Especial Computing 15 años: Día a día de la redacción

La redacción ya no es lo que era: las mesas repletas de papeles y recortes de periódicos, los ceniceros rebosantes de colillas a medio consumir…

Publicado el 29 Jul 2010

…aparatosos teléfonos aullando entre el chillido de los redactores, en un bullicio de cierre semanal, entre trágico y cómico.

Corría 1995. El fax echaba chispas y el escáner trabajaba a marchas forzadas para escanear las imágenes de la noticia, pero el alma seguía en vilo esperando a que llegara el motorista con la diapositiva del nuevo presidente de Microsoft Ibérica o con los planos de la fábrica de IBM de la Pobla de Vallbona. El mundo era más tranquilo y las noticias se tomaban su tiempo desde la portada del Wall Street Journal o el Financial Times hasta llegar a nuestros lares.

Las suscripciones se hacían esperar, las urgencias informativas no eran tan urgentes, o más bien la velocidad con que se generaban las noticias no tenían todavía el canal que las disparase como auténtica pólvora. También las pruebas de imprenta resultaban laboriosas. Primero la maqueta, luego los fotolitos y después los ferros, que olían a laboratorio químico. Las correcciones resultaban caras y a veces lastimosas.

Los plásticos de la cuatricomía costaban unas buenas pesetas en el año 95 y a las editoriales les suponía un sacrificio económico deshacer erratas y tener que paralizar un proceso de impresión era algo impensable por el coste que acarreaba. Pero estábamos acostumbrados al vivir al filo de la navaja, en cualquier momento algo podía fallar y todo era muy vulnerable. Pero no sé si por arte de encantamiento, o por el gran oficio de los profesionales bregados en mil batallas, las cosas terminaban saliendo y el ejemplar de turno llegaba al lector puntualmente sin reflejar las heridas y el sudor que llevaba a sus espaldas.

Bien es cierto que en 1995 ya habíamos superado el tipómetro, la linotipia y otros instrumentos del siglo XIX y usábamos un confortable programa de maquetación (Apple por entonces ya había conquistado el trono del diseño gráfico), si no muy flexible, lo suficientemente eficaz para componer páginas con relativa agilidad. En los puestos de los periodistas reinaba un ordenador personal con monitores CRT demasiado voluminosos para sus exiguas 14 pulgadas y el color apenas hacía tiempo que lucía en las pantallas.

Por entonces se hablaba con naturalidad de lo mono: monotarea, monousuario, monocromo y la informática todavía estaba centrada en el usuario único. No estábamos conectados en red y el disquete de 3,5 pulgadas era nuestra moneda de cambio, donde nuestros archivos pasaban de mano en mano, rezando para que fueran compatibles con el equipo del compañero o que algún despistado no los formatease por descuido.

Pero entonces, como si de un anuncio de detergentes se tratase, un resplandor de luz inundó nuestra estancia y el siglo XXI entró por la ventana. Sin darnos cuenta, nos vimos a los mandos de un ordenador de gran capacidad de almacenamiento, memoria RAM suficiente y un sistema operativo a la altura de las circunstancias. Las pantallas adelgazaron hasta hacerse TFTs y los recortes de periódicos y las voluminosas carpetas se retiraron al contenedor azul.

De pronto, empezamos a contar con una herramienta poderosa, algo molesta y trabajosa, como es el correo electrónico, que tanto amor y odio suscita entre sus usuarios. Y no digamos Internet que si en un principio fue un escaparate testimonial de las empresas, con el tiempo se convirtió en una suerte de fuente de información con crecimiento exponencial. Las compañías empezaron a integrar sus departamentos virtuales de prensa incluyendo notas, anuncios, imágenes e información corporativa muy útil para los profesionales de la información que agradecen sobremanera que le faciliten la labor al menos en las gestiones más básicas, que ya se buscarán las exclusivas utilizando sus armas y su saber hacer.

El lenguaje ha sido uno de los grandes caballos de batalla de los periodistas de TI. La tecnología no sólo ha cambiado nuestra forma de trabajar y de comunicarnos, también ha modificado nuestra manera de expresarnos. Al redactor le ha tocado el dudoso honor de acoger neologismos extraños y antinaturales para el idioma. Pero no se puede poner puertas al campo ni barricadas a un torrente tan caudaloso.

Las innovaciones tecnológicas han roto nuestros diques de contención, pues han irrumpido con una fuerza oceánica. Por ejemplo, la palabra chatear perdió su esencia primigenia y la mayoría de los ciudadanos se refieren a la mensajería instantánea en vez de la tradicional degustación de vinos en la bodega. La misma telefonía móvil tiene su jerga por la necesidad de los adolescentes de economizar palabras al lanzar sus SMS. Pero la tecnología se ha instalado en nuestras vidas y resulta imposible sustraerse a conceptos admitidos por todos pues sería de necios ir contracorriente y palabras como SaaS, cloud computing, nearshoring, spam, phising… están tan arraigadas en nuestro sector que buscar sinónimos se convertiría en una tarea tan inútil como infructuosa.

Los periodistas hemos crecido con la tecnología, y nos ha puesto en el brete de ser más versátiles. Internet requiere agilidad y adaptarse al medio. Los reporteros nos hemos convertido en ‘mojos’, (mobile journalists) que tratan la información desde el punto de vista multimedia, logrando destreza en el mundo del vídeo, siendo informadores on line con la puntualidad religiosa que requiere el medio y analistas sesudos del papel como las circunstancias exigen.

Y Computing no es una excepción, vivir comprometidos con la información exige ciertos compromisos éticos al igual que los caballeros medievales que buscaban el santo grial. La información es el santo grial del periodista y su divisa permanente. Y en un mundo como el actual cuando el caudal de datos resulta torrencial, es cuando más se precisa la profesionalidad para saber extraer con exquisitez los frutos anhelados por sus lectores.

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Rufino Contreras
Rufino Contreras

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