A la espera de conocer los datos oficiales que el multisector TIC ha arrojado en 2016, las estimaciones que desde Ametic hacemos, indican que la facturación se ha aproximado a los 95.000 millones de euros, lo que nos sitúa en casi un 5,4% de incremento con respecto a 2015. La herida por donde se desangró el sector en el periodo 2008-2013, con una contracción que llegó al 18%, parece que empieza a cicatrizar después de tres ejercicios de crecimiento. En cualquier caso, debido al gran retroceso experimentado, queda aún un trecho importante hasta recuperar niveles del pasado y alcanzar un ritmo que termine, definitivamente, con la nostalgia de otros tiempos. Lo mejor siempre ha de estar por llegar. Aunque hay segmentos a los que les está costando más la recuperación, hay un tono de optimismo general en el conjunto del sector. No obstante, vivimos un momento crucial. Es la hora de aunar voluntades para alcanzar velocidad de crucero y poner rumbo definitivo hacia la transformación digital de nuestro país, la llamada Cuarta Revolución Industrial, algo que debe ser una cuestión de Estado. El camino irrenunciable hacia un futuro de desarrollo, creación de riqueza y generación de empleo.
Para lograr ese objetivo, necesitamos que España mejore su posición en los índices internacionales que clasifican a los países por su nivel de digitalización, donde estamos muy por debajo del peso real de nuestra economía. No parece razonable que España, la economía número 14 del mundo, ocupe el lugar 35 en digitalización (el 43 si atendemos exclusivamente al nivel de digitalización de sus empresas) según el NRI 2016 (Network Readiness Index del World Economic Forum), un índice que también destaca negativamente la formación tecnológica de los empleados de nuestras empresas.
Algo parecido nos ocurre en el ámbito europeo, donde nuestro nivel de digitalización aparece en el puesto 15 de los 28 países de la Unión Europea según el DESI (Digital Economy and Society Index), incluso un poco por debajo de la media de la UE. Aflora aquí de nuevo la debilidad en materia de formación digital: hasta un 46% de los ciudadanos carecen de competencias digitales básicas. Pero no solo España tiene que avanzar aceleradamente en su digitalización, la UE debe hacer lo propio mirándose en el espejo de EEUU y del sudeste asiático. Se estima que un grado adecuado de digitalización de Europa (que actualmente solo está al 12% de su potencial) aportaría 2,5 billones de euros a la economía para 2025 (lo que representaría un 10% sobre las previsiones de crecimiento actuales), reduciría los costes de la Administración Pública un 20% e incrementaría la productividad de la industria en, al menos, otro 20%. La transformación digital, más allá de limitarse a incorporar las nuevas tecnologías a los procesos de organizaciones y personas, supone un cambio cultural y una renovación completa de nuestra forma de trabajar y relacionarnos para adaptarnos a esta revolución.
Necesitamos que España mejore su posición en los índices internacionales que clasifican a los países por su nivel de digitalización
Para poder alcanzarlo, se hace necesario concienciar a los gobiernos, las administraciones, los sectores productivos y el público en general de que debemos realizar un gran esfuerzo de mejora, sobre todo si tenemos en cuenta que desarrollar una verdadera economía digital será la base que permita garantizar nuestra competitividad y nuestro bienestar en un futuro próximo. Para Ametic, la transformación digital ya no es una estrategia de futuro, sino que ofrece una ventaja competitiva que puede no ser solo conveniente sino imprescindible para la supervivencia de nuestro tejido empresarial y nuestro desarrollo social. En este contexto, se hace necesario repasar aspectos clave para la transformación digital como el marco regulatorio, la completa renovación de la estrategia y el liderazgo de las empresas, que deben orientarse totalmente a lo digital, así como la adopción de prácticas colaborativas o la captación, formación y retención del talento digital, considerados esenciales para el éxito de esta iniciativa.
Sin olvidar algunos elementos que pueden suponer barreras para su adopción y que será necesario superar, se deben analizar los beneficios derivados de la transformación digital. Este examen no se limita al punto de vista cuantitativo, vinculado al ahorro de costes que puede suponer y el aumento de ingresos procedente de la ampliación del catálogo de soluciones o la personalización del servicio al cliente. Y es que los beneficios cualitativos no son menos importantes y tienen que ver con la satisfacción de empleados y clientes, la mejora del prestigio de una organización o la ayuda en la toma de decisiones basada en datos. Frente a ciertas opiniones que ven en la digitalización un riesgo para el empleo, en Ametic sostenemos que en esta revolución digital se encuentra la clave de nuestra prosperidad a corto y medio plazo, con una gran aportación a la riqueza del país y con la generación de puestos de trabajo de calidad.