Las sucesivas ruedas de prensa de balance de ejercicio de la AEC no se han caracterizado durante estos últimos años por su alegría y desparpajo.
El presidente de marras (durante la crisis a José Pimentel le tocó el papelón) parecía dar un parte de bajas, con un retrato desolador del mercado patrio y con las esperanzas puestas en el mercado internacional, especialmente el latinoamericano; un El Dorado al que asirse como tabla de salvación. Huida de talento, paralización de los proyectos, bajos presupuestos, presión abusiva por parte de los clientes, licitaciones espartanas… constituían un rosario de lamentos que lastraban cualquier esperanza. En la última presentación de la AEC, el nuevo presidente, Vicente Calzado, parecía traer una barra de pan debajo de la cartera.
El argumento ha cambiado, España ya no es ese terreno árido y hostil, sino que por obra y arte de la transformación digital se ha llenado de semillas y empieza a dar sus frutos. Las operadoras, los bancos y la AAPP, los principales abrevaderos de la consultoría tecnológica, han puesto las pilas para ‘tunearse’ y poder tutear a los advenedizos digitales que afloran por doquier. En cambio, da miedo mirar ahí fuera. Algunos países de Latinoamérica se han vuelto inestables debido a la corrupción institucionalizada y una crisis pertinaz. Se ha desinflado la burbuja de mercados emergentes, como es el caso de Brasil o Perú. El cambio de moneda y la bajada del petróleo también son efectos nocivos.
Los responsables de la AEC se sienten reconfortados por la proyección del empleo y de las contrataciones para este año y apuntan un crecimiento idéntico del 5% para este ejercicio. Una asociación que, por cierto, seguirá navegando en solitario tras su conato de casamiento con Ametic que resultó frustrado por incompatibilidades estatutarias
