Las TIC en la economía y sociedad de nuestro tiempo. Miguel María Latasa, Economista

El autor pondera las grandes ventajas que aporta el teletrabajo en un entorno como el actual, amenazado por la pandemia de la gripe A, que puede disparar sin freno el absentismo laboral.

Publicado el 09 Oct 2009

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La colaboración con Computing en estas páginas de opinión me permite destacar la importancia creciente y decisiva de las TIC en la sociedad actual; así como para trazar análisis de su peso e interrelaciones, también creciente en dimensión y complejidad, dentro de la economía en general.

Me avalan en este intento, por un lado, mi afición a los temas macroeconómicos (hoy algo desprestigiados pero para mi fundamentales) tras haber tenido el privilegio de escuchar en la Facultad de Ciencias Económicas del viejo caserón de San Bernardo de Madrid, a profesores como Valentín Andrés Álvarez, José Luis Sanpedro, Enrique Fuentes Quintana, o Gonzalo Arnáiz, entre otros inolvidables, y haber trabajado en temas de ese carácter durante mis primeros años de vida profesional; y por otro mis cuarenta años de contacto directo con la TIC, tanto en su vertiente de aplicación interna dentro de un amplio grupo comercial e industrial, como en su vertiente de mercado colaborando en la creación y desarrollo de una de las primeras empresas nacionales del sector.
Un tema que merece la pena abordar es la gripe A, pero visto desde el ángulo de su vinculación posible, al margen del aspecto médico que por supuesto es prioritario, con una aplicación de las TIC: el teletrabajo.
La gripe A y el teletrabajo:
Desconocemos la real incidencia que alcanzará la gripe A en la salud. Aunque lo deseable e incluso previsible, según lo visto hasta el momento, es que su virulencia y mortandad no sea alta, no cabe duda de que su anunciado carácter de pandemia sí tendrá repercusión importante en la vida laboral. Esta alta incidencia no se refiere únicamente a la inevitable ausencia del puesto de trabajo de los afectados directamente por la enfermedad y que no estarán en condiciones de trabajar; sino también a aquellos que, sin estar afectados por la enfermedad, por protocolo de empresa o simple medida de prevención por ser población de riesgo u otras circunstancias que se establezcan, han de permanecer en la tradicional ‘cuarentena’ (sea cual sea su duración) alejados de su puesto de trabajo.
Todo ello puede provocar un difícilmente calculable, pero con seguridad grave, aumento del absentismo, con las consecuencias que de ello se derivarán para la organización del trabajo y los servicios públicos y privados, pudiendo afectar al propio funcionamiento y, hasta a la propia supervivencia de muchas empresas, ya duramente afectadas en estos momentos por las circunstancias de todos conocidas.
Una posible solución, para ésta y otras situaciones de absentismo (embarazadas) ha sido mencionada recientemente por varias grandes empresas: el teletrabajo, entendiendo por tal el realizado fuera del puesto de trabajo (fundamentalmente en el propio domicilio del trabajador), usando medios y técnicas telemáticos. Según esta definición el simple uso del teléfono, fijo o móvil, con fines laborales, ya sería teletrabajo y todos los trabajadores serían en mayor o menor medida teletrabajadores. En un sentido más estricto y generalmente admitido, estaríamos hablando de quienes usan Internet para estos fines.
Pero, ¿el mero uso del correo electrónico ya sería teletrabajo?
Indudablemente sí. ¿O no está trabajando el profesional o empresario que desde cualquier lugar y hora recibe y envía mensajes, informes o instrucciones laborales? Por tanto, una primera y sencilla forma de actuar contra el tipo de absentismo al que aludíamos, sería fomentar el uso de estas herramientas y facilitar su uso fuera del lugar habitual de trabajo. Estas herramientas van desde ordenadores fijos o portátiles a teléfonos móviles y dispositivos con posibilidad de navegación en la red, sin olvidar las imprescindibles conexiones a banda, lo mas ancha posible.
Tengo la certeza de que muchas empresas y organismos ya han tomado medidas en esta dirección. ¿Pero basta con eso? A mi entender no. Lo importante es el trabajo cooperativo, y éste sólo puede ser realizado si antes han sido puestos los medios técnicos precisos, que permitan acceder y compartir ficheros y bases de datos entre distintos empleados y desde lugares remotos al centro habitual de trabajo, con absoluta seguridad (la misma que se supone existe en el entorno laboral habitual). Esto, que se enuncia simplemente conlleva una indudable complejidad. A nadie se le escapan los problemas técnicos que se plantean, derivados sobre todo de la seguridad, para mantener la integridad e inviolabilidad de la información, pero permitiendo su actualización.
En mi opinión es cuestión de abordar el problema -y medios sobrados hay en el mercado de la tecnología- con ambición y visión de futuro. Es decir no limitándose a ‘sobrevivir’, admítaseme aquí el doble sentido, a la gripe A, sino abordando las posibilidades del teletrabajo para prevenir situaciones como la actual y, algo que es más importante desde mi punto de vista, para ir a un nuevo modelo laboral mas ‘desubicado’. Indudablemente no caben recetas universales, pues no es lo mismo, desde este punto de vista, un operario de la construcción que un arquitecto, por poner un ejemplo de situaciones diferentes dentro del mismo sector.
Pero el problema no es sólo técnico. ¿Contempla el ordenamiento laboral y sus consecuencias (coberturas y prestaciones sociales principalmente), con suficiente flexibilidad, las fórmulas que se derivarían de una aplicación realmente innovadora del teletrabajo?
Sirve como ejemplo, el de un departamento interno de ‘call center’, que se externalizara, no ya en otra empresa sino en personas individuales que trabajaran a su conveniencia y posibilidad desde su propia casa u otros lugares de agrupamiento por horas de conexión, realizando las mismas funciones (telemarketing, gestión de cobros…), y con los mismos medios y seguridad que en el departamento interno. Existe la contratación por cupos de horas, pero son predeterminados y con limitaciones, además de ser considerados contratos temporales, cuya continuidad en el tiempo acaba acarreando la obligación de convertirlos en fijos con lo que pierden la flexibilidad que las circunstancias en que han sido establecidos, exigen.
Sería deseable que la gripe A tenga un carácter leve desde el punto de vista epidemiológico. Igualmente sería deseable que generase respuestas y despertase inquietudes a favor de una mayor y más creativa implantación de una de las herramientas más innovadoras y rentables de las TIC: el teletrabajo.

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Ambrosio Rodríguez
Ambrosio Rodríguez

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