año, podríamos decir que tenemos todos los elementos para inspirar el inicio del argumento de un hollywoodiense guión firmado por JJ Abrams o Steven Spielberg.
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Biometría y transportes
Y no nos referimos exclusivamente a la tecnología que permite el desbloqueo de los móviles. Solo en España se están desplegando en estos momentos algunos de los proyectos más ambiciosos de Europa. Entre otros, destaca la prueba de concepto para la identificación biométrica en el transporte público de Madrid o el sistema para agilizar el proceso de embarque en el aeropuerto de Barajas, que podría reducir los tiempos en un 40%.
Pero si observamos a escala global, podremos ver que el mercado de la tecnología de reconocimiento biométrico es una de las innovaciones que más va a crecer en los próximos años. De hecho, según la predicción de Markets and Markets el tamaño de este mercado se va a duplicar desde los 3.200 millones de dólares que generará en 2019, hasta los 7.000 millones en 2024.
La buena noticia es que la mitad de todo este crecimiento se derivará del esfuerzo que harán los estados de todo el mundo para fomentar que el de la biometría sea un mercado ciberseguro.
Brechas de seguridad en la nube
En este sentido cabe plantearse qué tratamiento se dará a toda la información que recopilen los millones de sistemas conectados al Internet de las Cosas (por sus siglas en inglés, IoT) desplegados por organismos públicos y privados.
Las tecnologías en la nube permitirán que empresas e instituciones públicas compartan información sobre los hábitos de las personas, hasta el punto de que habrá bases de datos en las que existan datos precisos sobre dónde estaba una persona en un momento exacto, con quién estaban, qué ropa llevaba puesta o qué artículos dejaron de mirar cuando estaban en una tienda.
Por tanto, si unos ciberdelincuentes consiguieran abrir una brecha de seguridad en una de estas bases de datos podrían tener, literalmente, acceso a un diario preciso de la vida de una persona.
Con la tecnología que hay ahora, a nadie le sorprende ya que el uso de cookies en Internet permita desarrollar campañas de marketing en las que las empresas conocen nuestros hábitos de navegación web y en redes sociales. Sin embargo, el reconocimiento facial permitirá que las empresas estudien también nuestros comportamientos en la vida real por medio de la aceptación de ciertos términos y condiciones cuando entremos en espacios públicos o privados.
Por poner un ejemplo, los grandes almacenes no solo podrán rastrear quién visita sus tiendas. Si comparten los datos con sus competidores, también sabrán a qué horas compramos, con qué otros clientes hablamos qué tipo de productos consumimos e incluso cuál es nuestro nivel adquisitivo.
Suplantación de identidad
Asimismo, está el riesgo de los “Deepfakes”, esas tecnologías que se usan en el cine para hacer efectos especiales, como la que se hizo viral recientemente con el video del Equipo E, justo después de las elecciones del 10N en España. Si se consigue “hackear” una cara, los ciberdelincuentes podrán entrar en lugares de acceso restringido, ingresar a teléfonos inteligentes, hogares, automóviles, cuentas bancarias o incluso instalaciones de alta seguridad.
No obstante, se trata de una tecnología que puede hacer el mal mucho más allá del robo o la extorsión. Simplemente, puede usarse para viralizar noticias falsas con las que difamar a otras personas. En este sentido, solo cabe recordar el origen de los ‘Deepfakes’, que en su día comenzaron a modo de vídeos porno a los que un usuario de Reddit había cambiado las caras de sus protagonistas por las de otras actrices famosas.
“Es muy importante que tanto las empresas privadas como las administraciones públicas de todo el mundo alcancemos un acuerdo de sostenibilidad en lo que respecta al reconocimiento facial. La tecnología no es buena ni mala en sí misma, sino el uso que hacemos de ella. Por ello, pese a todos estos riesgos, también hay que ver su lado positivo. Toda la información que ofrece la biometría es una fuente de conocimiento casi inagotable para el estudio de enfermedades o para localizar a una persona extraviada”, sentencia Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.