Viendo al Príncipe de España pasearse por el Mobile World Congress de Barcelona hay quien podría sentir nostalgia de aquellos certámenes en constante ebullición que acaparaban el protagonismo del sector tecnológico durante la década de los 90. Y es que estamos ante un evento que, ya en su octava edición, ha tenido la gran virtud de anticiparse y especializarse, y al mismo tiempo de consolidarse. Surgían muchas dudas sobre su futuro después de dar sus primeros pasos en 2006. Primero, ante la decadencia de las ferias en este país y, después, debido al efecto colateral de la crisis económica que empezó a florecer coincidiendo con su tercera edición. Sin embargo, las cifras hablan por sí solas: ha incrementado un 50% en estos años el número de visitantes; casi duplica las empresas expositoras presentes y lo mismo ocurre con los metros cuadrados de superficie. El éxito parece asegurado. Políticos, actores, cantantes de renombre y miembros de algunas realezas se han dado cita a lo largo de estos años en un aluvión que parece no cesar.
Todo tipo de organizaciones del ámbito tecnológico y de las telecomunicaciones se han ido sumando al proyecto esperando sacar tajada de un modo u otro; y no sólo aquellas más especializadas, como las operadoras o las inmersas en proyectos tradicionales de comunicaciones. La apuesta por la feria de la movilidad ha sido generalizada y ahora, el reto que el encuentro tiene ante sí es evidente, a pesar de que los números puedan indicar lo contrario. Porque lo más complicado, como en todas las facetas, es mantenerse. No hay más que recordar la evolución de otros eventos de renombre -como por ejemplo Simo- para, al menos, albergar ciertas dudas sobre su éxito venidero, a medio-largo plazo. Si consigue mantener el interés del público por tecnologías novedosas, generar networking y afianzar ponencias y foros de debate como hasta ahora, tendrá mucho ganado. Únicamente deberá evitar caer en la tentación de la desidia y la avidez como compañeros de viaje.
Pero es importante incidir en un congreso que está haciendo bien las cosas, que es internacionalmente reconocido y que da muestras de que también este país tiene medios y conocimiento para innovar y para crecer; a pesar, eso sí, de los incompetentes de turno que predominan en cualquier sociedad.
