La adopción de tecnologías de automatización inteligente (IPA) está creciendo en todas las industrias y procesos. Este proceso de adopción engloba una amplia gama de técnicas, servicios y productos/soluciones, que impulsan mejoras en el uso a escala, la velocidad de realización de actividades, la personalización de la actuación, la potenciación de los trabajadores, la calidad del resultado y la seguridad/fiabilidad en la actuación.
Como sociedad, determinar y aprovechar el modo en el que las nuevas tecnologías afectan al mercado laboral es posiblemente uno de los retos centrales de nuestra época de cara a afrontar el futuro, y el presente, de nuestro trabajo, nuestras profesiones o incluso el modelo sociolaboral vigente. En realidad, este reto no es nuevo, sino que existe, como poco, desde la segunda mitad del siglo XVIII con la primera revolución industrial. Lo que sí resulta disruptivo hoy en día es la tecnología digital que posibilita la automatización de determinados procesos cognitivos mediante técnicas de inteligencia artificial (IA); es decir, automatizaciones capaces de adaptarse a cambios de contexto además de ser capaces de manejar cantidades ingentes de información.
En este contexto de cambio sociolaboral global llama poderosamente la atención, cuando analizamos la situación del mercado español, observar cómo la automatización sigue siendo percibida principalmente (89% de los casos) como un elemento para incrementar la eficiencia operacional (uso de recursos, costes y procesos operativos/productivos) antes que como generadora de valor añadido en la compañía (39%). Dicho de otra forma, el posicionamiento de la automatización en la cadena de valor de las empresas españolas sigue gravitando en torno al elemento productivo básico para suplir las ‘carencias’ humanas (aprovechar economías de escala en la realización de actividades y producción en general),
en lugar de posicionarse como palanca de generación de valor añadido en la respuesta a un mercado cambiante de forma que se aproveche:
1. La aceleración de los procesos de negocio y la mejora de las experiencias de los clientes.
2. La personalización del servicio y el acercamiento al usuario/ cliente.
3. El reposicionamiento del trabajador en actividades de valor añadido (perfil cognitivo).
4. El incremento de la calidad del producto/servicio y la trazabilidad fehaciente en las operaciones.
No podría ser de otra forma si atendemos al nivel de definición de estrategias de automatización en el mercado español. Casi la mitad (46%) de las empresas sigue una estrategia oportunista aplicando puntualmente la automatización frente a un corto 21% (9%+12%) que sí tienen una estrategia de automatización alineada con los objetivos de negocio. Lo anterior refleja la dicotomía de roles existente entre promotores (fundamentalmente la Dirección TIC) y decisores (el CEO y el CFO en mayor medida) de automatización y, consecuentemente, lo perentorio de identificar casos de uso a los que aplicar la automatización dentro de la cadena de valor de la compañía.
Esa identificación pasa ineludiblemente por conocer qué y cómo se puede automatizar. A nivel conceptual existe un conocimiento sobre tipos y tecnologías de automatización, pero a medida que nos alejamos de los asistentes virtuales y los chatbots, el grado de conocimiento ‘real’ se hunde, y con él, el nivel de implantación. Podríamos justificar ese desconocimiento argumentando lo exiguo de la partida presupuestaria destinada a automatizar, que en 6 de cada 10 empresas está por debajo de 10.000 euros (unido a que el 89% del CAPEX se dedica a proyectos de tecnologías maduras), pero esto solo constata que el mercado español está en un estadio plenamente exploratorio y de aprendizaje. Ahora bien, pese a este estado embrionario, la comparativa entre las expectativas de beneficio y los obtenidos nos proporciona unos resultados esperanzadores, y llamativos:
1. No se cumplen las expectativas de ahorro de costes, posiblemente demasiado optimistas.
2. La eficiencia operacional no alcanza el nivel esperado, pero no parece importar.
3. La automatización promete mejoras precisamente en los ámbitos para los cuales no se contemplaba inicialmente como generadora de valor añadido en la empresa (impulsores).
Como resumen de lo anterior, y para cerrar este rápido análisis, cabe mencionar:
- No se trata de un proyecto meramente tecnológico, es un camino que empieza ‘pequeño’ y que implica cambios en la organización y el entorno sociolaboral.
- Es una oportunidad para estandarizar y profesionalizar las actividades TIC hasta ahora infragestionadas más allá de la eficiencia operacional.
- La existencia de una estrategia de automatización corporativa, alineada con los objetivos de negocio, impulsa la adopción, pero su ausencia no es un elemento que frene la adopción.