Cuando mis hijos de 11 y 13 años me preguntan a qué me dedico les digo: –Vendo robots de software a las empresas. Y como ellos ya tienen edad para ser conscientes de posibles implicaciones me dicen:
-Ah, entonces ¿cuando la empresa compra tus robots, echan a la gente?
Mi respuesta es que sí y que no. Como fui consultor durante muchos años, me refugio en la palabra mágica: ‘depende’.
La preocupación de mis hijos es la reacción natural cuando hoy en día hablamos de robots. Pero si seguimos las publicaciones y comentarios en las redes sociales, revistas e incluso las noticias se puede llegar a pensar que realmente existe un conflicto que está a punto de hacerse realidad.
Para prever el futuro merece la pena analizar tendencias similares del pasado. En la revolución industrial, el herrero que después del invento de los coches se dedicó a ser mecánico, la costurera que con la llegada de la máquina de coser cambió su profesión a ser mecanógrafa o el marinero que cambió su puesto de trabajo del velero al barco de vapor.
La estructura de las profesiones cambiaba y permitía a los trabajadores dejar los trabajos monótonos, peligrosos y sucios (dull, dangerous, dirty – ‘DDD’ por sus siglas en inglés). Tenían que aprender nuevas técnicas y manejar la nueva tecnología. Consiguieron crear una economía más amplia, próspera y diversa. Posiblemente podemos suponer la misma o parecida evolución con la llegada de los robots.
¿De qué hablamos realmente cuando hablamos de robots? Wikipedia dice que un robot es “una entidad virtual o mecánica artificial”. Podemos diferenciar entre robots físicos, por un lado, como los que vemos en la fabricación de automóviles o incluso los aspiradores automáticos que van solos por la casa y los robots de software, también llamados bots, que ejecutan tareas informáticas de forma autónoma y que se emplean cada vez más para automatizar tareas administrativas repetitivas.
Cuando se inventó la lavadora se podría llamar ‘robot de lavar’. Al final no hace nada diferente que un robot: seguir una serie de pasos pre-programados y así quitar al humano otro trabajo sucio más (‘dirty’). Cuando se inventó el primer programa de hojas de cálculo pasó lo mismo: entre otros se automatizó la tarea de sumar, restar, dividir y multiplicar largas columnas de números. Y de paso quitó al humano otro trabajo aburrido más (‘dull’).
Entonces ¿el uso de robots tiene otra dimensión de cambio en nuestras vidas que la que tuvieron en su día las lavadoras o las hojas de cálculo? Casi seguro que sí, ya que se puede usar el término robot para cualquier automatización en nuestro entorno, así que, por lógica, las implicaciones deberían ser mayores.
¿Y cómo cambiaremos nosotros con tanta automatización? Hoy podemos estar seguros de que muchas profesiones van a desaparecer y no sabemos qué otras vendrán. Hace 10 años no existían profesiones como programador de apps, diseñador de experiencias de usuarios o analista de Big Data.
“En la fábrica del futuro habrá solo dos empleados: un hombre y un perro. El hombre para dar de comer al perro. Y el perro para vigilar que el hombre no toque los equipos”.
El gran reto será la creación de nuevos puestos y contenidos de trabajo además de ejecutar la necesaria formación (transformación) de las personas cuyos puestos de trabajo han sido reemplazados por la tecnología. Tendrán que ser más tecnólogos, más móviles, trabajar de forma independiente, pero a la vez hay una perspectiva de conseguir un mejor balance entre trabajo y vida personal por la mayor cantidad de teletrabajo y flexibilidad en el horario laboral.
Para terminar esta reflexión sobre la convivencia de las personas y los robots, Warren Bennis (profesor distinguido de la Universidad del Sur de California y asesor de distintos presidentes de EEUU) especificó: “En la fábrica del futuro habrá solo dos empleados: un hombre y un perro. El hombre para dar de comer al perro. Y el perro para vigilar que el hombre no toque los equipos”. Puede parecer algo exagerado, aunque en partes de la industria se puede llegar muy cerca de este extremo. Como de momento explicar esto a mis hijos sería excesivo… les dejo como respuesta: “Depende”.