El gran culebrón del año en cuanto a tecnología se refiere está siendo, sin género de dudas, la adquisición de Twitter por el excéntrico multimillonario Elon Musk, una operación que ha desatado controversias y conflictos y que no se sabe hasta dónde podrá llegar tanta incongruencia. Como un elefante en una cacharrería, el polémico magnate ha despedido al 50% de la plantilla, ni más ni menos, y ha impelido a sus nuevos empleados a que trabajen a destajo si quieren sentirse dignos de permanecer en la compañía. Por cierto, a paso cambiado, está tratando de reclutar a algunos despedidos cuya especialización resulta clave para su futuro proyecto. Un ejercicio de improvisación digno de enseñarse en las escuelas de negocio como ejemplo nefasto de adquisición de una compañía. Ha eliminado el teletrabajo contraviniendo el sentido común y la tendencia laboral del momento, en la que existe un consenso unánime.
Ya su aparición en las instalaciones de Twitter con un lavabo en la mano era un signo premonitorio de que asistíamos a un esperpento. En plan Robespierre guillotinó a la cúpula directiva. Cayeron las cabezas de Parag Agrawal, consejero delegado, Ned Segal, CFO y la directora del departamento legal, Vijaya Gadde y de todo el comité de dirección. Medida que tuvo una reacción en cadena y provocó la dimisión de una pieza clave dentro de Twitter, la jefa de seguridad, Lea Kissner, quien mostró su preocupación por el viraje que va a dar la red social bajo el timón del nuevo ‘tuitero en jefe’, como a Musk le gusta que le llamen a partir de ahora.
El nuevo ‘garante de la libertad de expresión’ quiere limpiar de bots la red del pájaro azul. Acusó a la firma de tener un 20% de perfiles robotizados, como excusa para anular su compromiso de compra. Pero al final no ha tenido más opción que adquirir Twitter con un precio hinchado de 44.000 millones de dólares. Las críticas a Musk no cesan, ha desechado la insignia gris oficial en las cuentas de alto perfil dentro del servicio de pago Twitter Blue, que verifica la cuenta de los usuarios por 7,99 dólares al mes. Los expertos ven el riesgo de que se genere una brecha dentro de la red entre usuarios premium y usuarios normales. Todo un ramillete de dudas que genera este imprevisible directivo que tiene que reflotar un negocio que hace agujeros por varios lados.