Primero surgieron los sistemas transaccionales y luego los ERP tradicionales, que nos permitían recolectar y gestionar toda la información generada por los procesos del día a día en una organización. Más tarde apareció la necesidad de analizar esa información de diversas formas, con distintos ejes de análisis y datos agregados. Todo ello dio lugar a la creación de sistemas analíticos orientados a la explotación de la información. Y para evitar penalizar el rendimiento de ambos mundos, se optó por separarlos en sistemas independientes, lo que obligaba a realizar procesos de trasvase de datos, duplicando información, perdiendo tiempo y nivel de detalle y, por lo tanto, elevando los costes totales. Por último, y para añadir más complejidad a la foto, fue necesaria la incorporación del análisis predictivo de esta información, para poder adelantarse al futuro mediante la búsqueda de patrones de comportamiento en el pasado.
En suma, hablamos de tres mundos, en sistemas independientes, para intentar salvar el escollo del rendimiento, y cada vez con mayor cantidad de datos procedentes de diversas fuentes y la necesidad apremiante de disponer en tiempo real de los resultados… El desafío, como vemos, es bastante complejo.
Sin embargo, hoy existe la posibilidad de unificar funcionalidades y prestaciones y de simplificar los procesos, por muy complejos que estos sean. Los avances tecnológicos nos permiten olvidarnos de esa foto antigua y verlo todo desde una nueva perspectiva. Este es el concepto de simplificación (simplicity) que planteamos. Los tres mundos unidos en uno, donde la variedad, velocidad y volumen no son un problema. En este nuevo contexto, el coste de propiedad de las infraestructuras y equipos tecnológicos (TCO) disminuye drásticamente y aparecen nuevas oportunidades y fuentes de ingresos desconocidas hasta ahora.
Actualmente, las herramientas de Business Analytics son indispensables para la toma de decisiones en una organización. Poder recopilar y analizar la enorme cantidad de datos disponible acerca de la actividad empresarial, sus productos y clientes resulta clave para tomar las decisiones más acertadas, de las cuales va a depender su futuro. De hecho, anticiparse al futuro y, sobre todo, a las necesidades que tendrá la empresa en ese horizonte, es la única manera de poder satisfacerlas a tiempo y poder adelantarse a la competencia.
Ante este nuevo estadio en la revolución tecnológica en que nos encontramos, la pregunta que cabe hacernos es esta: ¿estamos preparados para afrontar la transformación digital dentro de nuestras empresas y poder así aprovecharnos de las múltiples oportunidades que presenta este nuevo entorno? Es evidente que solo hay dos respuestas, y que cualquiera de ellas nos conduce indefectiblemente a emprender o avanzar en un camino que desemboca en el mundo digital, el único reducto donde poder ser más competitivo y abordar los requerimientos cambiantes del mercado.
