El teletrabajo permitió seguir operando a muchas empresas en este país durante lo peor de la pandemia. Se podría decir que el trabajo a distancia salvó la economía nacional y mundial del parón absoluto durante la irrupción de la Covid-19. En la primavera del año pasado, y luego en muchos otros momentos, gran parte de la fuerza laboral ha permanecido en casa y ha podido desempeñar su labor gracias a la adopción rápida de tecnologías como portátiles, software de VPN, escritorios remotos, etc.
La Covid-19, tan dañina en muchos aspectos, trajo una iluminación: España, sus empresas y sus trabajadores, se dieron cuenta de que se podía mantener la actividad aplicando una modalidad laboral hasta entonces muy residual y denostada por algunos. Según datos del INE, antes de la pandemia solo hacía teletrabajo un 4,8% de los empleados de este país, muy por debajo de los Países Bajos o Finlandia, que tenían en torno al 14 o 13% de su fuerza laboral desplazada.
Sin embargo, el confinamiento generalizado de la primavera del pasado año mandó a casa de un día para otro a más de tres millones de trabajadores españoles (un 15% del total), un ejército de oficinas que en poco tiempo tuvieron que improvisar su puesto de trabajo en el salón, en la terraza o en el dormitorio. Ahora, según los últimos datos del INE, la ola remite y sólo un 9% de las personas siguen teletrabajando en este país de forma habitual, es decir, más de la mitad de los días. En cualquier caso, son todavía casi dos millones de profesionales. Un informe publicado por la Universidad Autónoma de Barcelona este verano confirmaba también que el teletrabajo ha descendido a la mitad con respecto a su pico en 2020 y hoy lo hacen un 17% de los empleados.
Pero, más allá de cifras, la gran pregunta es qué va a pasar a partir de ahora, con una pandemia que va y viene, pero con una economía que pide a gritos la ansiada vuelta a la normalidad. ¿Se va a mantener este gran experimento laboral que ha obligado a abordar la Covid-19 o quedará para el recuerdo con el paso de los años?
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Los funcionarios vuelven a la oficina
El sector público ya va dando pistas claras de por dónde van a ir los tiros. Los funcionarios de la administración general del estado han vuelto por regla general a las oficinas desde el 1 de octubre. Y sólo están pudiendo hacer teletrabajo un día a la semana como máximo. Sin embargo, el Gobierno prepara un real decreto para el año que viene que les dará la posibilidad a los trabajadores públicos de trabajar en remoto hasta tres días a la semana.
En comunidades autónomas como la valenciana también han recuperado al cien por cien la presencialidad desde hace un par de semanas. Otras, como la Comunidad de Madrid, son partidarias de mantener el teletrabajo dos o tres días por semana y ligar el desempeño de los funcionarios a la consecución de objetivos, aunque todo está en el aire.
En el mundo de la empresa, parece que la apuesta por el momento es por un modelo híbrido, de dos o tres días en la oficina y el resto en casa. Un informe de Boston Consulting Group, realizado entre abril y junio de este año, desvelaba que hasta un 65% de las compañías de este país está a gusto con esta fórmula. Y sólo un 10% de los gestores no estaba abierto a que sus empleados trabajaran en remoto en algún momento, o como mucho estaba dispuestos a que lo hicieran un día.
Además, ese mismo estudio aseguraba que casi dos tercios de los empleados considera que sus tareas se pueden llevar a cabo a distancia. Los expertos dicen que la fórmula híbrida es la modalidad que se impondrá, aunque con matices en cada caso. Sin embargo, avisan de las complicaciones que puede traer la Ley de Trabajo a Distancia, que se publicó en el BOE a principios de julio, y que obliga a las empresas a sufragar los gastos el empleado cuando supere más de un 30% de tiempo en casa.
Esta obligación puede condicionar la adopción del teletrabajo en muchas compañías y hacer que opten por porcentajes bajos de trabajo en remoto. Otro motivo que puede disuadir a muchas empresas a la hora de deslocalizar a sus plantillas son las sanciones a los que se salten la ley, que pueden llegar hasta 7.500 euros por no dotar de medios a un teletrabajador.
Además, quedará a manos de la negociación colectiva determinar si gastos como la electricidad, internet o el teléfono se pueden imputar a la empresa en concepto de teletrabajo. Y eso también puede disuadir a algunas compañías de entrar en este tipo de negociaciones y de acabar adoptando el trabajo en remoto de forma habitual.
Beneficios para empresas y trabajadores
En estos meses, decenas de miles de compañías en España, sobre todo pequeñas y medianas, se están planteando qué hacer con sus plantillas. Las decisiones serán muy variadas, y está por ver si el modelo híbrido es mayoritario y por lo tanto se asienta una cultura del teletrabajo y del desempeño por objetivos. Los expertos en gestión de recursos humanos dicen que un escenario mixto sería beneficioso para trabajadores y empresarios.
Para estos últimos, porque el trabajo en remoto ahorra costes en infraestructuras y servicios. Para los primeros porque aporta flexibilidad de horarios, ahorra tiempos en desplazamientos y hace posible una mayor conciliación de vida personal y familiar.
La presencialidad favorece la interacción entre empleados y que las ideas y los proyectos fluyan. También facilita el trabajo en equipo y favorece el sentimiento de pertenencia a la organización y el mantenimiento de una cultura corporativa y unos valores comunes. Además, el modelo híbrido será fundamental para las empresas que quieran atraer a los mejores profesionales en el futuro. Incluir la opción del teletrabajo en una oferta de empleo será decisivo en los años que vienen para llevarse al mejor candidato.