Las redes sociales son un fenómeno imparable y al que ya resulta vano y estúpido resistirse, por muchas consideraciones de índole social y cultural que se puedan anteponer. Facebook, la red más representativa, crece con un ritmo espectacular. En julio de 2010, el portal creado por Mark Zuckerberg alcanzaba el hito de los 500 millones de usuarios, y un año después se sitúa en 750 millones, con la esperanza de alcanzar los 1.000 millones antes de que finalice el presente ejercicio.
Sin contar con cifras tan espectaculares, el caso de Twitter tampoco resulta despreciable. En enero de 2011, esta plataforma de microblogging se colocaba en 200 millones de usuarios y, lo que es más importante, se ha convertido en un espacio mucho más atractivo para ciertos perfiles de usuario sobre todo por su uso extendido a través de los dispositivos móviles. Un reciente estudio de la firma Compete asegura que el 66,1% de los usuarios de Twitter, afirman que las actualizaciones de los minoristas en la red social han influido de alguna manera a la hora de decidir sus compras.
Tuenti, el exponente nacional, tampoco se queda atrás en términos comparativos. La red social española por excelencia creada en 2006 y ahora perteneciente a Telefónica, contaba con fecha de abril de 2011 con 10,7 millones de usuarios registrados y es uno de los sitios web más visitados de nuestro país. Con estos datos en la mano, las empresas no deben desmarcarse de este fenómeno y tienen que abordarlo con inteligencia y enfoque práctico. La polémica ha saltado a los medios on line con noticias como la del despido de cinco personas en Estados Unidos por quejarse en Facebook de sus condiciones de trabajo o la de aquella profesora que fue destituida por mostrar fotos suyas consumiendo cerveza durante una fiesta.
También está cundiendo la especie de que muchos directivos de recursos humanos rastrean a través de las redes sociales para conocer el comportamiento de sus futuros candidatos. Según SocialCast, el 54% de los empresas prohíbe el uso de las redes sociales, algo que resulta a todas luces un error. Poner puertas al campo de las redes sociales, amén de contraproducente y ineficaz, supone privar a las empresas del uso de herramientas colaborativas populares y masivas que ayudan a generar nuevas ideas y propiciar la innovación corporativa.
