2017 ha sido un año marcado por la ciberseguridad, por la aparición en los medios de la criptomoneda, e incluso del Blockchain, por todo aquello relacionado con la conectividad en torno a Internet de las Cosas y las smart cities, por las posibilidades que nos traerán el Machine Learning y la Inteligencia Artificial, la realidad virtual… El público de la calle comienza a tener conciencia de términos que hasta hace bien poco quedaban relegados a un ámbito más profesional o corporativo. La tecnología que llega es lo que nos trae.
Si echamos la vista a un lado, las Tecnologías de la Información se estabilizan como una commodity, resultado de su total madurez. Ya nadie duda de que todo tipo de organizaciones deben apostar por corrientes tipo cloud, analítica, inteligencia de negocio, movilidad, por tener un software de gestión determinado o disponer de unas plataformas suficientemente potentes de almacenamiento o de computación. Eso ya comienza a darse por hecho.
El salto que vemos es que la velocidad evolutiva se eleva exponencialmente a límites insospechados año a año y que la capacidad de adaptación ha de crecer en la misma proporción; hay que coger la ola de la transformación cuanto antes para no quedarse fuera del mercado. Al mismo tiempo, asistimos a un panorama bien diferente al que estábamos acostumbrados, ya no tenemos muy clara la percepción de quién es nuestro competidor, tampoco en ocasiones a quién nos tenemos que dirigir ni cómo hacerlo; los canales se ramifican a un ritmo frenético y otros hasta ahora tradicionales se cierran, camino de provocar un infarto definitivo.
Las organizaciones ya se plantean como principal reto la atención al cliente, al ciudadano, fruto del paso al frente emprendido; el negocio es la principal prioridad y es quien ya marca en más de una ocasión los pasos a seguir. La democratización de la tecnología ha sido determinante para ello. Como resultado, el departamento TIC busca especialistas que sepan moverse entre esas corrientes que arrastran los términos descritos relativos a IoT, IA, realidad virtual o cognitividad. Otra vez más, su ritmo de proceso tiene que estar acorde a las nuevas necesidades. Y aquí surge un problema derivado, como es el talento, una de las carencias que los directivos afirman detectar y que quizás puede poner en riesgo esa mutación que pretendemos afrontar, en concreto, en nuestro país.
No sé si este 2018 consolidará o echará por tierra algunos de los movimientos que observamos. En cambio, sí creo que eso que llamamos digital es ya algo intrínseco a la persona y, en consecuencia, a cualquier actividad u organización; hemos conseguido que la tecnología nos acompañe en nuestro día a día -el smartphone es el mejor ejemplo de ello-, ya no es el futuro como vaticinábamos, es el presente.
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