Ética y liderazgo

Alfonso Royo, director general de BMC Software España y Portugal.

Publicado el 19 Oct 2006

¿Es posible un liderazgo ético?, ¿es posible compaginar el objetivo lícito de toda empresa de obtención de beneficios a través de la producción de unos bienes o de la prestación de un servicio, con un estilo de liderazgo que contemple actitudes éticas?

¿Es posible transmitir a los diferentes niveles directivos de una organización (pensemos en las complejas organizaciones multinacionales) una determinada ética de empresa cuando hay tantas diferencias culturales entre países y áreas geográficas?

¿Qué ocurre cuando grandes compañías con culturas (entendidas como conjunto de valores) diferentes se fusionan? ¿es sólo una moda pasajera consecuencia de hechos concretos y especialmente impactantes o hay realmente una conciencia clara de la necesidad de una ética empresarial?, ¿son compatibles la ética y los negocios?

¿Es posible obtener unos buenos resultados empresariales (cuantitativos) poniendo en marcha medidas de mejora cualitativa o no hay relación entre ambas?

Y si todas esas preguntas nos las hacemos en un momento de profunda crisis económica, ¿obtendríamos las mismas respuestas a todos estos interrogantes?

Estas y otras muchas preguntas están en la boca de todo el mundo y como no, también en nuestro mundo, el de los sistemas de información y de las telecomunicaciones donde estamos viviendo unos años frenéticos.

Años en los que hemos visto nacer, crecer, hincharse como una gran burbuja y finalmente desaparecer gran cantidad de compañías y todo ello en un cortísimo espacio de tiempo y también hemos visto como otras muchas empresas se consolidaban y salían fortalecidas en sí mismas o través de fusiones y adquisiciones, aunque también es cierto que no siempre es esto último garantía de éxito futuro.

Una empresa éticamente impecable se caracteriza por la agilidad y la iniciativa, por el fomento de la cooperación entre sus miembros, ya que a todos mueve un interés común, por la solidaridad al alza, por el riesgo razonable, por la corresponsabilidad y todo ello dentro de un marco de justicia (Adela Cortina, Etica y Empresa, Editorial Trotta Madrid 1.994).

Esas características indicadas por Adela Cortina nos dan las pautas a la hora de analizar los principios y reglas morales que deben seguir los directivos de las compañías, si quieren que las mismas sean consideradas éticamente impecables.

Porque la ética de una compañía se perfila a través de sus directivos que se convierten en elementos clave. Empezando por los primeros ejecutivos que son los que marcan las especificidades de una compañía y desde ellos se debe transmitir, sin perder ni un ápice de su contenido, a todos los niveles de una organización.

Pero, adicionalmente, este proceso debe ser bidireccional, de arriba hacia abajo pero también en sentido contrario, de manera que esta retroalimentación genere en la organización un estilo mejor, un espíritu común de qué se quiere conseguir y cómo hacerlo.

No es fácil para una compañía pensar y construir pensando en el largo plazo y al mismo tiempo presentar unos buenos resultados a corto plazo, que para muchas se convierte en cortísimo (tres meses), y que por lo tanto se ven sometidas a grandes tensiones cuando esos resultados a corto no se dan.

Estamos por tanto en una sociedad en la que la presión del para ahora mismo, hace difícil trabajar con las miras puestas en el futuro porque si los resultados a corto no acompañan quizá no nos de tiempo para actuar y sin embargo estos procesos necesitan un tiempo determinado si se quieren hacer con rigor y no para salir del paso o como mera apariencia, riesgo por otro lado muy claro en la sociedad actual.

Con todo, hay compañías que se mueven en esa vía de la impecabilidad ética tomando una serie de acciones encaminadas a ese fin:

Una misión clara y compartida (yo añadiría interiorizada) por todo el equipo ejecutivo y por extensión por todos los empleados.

Unos ejecutivos profesionales, comprometidos y rigurosos en la gestión de la compañía.

Una información de gestión clara y detallada de cara a sus clientes, accionistas y empleados.

Un riguroso cumplimiento de todas las obligaciones empresariales y financieras y una total transparencia de la gestión.

Una organización lo suficientemente aplanada para que todos se sientan cerca y auténticamente implicados en la misión no perdiéndose su auténtico sentido por el camino.

Unos canales que permitan una comunicación fluida y donde ese flujo de información se mueva a tiempo, sin distorsiones y a todos los niveles de la compañía.

Unas relaciones interpersonales que favorezcan la comunicación y la escucha activa del otro.

Unos profesionales cualificados, en continua formación y ocupando los puestos donde puedan dar el máximo rendimiento en función de sus capacidades.

Unos planes de carrera y de promoción profesional objetivos y rigurosos, que reconozcan y valoren a los mejores.

Un trabajo en equipo en el que los diferentes grupos que configuran la compañía pongan en común lo mejor de cada uno.

Una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se promete y lo que se cumple en todas las relaciones tanto internas como externas y tanto verticales como horizontales.

La construcción de relaciones basadas en la sinceridad y confianza y con las miras puestas en el largo plazo.

El cumplimiento de los compromisos contractuales y por lo tanto la exigencia de dicho cumplimiento a los demás.

La creación de un ambiente de trabajo cálido y confortable.

El mantenimiento de una actitud abierta y de comunicación sincera ante situaciones de crisis interna o de tensión sea por la cause que sea.

Podríamos seguir con mayor nivel de detalle, pero bastan las anteriores como ejemplo de hacia donde se mueven las compañías con vocación, no sólo de liderazgo sino de liderazgo ético.

Pero qué ocurre si entramos en un período de recesión o incluso de crisis ¿es posible seguir actuando en base a esos puntos anteriores o no merece la pena el esfuerzo?

Hay multitud de estudios, análisis y ensayos de mucho mayor nivel y profundidad que esta pequeña reflexión basada fundamentalmente en la experiencia personal pero creo que no estamos hablando de un tema de moda pasajera sino de algo que debe estar en la esencia misma de las empresas y por lo tanto en quienes las forman.

Esa ética que está en la empresa porque está en quienes las dirigen como responsables últimos .Pero independientemente de dónde pensemos que estamos en esa evolución no hay que desanimarse en la construcción de esa empresa éticamente impecable porque como dice un filósofo de la talla de José Luis López Aranguren: “la tarea moral, lo mismo la personal que la colectiva, es, en realidad, una tarea infinita, inacabable”.

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Redacción Computing

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