La segunda, innovar, pensar en cómo mejorar nuestros procesos de negocio, nuestros productos y servicios. Y si es necesario reinventarnos. Lo que antes valía hoy no vale.
La tercera, buscar nuevos mercados, la internacionalización, y no vale empezar a intentar poner banderitas en muchos países. Buscar aquéllos donde tengamos menos barreras culturales o donde nuestros productos o servicios puedan ser más demandados. Y hacerlo con dos premisas: Una, somos nosotros los que nos debemos adaptar al nuevo mercado y no al revés; y dos, necesitaremos siempre socios locales.
La cuarta, la financiación, presentar modelos de negocio creíbles y buscar los organismos adecuados (que existen) para que nos ayuden con nuestros planes. Y lo conseguiremos, siempre y cuando, sean creíbles.
La quinta y última, adaptar nuestra organización a nuestros ingresos reales y no plantear organizaciones en base a planes de negocio futuribles, porque ésta sería la mejor manera de arruinarnos.
Y por último, nuestra visión gráfica de la crisis económica: Hemos pasado, o más bien estamos pasando, por un huracán financiero que está es sus últimos coletazos, los más peligrosos. Sólo han quedado en pie las empresas más sólidas, con mejores cimientos y es ahora, cuando de verdad termine, cuando nos encontraremos con un paisaje desolador, lleno de ruinas.
¿Y qué va a pasar? Las empresas que han quedado intactas (pocas) serán las más afortunadas en la rápida recuperación y búsqueda de nuevas oportunidades. Las que han sobrevivido a duras penas, tendrán que recomponer sus casas y cimientos para volver a ser competitivas (bastantes) y de entre las cenizas, resurgirán numerosas nuevas empresas a la búsqueda de las innumerables oportunidades que van a salir en este nuevo escenario.
Escenario, diferente, más duro, más competitivo, más necesitado de innovación, con mucha más tecnología y con enormes oportunidades en los que piensen en global.