¿Recesión global en 2023?

Por José Manuel Burgueño, Doctor en Ciencias de la Información.

Publicado el 16 Ene 2023

¿Recesión global en 2023?

Cuando Estados Unidos estornuda el mundo se resfría. La sentencia, cuya versión inicial, del canciller austriaco del siglo XIX Metternich, se refería a Francia respecto a Europa, hoy podría aludir tanto a la primera como a la segunda potencia mundial, China. Aunque esta economía asiática representa solo el 18% del PIB planetario, su meteórica expansión la convierte en el gran motor global, por encima incluso de EEUU, ya que nada menos que el 25% del incremento del PIB mundial en 2021 fue gracias a China, y uno de cada cuatro bienes importados en la UE procede de allí. Si estornuda, se tambalea una cuarta parte del crecimiento mundial. Y si preocupa una recesión estadounidense no lo hace menos el frenazo económico de Pekín.

La probabilidad de que Estados Unidos entre en recesión en 2023 ha ido aumentando desde el 49% de julio al 63% de octubre y el 70% de diciembre, según la visión de los economistas encuestados por The Wall Street Journal y Reuters, aunque según las proyecciones de los modelos de Bloomberg Economics publicadas en otoño, sería del 100%. Pero además de los sondeos y los modelos, hay un indicador que no ha fallado en las previsiones de cada recesión norteamericana en los últimos 50 años: la inversión de la curva de rendimiento, es decir, la brecha entre los costos de endeudamiento de Estados Unidos a corto y largo plazo. En diciembre se alcanzaba la diferencia más amplia desde 1981, de 0,84 puntos porcentuales (el rendimiento del Tesoro a dos años cotizaba en 4,2% y a diez, en 3,4%), señal inequívoca de que se aproxima recesión.

La clave puede tenerla la Reserva Federal: si en su batalla para controlar la inflación (desbocada hasta niveles no vistos en los últimos treinta años: ha pasado del 0% en abril de 2020 hasta entornos del 7% y 8%), mantiene el rumbo en su política de subida de tipos -y hay indicios, sobre todo si interpreta que sigue teniendo margen al ver un mercado laboral sólido, salarios al alza, llegada de inversión extranjera y crecimiento económico en el sector servicios- es difícil que se soslaye. Los tipos (en máximos desde la crisis financiera en 2008 que dio lugar a la Gran Recesión) aumentaron en 2022 alrededor de 4 puntos desde un nivel cercano a cero a principios de año. En sus predicciones de septiembre, la Fed preveía mantener el tipo de interés oficial entre el 3,9 y el 4,6% para finales de 2022, y entre el 3,9 y el 4,9% en 2023, para acabar con una horquilla de tipos de entre el 2,3 y 3% a largo plazo, pero en diciembre, su presidente, Jerome Powell, auguró que “el nivel definitivo de tipos deberá ser un poco más alto del que se incluía en nuestro resumen de predicciones económicas de septiembre”.

Fuente: OCDE (previsiones otoño 2022).
Fuente: OCDE (previsiones otoño 2022).

Precisamente cuando comienza la desaceleración de la economía global, la salud económica del gigante asiático también empieza a resentirse. Las medidas extremas para contener el Covid han hecho mella en la economía local, así como en los puertos y las fábricas que nutren a toda la cadena global de suministros. Los datos sobre comercio exterior publicados en diciembre por Pekín, que apuntan a una contracción del 1,1 % de las importaciones comerciales totales, ensombrecieron el optimismo generado por la relajación de las medidas contra el coronavirus en el país. Aparte de la pandemia, de ‘muralla’ para dentro China tiene que afrontar la crisis energética, un paro juvenil de récord y la contracción del sector inmobiliario; pero internacionalmente, no solo tiene muy viva la guerra comercial con EEUU, sino que las dificultades que encuentra para acceder a la tecnología occidental son cada vez mayores.

Por primera vez en tres décadas el gigante asiático será superado en crecimiento anual por las economías emergentes del continente. Las estimaciones del Banco Asiático de Desarrollo (BAD) de septiembre apuntaban a que China va camino de registrar su menor expansión en cuatro décadas, excluyendo solo el año 2020, en plena pandemia, con un crecimiento del 3,3% (cuando el pronóstico de abril era del 5%, y no ha bajado del 6% en los últimos treinta años, a excepción de 2020), y para 2023 también rebaja la proyección a un 4,5%, tres décimas menos que las anteriores previsiones. Aun así, nada que ver con las previsiones de la OCDE para Estados Unidos (1,8% de crecimiento para 2022 y 0,5% para 2023) o para la locomotora europea, Alemania: 1,8% en 2022, y una contracción del 0,3% en 2023.

La Unión Europea, geográficamente más expuesta a los efectos de la guerra de Ucrania y a las perturbaciones del mercado energético, muestra tendencias alarmantes. El cambio de signo de la balanza comercial, a causa de las caras importaciones de la energía (de enero a septiembre, el déficit comercial fue de 266.600 millones de euros, frente a un superávit de 129.200 millones en el mismo periodo del año anterior) se suma a una inflación récord impulsada precisamente por los costes energéticos y los precios alimentarios, que atenaza a hogares y empresas. Estos preocupantes signos, unidos a la incertidumbre por la “operación militar especial” del Kremlin sobre su vecina Ucrania, han llevado a muchos analistas a vaticinar una recesión en toda la UE. Según las estimaciones de noviembre de la Comisión Europea, la zona euro podría librarse de la recesión o el estancamiento y crecer en 2023 aunque sea tan solo un 0,3%, pero ello dependerá de si finalmente Estados Unidos o China acaban estornudando.

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Redacción Computing

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