La eclosión natural de la digitalización

Pedro Mier, Presidente de Ametic.

Publicado el 27 Ago 2018

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Culminamos una etapa en el que la economía española ha continuado poniendo tierra de por medio con los tiempos recientes que nos sumieron en una de las peores crisis del último medio siglo. El sector tecnológico, por su parte, hace suya esta tendencia e impulsado por los nuevos vientos, alcanza 2018 dejando atrás un ejercicio que en líneas generales debemos considerar positivo. La actividad de las empresas proveedoras que conforman el sector tecnológico se ha visto incrementada a la par que la transformación digital continúa su firme expansión, en todos los campos y sectores de actividad, tanto en el ámbito particular como en el profesional.

Piezas clave para esta expansión son tanto el rol de una oferta tecnológica caracterizada por el dinamismo y la innovación, como el que los nativos digitales desempeñan en su ámbito social y en el mundo laboral en el que comienzan a incorporarse. Y todo ello, dentro de un contexto macroeconómico que, como apuntábamos, deja atrás cierto grado de dificultades de años anteriores. Es pronto para hablar de cifras de mercado del ejercicio 2017, y tarde y poco práctico hablar a estas alturas de las de 2016 en un sector en el que todo pasa a una velocidad vertiginosa, por más que algunas fuentes oficiales todavía estén cerrando aquellos cálculos.

Puede valernos para una valoración de este periodo hacer uso de los datos ofrecidos por el Observatorio Europeo de Tecnologías de la Información (EITO), que en su más reciente informe correspondiente a España, habla de un crecimiento del 1,1% para el total del sector TIC en 2016 y del 0,8% como estimación de cierre para 2017. En ambos casos con comportamientos al alza más destacados en servicios, en contraposición con las cifras de venta de equipamiento que incluso registran, según la tipología de los mismos, pequeños crecimientos muy moderados o incluso decrecimientos. Poniendo la vista en los modelos y tecnologías que han marcado la marcha este año 2017, la relación se hace difícil de acotar. Así, a las tecnologías y tendencias ya consolidadas como el cloud computing, la virtualización, el mundo Smart o la ciberseguridad, por poner algunos ejemplos, vienen a sumarse otros ámbitos y tecnologías habilitadores aplicados al IoT, a la Industria 4.0 o a la realidad virtual y en todos ellos con un elemento común como es el dato como eje sobre el que pivotar el avance digital potenciando el uso y la importancia de soluciones de Big Data, así como de Inteligencia Artificial, de la que apenas hemos hecho más que empezar a vislumbrar el valor y capacidad de desarrollo que veremos de aquí en adelante. Contenido en unas pocas líneas, podríamos resumir que la transformación digital se va abriendo paso en nuestras vidas y en el mundo profesional de forma natural. Y resulta importante destacar lo de ‘forma natural’ ya que siguen sin darse las situaciones de contexto que favorezcan o promuevan su desarrollo de una forma organizada.

Los planes de desarrollo del contexto digital con la participación de todos los agentes sociales de nuestro país, no existen, más allá de tímidas y dispersas iniciativas o de etapas interminables de elaboración y definición de las correspondientes agendas digitales que retrasan lo verdaderamente importante que es la ejecución de las medidas y, sobre todo, su impacto en nuestra sociedad y nuestra economía. Quizás sea el reflejo de una apuesta poco decidida de Europa por ocupar un papel destacado en la élite de proveedores digitales. Quizás otras preocupaciones obviamente acuciantes copan la agenda política, pero lo cierto y el resultado de todo ello es que Europa -y qué decir de España- se va haciendo cada vez más pequeña en cuanto al peso y la existencia de una industria tecnológica propia, así como de iniciativas y programas que eliminen las barreras más acuciantes en el entorno de nuestro sector y de la utilización de las tecnologías.

Contenido en unas pocas líneas, podríamos resumir que la transformación digital se va abriendo paso en nuestras vidas y en el mundo profesional de forma natural

Si repasamos cuáles son estas barreras y preocupaciones, nos damos cuenta de que, si como de la trama de ‘Atrapados en el tiempo’ se tratara, parece que año tras año nos encontramos con temas recurrentes o a la misma distancia de siempre de nuestro objetivo. ¿Cuánto venimos mejorando nuestra posición en el ranking de preparación tecnológica como país? ¿Cuánto hemos acelerado el ritmo, nuestros planes o los recursos invertidos para mejorar esta situación? ¿Cuánto nos hemos acercado a la tasa del 3% del PIB en cuanto a la inversión en I+D que venimos anhelando desde hace años? ¿Cuánto se ha reducido el gap entre la oferta y la demanda de profesionales tecnológicos especialmente importante en ciertos ámbitos?

Desde este punto de vista, no parece que 2017 haya venido a solucionar ciertos problemas y desfases arraigados desde hace mucho tiempo, hasta el punto de que si nos paramos a pensar qué tiene de diferente 2017 respecto de estos años atrás, la respuesta podría ser que la inacción ha aportado que ahora tenemos un año más de retraso. Con todo, aún estamos a tiempo de recuperar el paso perdido si todos nos ponemos a trabajar en una misma dirección y con unos objetivos ambiciosos como nuestro sector, nuestra sociedad y nuestro país requieren.

En este empeño nos estamos jugando el futuro industrial de nuestro país. Como bien sabemos, la digitalización (también llamada cuarta revolución industrial) representa el cambio más importante al que se ha visto sometida la industria en las últimas décadas. Como hemos podido comprobar en la reciente crisis económica, los países sólidamente industrializados han ofrecido mayor resistencia a la misma y han conservado mejor sus bien retribuidos empleos. Ya nadie duda de que disponer de una industria digital potente, junto a un robusto ecosistema de servicios generados a su alrededor, son la mejor garantía para subirse a la ola de la innovación digital. Si queremos crear empleos de calidad para nuestros hijos, además de procurarles una adecuada formación, necesitamos buenos proyectos innovadores que atraigan y reten a los nuevos jóvenes profesionales y generen tejido de industria digital que los sostenga. La industrialización digital debería figurar como el primero de los objetivos en la agenda del Gobierno porque de su éxito depende el bienestar de la sociedad los próximos años. Veremos si 2018 nos trae un cambio de ritmo y de ambición sustanciales. De ello va a depender nuestro futuro.

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Redacción Computing

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