Un matiz en la guerra contra el spam

No emplear el sentido común para combatir el spam nos puede hacer perder gran cantidad de correo electrónico legítimo, afectando así a la evolución futura de la industria que crece en torno a Internet.

Publicado el 04 Sep 2003

El correo electrónico es y ha sido hasta el momento actual uno de los grandes impulsores de Internet como canal de comunicación. Su uso ha cambiado las formas de colaboración con una especial incidencia en ámbitos laborales, donde el uso del e-mail está ya totalmente asociado a muchas dinámicas y rutinas que lo convierten en una herramienta imprescindible para los procesos productivos de la inmensa mayoría de empresas.

Sin embargo, su ascenso ha conllevado también la aparición de amenazas que explotan su uso masivo, capaces de acarrear su desautorización como herramienta de comunicación.

Como principales enemigos, podemos señalar la conversión en mecanismo de propagación por parte de los creadores de virus informáticos o, en los últimos tiempos, el fenómeno conocido por Spam o envío masivo e indiscriminado de mensajes de correo no deseados o solicitados por el receptor, contra cuyo desmesurado aumento parecen centrarse gran parte de los esfuerzos de la industria de seguridad informática.

En la reciente feria Infosecurity celebrada en Londres y que congregó a los principales actores de la industria de la seguridad den Tecnologías de la Información, pudo vivirse la vigencia de esta creciente preocupación por el spam.

El problema viene también respaldado por datos como los recientemente publicados por la consultora Gartner, que auguran una expansión del spam tan elevada que alcanzará ya un 50 por ciento del total del tráfico de correo electrónico a través de Internet e durante el próximo año.

Y es que si atendemos a su comportamiento en 2003, se están dando a conocer múltiples soluciones y propuestas que buscan su espacio aprovechando esa gran campaña contra el spam que se extiende por todo el planeta y que, tal vez, abusa en exceso de tintes tremendistas e ignora los daños colaterales de aquellas decisiones pocos reflexivas a las que casi siempre conduce una alarma excesiva.

Tal vez cabría plantearse si estamos ante un desaforado llamamiento a una lucha sin tregua contra el spam, que, por desmedida pueda pasar por encima de aspectos que deberían ser fundamentales.

El spam no es un hecho agradable, pero como fenómeno surgido en torno al uso de Intenet -un medio todavía joven del que día a día aprendemos cosas nuevas- cualquier medida que se tome para su detención debe contemplar la necesaria preservación de la Red como medio de comunicación, si no queremos echar a perder el buen trabajo realizado hasta ahora.

La vinculación ineludible del fenómeno spam al uso y progreso de Internet hace así necesario que cualquier planteamiento para su erradicación sea elaborado considerando cual será su efecto sobre el desarrollo del medio que lo alberga y de la creciente industria a la que Internet da paso.

Recientemente, Jupiter Research valoraba la generación total de negocio del marketing a través del correo electrónico en 1.400 millones de euros a lo largo del pasado año, y auguraba que esta cantidad alcanzará los 2.100 millones de euros al término de 2003.

Unos números relativos a un sector completamente legal y totalmente desvinculado del spam que, sin embargo y a pesar de este crecimiento, empieza a ver cómo el consumidor reduce su tolerancia al e-marketing.

Esta tendencia que atenta contra la viabilidad del e-marketing como sector emergente vinculado a gran parte de los negocios que se construyen en torno a Internet, para nada se verá reducida con campañas basadas en alertas sin matices, que desautorizan la Red como medio de comunicación seguro, a la par que confunden al usuario.

Algunos de los antídotos propuestos hasta ahora contra el spam plantean acuerdos a escala global, donde se asigna un papel vinculante a los grandes proveedores de conexión y cuentas de correo.

La creación de listas negras universales y su utilización como nutriente de filtros estandarizados desarrollados por los proveedores de correo sería la herramienta a utilizar en la mayoría de los casos.

Pero esto llevaría a un planteamiento que no sólo puede dejar fuera de juego a gran parte de las empresas que tienen en Internet y en la comunicación a través del e-mail su medio fundamental de vida, sino que además fomenta una guerra por el control de estas listas que fácil y rápidamente se verá salpicada por falsas denuncias e intereses mercantilistas, alejándose poco a poco de su funcionalidad inicial.

Por todo ello y más allá del apoyo legislativo a la lucha contra la indebida apropiación y comercialización de datos personales -entre los que se encontraría la dirección de correo electrónico- que los diferentes Gobiernos deben llevar a cabo, la solución más lógica parece aquélla que nace de una definición subjetiva del spam.

Lo que representa spam para un usuario de la Red, no necesariamente lo será para otro. En consecuencia, su tratamiento debe pasar, en lógica, por la generación de soluciones flexibles y personalizadas que se nutran de listas negras o blancas generadas, modificadas y controladas por el propio usuario.

Los fabricantes de soluciones informáticas debemos trabajar en este sentido, y animar a las empresas, administradores de redes corporativos y usuarios a que establezcan su propio nivel de tolerancia al spam.

Para ello, deben proporcionarse herramientas de filtrado flexibles, modulables según sus necesidades específicas que contribuyan a la inutilización y desaparición del fenómeno spam, sin dañar toda la generación de negocio legítimo que Internet y el uso del correo electrónico impulsa.

Jacobo Crespo, territory manager de Sybari Software.

S:Su tratamiento debe contemplar soluciones flexibles y personalizadas que se nutran de listas negras o blancas generadas, modificadas y controladas por el propio usuario.

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Redacción Computing

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