El de este año ha sido mi primer Huawei Connect. El evento, celebrado en Shanghai y que reunió a más de 20.000 partners, clientes de todo el mundo, sirvió a la compañía para dar a conocer aspectos clave de su estrategia para el centro de datos o revelar novedades de producto, como un cluster de computación para entornos de inteligencia artificial (el Atlas 900), una placa base para servidor, la versión open source de su base de datos, o los más de 40 servicios que va a añadir próximamente a su nube pública.
Pero más allá de todo eso, un evento como Connect muestra en sus detalles el difícil momento que vive Huawei por el veto del Gobierno de Trump y da idea de la guerra comercial que hay planteada a escala global. Por ejemplo: mientras que en una convención de cualquier corporación estadounidense (Cisco, Microsoft, VMware, Oracle…) hay decenas o cientos de sponsors y stands de producto de múltiples marcas en la sala de expositores, Huawei ha planteado la suya casi en soledad. En todo caso, ha contado con una tímida presencia de los operadores de telecomunicaciones, sus fieles aliados desde siempre.
Forzada por el embargo estadounidense a convertirse en un proveedor total e “independiente”, Huawei ha creado un mundo paralelo al de los gigantes americanos que dominan el mundo TI desde hace décadas. Y no sólo en el ámbito del móvil, donde ya afina un sistema operativo alternativo a Android. En Shanghai no hubo rastro de Intel porque Huawei fabrica todos sus chips, desde los que van en los móviles, a los que usa en los grandes servidores, basándose en la arquitectura de ARM. Tampoco estaba Oracle porque Huawei tiene su propia base de datos (GaussDB), o Microsoft, porque Huawei tiene su propio sistema operativo para servidor basado en Linux (EulerOS).
Esa independencia tiene sus pros y sus contras. Huawei tiene a su favor que cuenta con una oferta de producto muy completa y cada vez más afinada en cuanto a prestaciones. La compañía ha sido capaz en los últimos años de dejar a un lado el sambenito de mero replicador de tendencias y ha ido añadiendo valor a toda su tecnología, desde los routers de telecomunicaciones a los equipos de almacenamiento, pasado por los móviles o los servidores. Además, tradicionalmente ha sido muy competitiva en precio. En su contra tiene el clima político y las dudas que eso crea en los clientes y en los mercados. Y tampoco juega en su favor la tremenda carga que supone sacar adelante tanta tecnología que, con las oportunas alianzas, tendría al alcance de su mano con un simple acuerdo. Sin embargo, Huawei ha aprendido a vivir en la contrariedad y todo parece indicar que la compañía de Ren Zhengfei, apalancada en su gigantesco mercado local, va a seguir dando la batalla. Con más o menos amigos.