¿Qué pensarías si te dijeran que Hamlet fue un pésimo gestor de crisis o que Julio César subestimó el valor de la información estratégica? ¿Qué consejos nos daría el Padrino para mejorar la gestión de TI? Podemos decir que los clásicos de la literatura o del cine se convierten en tales cuando no sólo representan una época sino que además sobreviven a ella. Este es el caso de las obras de Shakespeare o del gánster más famoso de la historia del cine.
Poco se sabe de la vida del bardo inglés, muchos dudan incluso de la autoría de sus trabajos. Sin embargo, nadie discute la importancia de las obras publicadas con su nombre, ni de su influencia universal. Sus escritos nos muestran algunas de las claves principales que cualquier CIO debe tener en mente a la hora de liderar con éxito un Área de Sistemas:
• Gestionar los riesgos y anticiparse a ellos. El Mercader de Venecia nos cuenta la historia de Antonio, un empresario de éxito, que se arriesga a pedir un crédito al judío Shylock. Debe pagar la deuda el día de su vencimiento, de lo contrario “se te cortará y quitará una libra de tu carne de la parte del cuerpo que yo quiera”. Antonio posee experiencia en gestión, pero no gestiona bien sus riesgos y no puede pagar al judío. Esta situación está a punto de costarle la vida, cuando Shylock reclama su deuda. Al final, una argucia legal salva a Antonio.
• Saber adaptarse a las situaciones del mercado. En Hamlet reina la incertidumbre desde el primer momento. El fantasma del Rey (padre del protagonista), asesinado a manos de su hermano, pide a su hijo que se vengue. Los cadáveres y las dudas se amontonan y el protagonista es incapaz de hacerles frente, reaccionando tarde ante los actos de los demás. Hamlet se debate entre la eterna duda (“to be or not to be”) y la acción; transmitiendo inseguridad y debilidad. La excesiva necesidad de información adicional y el continuo análisis, obligan a decisiones tardías y forzadas por las circunstancias. La falta de iniciativa provoca improvisación. Ante sus problemas, afirma que, para afrontar las crisis, “estar preparados lo es todo”. Se trata de una lección que aprende tarde y mal.
• Consolidar un liderazgo fuerte y motivar al equipo. Enrique V es el ejemplo del gran líder. La clave de su liderazgo reside en la facilidad para comunicarse efectivamente con los demás. Sabe que no puede conseguir nada sin el ejército que capitanea, y emplea la motivación para obtener lo mejor de sus hombres. Al mismo tiempo, oculta sus dudas mientras que, públicamente, demuestra confianza y resolución. Enrique V nos enseña que, para ser un líder, hay que conocer y servir de ejemplo a las personas que uno va a guiar. Esta enseñanza le resulta muy útil en los momentos previos a la batalla de Azincourt contra los franceses. Se pasea entre sus tropas la noche de antes para conocer sus opiniones e inquietudes. En su famosa arenga del día de San Crispín es capaz de sacar lo mejor de su ejército y no se limita a hablar, sino que lucha junto a ellos. “Aquel que hoy vierta su sangre conmigo; será mi hermano; por muy vil que sea”.
• Disponer de información fiable que apoye la toma de decisiones. Shakespeare presenta en Julio César a un hombre que se ha hecho a sí mismo, fuerte, decidido. Aunque sólo pronuncia 150 líneas y muere a mitad de la obra, su presencia domina toda la tragedia. Asegura que no aspira a cargos superiores, pero le gusta recibir las alabanzas de las multitudes. Cuando es preciso escuchar a los suyos, César comete el error de no hacer caso de las advertencias (“los idus de marzo”) y subestima una información vital que acabará costándole la vida. Pagará caro su exceso de confianza. “La culpa, querido bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos”.
Tras estas lecciones de ese gran retratista de pasiones y errores humanos que fue Shakespeare, pasemos a nuestro siguiente personaje. Cuando Mario Puzo escribió El Padrino tenía 45 años, elevadas deudas de juego y una carrera como escritor que no despegaba. Hasta entonces, había publicado algunas buenas novelas, pero con escaso éxito comercial. Empeñado en conseguir dinero, decidió que su siguiente obra sería más comercial, tal y como dijo: “He escrito este libro por dinero…, esto no es Guerra y Paz”. No emuló a Tolstoi, pero consiguió hacerse rico. Todos conocemos, aunque sea de oídas, el personaje de El Padrino y recordamos la memorable interpretación de Marlon Brando. Corleone sabe lo que quiere y pone los medios para conseguirlo. Señalamos algunas de las enseñanzas que un CIO no puede perder de vista:
• La necesidad de una visión estratégica: El Padrino anticipa la mayor parte de las jugadas de sus rivales y por eso, es capaz de adelantarse a la competencia. Esta es una de las diferencias clave entre un líder y un mero gestor.
• El Valor de la gestión de equipo y del networking: Don Vito ha construido en torno a sí un equipo muy leal que permanece a su lado en los momentos difíciles. Ha sabido ganarse el respeto y la lealtad de los demás. “Don Corleone, necesito un hombre con amigos poderosos… Necesito, Don Corleone, a todos esos políticos que usted carga en el bolsillo como si fueran centavos”.
• El desarrollo de la capacidad de negociación: Corleone es un gran negociador. Tiene claro el objetivo al que quiere llegar y estudia a conciencia las personas con quienes trata. Finalmente, es capaz de actuar con la cabeza fría, apartando las emociones. “Mi padre le hizo una oferta que no pudo rechazar…”
• La importancia de gestionar el tiempo: El Padrino distingue entre el ámbito personal y el “trabajo”. No todo es trabajo. “Un hombre que no pasa tiempo con su familia, nunca será un hombre de verdad”.
Hemos comprobado cómo ambos autores proporcionan, a través de sus personajes y tramas, valiosos consejos para que un CIO gestione más eficazmente un Área TI. El Mercader de Venecia nos enseña a no desatender la gestión de los riesgos. El error de Hamlet fue la indecisión y la falta de reacción ante lo que pasaba a su alrededor. Enrique V explica la necesidad de inspirar y motivar a nuestros equipos para que generen ideas y se esfuercen en el día a día. Julio César subestimó el valor estratégico de la información. El Padrino nos recuerda que, al final, “no es nada personal, son sólo negocios”.