En estos momentos asistimos a un cambio continuo en la irrupción de nuevas tecnologías. Hasta el punto en el que las herramientas de las que ahora mismo disponemos no tienen nada que ver con las que teníamos hace unos años, y seguramente también sean diferentes a las que usaremos en un futuro próximo. Tampoco es el mismo el tiempo que pasa ahora desde que se anuncia un gran concepto hasta que empieza a dar sus primeros frutos, porque la rapidez con la que evoluciona la tecnología es cada vez mayor. Esta velocidad es un signo de nuestros tiempos y, por tanto, es clave que estemos preparados, porque la digitalización de las empresas requiere estar constantemente alerta y vigilar los habilitadores que existen y los nuevos que puedan surgir.
Además de conocer todas las posibilidades tecnológicas y su aplicabilidad real en cada caso, es igual o más importante saber en qué punto de su ciclo de vida se encuentran con el fin de aplicarlas cuando realmente tienen sentido para la organización. Es decir, las empresas deberían disponer de un radar de tendencias que les ofrezca la suficiente información para determinar en qué punto se encuentran y entender bien lo que se puede esperar de ellas en cada momento. De manera proactiva habrá que tomar la decisión de si entrar en una tecnología incipiente para aprender y descubrir oportunidades o esperar a que esté más madura y ampliamente implantada.
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Hype Cycle de Gartner
Informes de analistas y expertos y la exploración periódica de noticias de actualidad tecnológica suponen una oportunidad en la vigilancia sobre cuáles son esas nuevas tendencias. Una de las herramientas más adoptadas por las empresas para adquirir ese conocimiento es el Hype Cycle de Gartner, con el que se puede visualizar cómo una nueva herramienta o tecnología va a evolucionar a lo largo del tiempo, pasando por cinco fases. Desde su ‘lanzamiento’, cuando el potencial avance se anuncia y comienza su puesta en marcha. Al ‘pico de expectativas sobredimensionadas’, cuando aún en fase de desarrollo se le atribuye una aplicabilidad que todavía no está demostrada. Para continuar con el ‘abismo de desilusión, un periodo en el que la realidad empieza a demostrar que toda esa expectativa generada es complicada de cumplir. Pasando después por ‘la rampa de consolidación’, donde ya empiezan a materializarse ejemplos de su utilidad. Y terminando en ‘la meseta de productividad’, momento en el que su adopción ya es generalizada y comienzan a demostrarse sus resultados.
Esta velocidad es un signo de nuestros tiempos y, por tanto, es clave que estemos preparados
Aunque se trate de un gráfico y solo hablemos de predicción, colocar una nueva herramienta en esta curva es realmente útil para contar con una información que dé razón a su implementación. En función de lo que queramos conseguir nos ayudará a entender cuál es el momento más oportuno para adoptar una innovación, valorando si estamos dispuestos a asumir el riesgo de hacerlo en sus primeras fases o es mejor esperar a su consolidación y qué oportunidades ofrece en cada caso. Entendiendo que la adopción en los estados más tempranos supone una oportunidad para adquirir talento o para crear imagen de marca, entre otros beneficios.
En Repsol creemos que la adopción de las tecnologías digitales no puede depender de las modas, de ese primer impulso, de la novedad. Por ello, ante una innovación lo primero por lo que comenzamos es por saber de qué se trata y sus características. A partir de ahí, cuando consideramos que debemos hacer el esfuerzo de entender si la disrupción merece que le prestemos nuestra atención, lo hacemos. Pero siempre comenzando con la idea de que lo primordial es su aplicabilidad y de comprobar los beneficios de su implementación en nuestro sector, en este caso la energía, y en cada uno de nuestros negocios.
Tecnologías disruptivas
Pero al mismo tiempo apostamos por desplegar tecnologías disruptivas porque entendemos que nuestra posición y nuestros objetivos de compañía así nos lo permiten y nos lo exigen. El trabajo que hemos realizado durante los últimos años para convertirnos en una organización cada vez más digital nos ha colocado en un punto en el que podemos apostar por comenzar a tener experiencias con tecnologías poco después de ser anunciadas. Circunstancia que además nos consolida como impulso tractor para el resto de las organizaciones del país y de nuestro sector.
Así, hemos adoptado con éxito herramientas que, aunque todavía suenan novedosas para muchos, nosotros tenemos totalmente consolidadas dentro de nuestros procesos, como el uso extensivo de?la inteligencia artificial y los datos. Durante los últimos años nuestra ambición ha sido desplegar la cultura del dato y escalar el uso de la inteligencia artificial (IA) en toda la compañía. Las hemos situado en el centro de nuestros casos digitales y considerándolas transversales en todas las áreas y negocios. De hecho, el 70-80% de nuestra transformación digital se basa en IA y, a futuro, tenemos la intención de seguir ampliando nuestros objetivos en este ámbito.
La vigilancia de la tecnología nos ha permitido desarrollar ARiA, nuestra propia plataforma de big data & analytics en cloud, creada internamente por los expertos de Repsol. Esta plataforma es y seguirá siendo esencial en la organización. Pero la clave está en que las herramientas con las que ya contamos convivan con las que están por llegar. Por este motivo también estamos poniendo las ‘luces largas’ para enfocar el futuro y adoptar tecnologías como Web 3.0, Quantum Computing o inteligencia generativa. En Repsol ya estamos iniciando experiencias, en mayor o menor grado, con otras herramientas realmente prometedoras como los gemelos digitales, el Internet de la Cosas, el metaverso o el 5G.
En el caso del metaverso, lo concebimos como una excelente oportunidad para crear un nuevo canal de comunicación con nuestros grupos de interés. Gracias a los digital twins monitorizamos las operaciones del negocio de Exploración&Producción obteniendo recomendaciones operativas que luego son aplicadas al proceso. Otros buenos ejemplos existen en nuestros negocios de energías renovables o en el de movilidad, donde estamos actualmente desplegando el centro de control integrado en nuestras estaciones de servicio.
Gracias a nuestra Plataforma IoT (Internet de las Cosas) somos capaces de capturar el comportamiento físico de elementos y traducirlos en magnitudes digitales. Así, un medidor de consumo nos informa de la cantidad de energía consumida por un aparato eléctrico. Cuando esta información se sube a la nube, se le aplican unos modelos analíticos avanzados que nos permiten tomar decisiones y proponer recomendaciones de ahorro energético basadas en datos.
El factor humano
Por último, quiero destacar el papel que tienen las personas en toda esta transformación. La tecnología sin las personas no tiene sentido, por ello, siempre hemos tratado de que el talento con el que contamos en Repsol fuera el centro de nuestra transformación. De esta manera un gran número de empleados han participado en todas las acciones relacionadas con la digitalización, y contamos con varias iniciativas que promueven la formación de los empleados en tecnologías digitales como la Repsol Data School, que proporciona conocimientos sobre analítica y datos y potenciamos el diseño de iniciativas digitales siempre centrándonos en las personas.
La tecnología avanza tan rápido que a veces es complicado encontrar el talento que sepa integrar el valor de las nuevas herramientas en la organización. Por este motivo nuestra estrategia es contar con profesionales altamente cualificados e integrados a lo largo de todas las áreas de la compañía. Todos ellos forman parte de distintos grupos expertos, tanto internos como externos, especializados y con un alto conocimiento en las tecnologías más disruptivas y de última generación. Sus capacidades y su trabajo son vitales y muy valiosos para nuestra transformación. Nos proporcionan numerosos recursos, apoyo en el desarrollo de iniciativas digitales y plataformas transversales, y promueven el uso y la adopción de estas tecnologías en toda la compañía.
Las empresas deberían disponer de un radar de tendencias que les ofrezca la suficiente información para determinar en qué punto se encuentran y entender bien lo que se puede esperar de ellas en cada momento.