En estos momentos, el Gobierno trabaja en el plan que permitirá a España acceder a los fondos de recuperación europeos. Dentro del mismo aparecen distintas iniciativas que tienen que ver con la modernización y digitalización del tejido industrial y la pyme; la educación y el conocimiento; la ciencia y la innovación o la transición energética, entre otros. Con independencia de la nomenclatura política que se utilice, todos estos apartados tienen un mismo común denominador, una misma piedra angular en la que descansa su potencial, que es la tecnología, y más específicamente, las telecomunicaciones.
De este plan va a depender la evolución del país durante un largo periodo de tiempo, puesto que el objetivo es sentar las bases de la nueva economía. De ahí que, a la hora de definirlo, sería conveniente mirar más allá del efecto inmediato y cortoplacista de reactivación, y destinar la inversión a proyectos que nos permitan posicionarnos como una potencia de primer nivel en los nuevos modelos económicos que habrán de ver la luz en el entorno pospandemia.
En el caso de las comunicaciones, por ejemplo, sería fácilmente entendible por la opinión pública, así como muy deseable por parte del sector TIC, que algunas de estas ayudas se orientaran a la financiación del despliegue de 5G. Está claro que esta tecnología supone un verdadero avance y va a resultar esencial para el desarrollo de nuevos modelos productivos, sin embargo, el despliegue de la tecnología en sí mismo no es suficiente para innovar y liderar los nuevos mercados.
Sería muy deseable por parte del sector TIC que algunas de estas ayudas se orientaran a la financiación del despliegue de 5G
La realidad es que los grandes proveedores de telecomunicaciones ya tenían previstas las inversiones relativas al despliegue de 5G en sus planes estratégicos mucho antes de que se iniciara la pandemia. Ericsson, por ejemplo, ya tiene en estos momentos 83 redes 5G operativas en 41 países de todo el mundo, por lo que destinar fondos de recuperación a algo que ya estaba contemplado, sería equivalente a subvencionar la actividad de una empresa concreta, que se limitará a hacer lo que ya tenía previsto, pero con dinero público y sin aportar ningún valor añadido.
Naturalmente, lo anterior es mucho más rápido y requiere menos esfuerzo que definir una estrategia a largo plazo. No se trata de tener una bola de cristal, pero parece lógico pensar que con la colaboración de todos los actores involucrados en el sector Telco sería posible perfilar cómo será el futuro modelo productivo partiendo de la realidad en la que nos encontramos, es decir, teniendo en cuenta las inversiones ya efectuadas, pero yendo más allá de la tecnología básica necesaria para su desarrollo.
Proyectos innovadores
El verdadero reto para el avance de tecnologías como 5G no está en el despliegue, sino en la innovación. Aquí, los operadores deben ampliar su ecosistema, con sus proveedores y clientes, para construir propuestas tanto operacionales como comerciales de valor sobre nuevos escenarios de servicio, lo cual beneficiaría la monetización de las inversiones llevadas a cabo por todos los actores involucrados.
Desde el punto de vista operativo, innovando para disponer de las herramientas y los procesos necesarios para evolucionar, por ejemplo, a escenarios “telco cloud”, con servicios de entrega continuos que permitan la rapidez en la entrega de nuevos servicios y, cómo no, en la propia gestión e integración de la seguridad.
Desde el punto de vista comercial, articulando servicios que puedan cambiar de verdad la percepción de los usuarios, aprovechando las altas velocidades, bajas latencias, amplia cobertura, máxima seguridad y, por supuesto, con tarifas atractivas.
Además de lo anterior, hay un segundo reto que se deberá afrontar con respecto a los fondos de recuperación, que es alcanzar la capacidad suficiente para absorberlos. Según el think tank Bruegel, España es especialista en no dar salida a los fondos europeos que se le asignan. Sería una pena que en esta ocasión sucediera lo mismo. Establecer mecanismos de valoración de proyectos y asignación de fondos lo suficientemente ágiles resultará clave para poder aprovechar la ocasión al máximo.
Sin duda, la aproximación a largo plazo tendrá cabida en determinados países que históricamente han sido motores económicos en base a la innovación en los modelos tecnológicos. No tener la misma visión de futuro y focalizarnos en la calificación fácil de proyectos a corto, lo cual resulta sin duda tentador para la clase política, puede condenar a nuestra economía a velocidades de segunda y dejarnos, una vez más, a remolque de las principales potencias, copiando a los líderes en lugar de marcando tendencia.
El sector TIC español debe madurar de una vez y dejar el camino fácil y populista que ha tomado en múltiples ocasiones. Ahora nos encontramos con la oportunidad de poder apostar por el desarrollo de proyectos verdaderamente innovadores. ¡Aprovechémosla!