Cinco son las definiciones que la RAE nos propone para el verbo ‘atraer’: acercar y retener en virtud de las propiedades físicas de un cuerpo; hacer que acudan a uno otras personas o cosas; acarrear, ocasionar o dar lugar a algo; ganar la voluntad, afecto, gusto o atención de otra persona; y mantener un cuerpo su cohesión recíproca en virtud de sus propiedades físicas. Las cinco nos podrían servir para defender la atracción de innovación como uno de los mayores desafíos, y a la vez oportunidad, que tenemos hoy en España.
Afrontamos un período que casi todos coincidimos en señalar como histórico y decisivo. En una encrucijada marcada por la transformación a todos los niveles, que debemos afrontar en medio de un entorno convulso y volátil, nadie duda de que la innovación es uno de los motores que nos ayudarán a viajar a la velocidad adecuada. Pero además de promoverla y estimularla, necesitamos atraerla. En el marco de las políticas de recuperación y transformación, con el impulso que suponen los fondos europeos, las administraciones españolas -central y autonómicas- se encuentran volcadas en la atracción de inversiones a nuestro país. Pero el esfuerzo debería centrarse, además, en captar aquellas que nos traigan la innovación que necesitamos para ser modernos y competitivos en la escena mundial.
Pacto de la Ciencia
España se ha marcado el objetivo, plasmado en el Pacto por la Ciencia que firmamos casi noventa entidades, de alcanzar el 3% de inversión en I+D en 2030. Pero no solo estábamos lejos en el momento de formular esta apuesta. Los datos de 2022 ya disponibles señalan que esa inversión, pese a incrementarse significativamente, ha representado menos en términos de PIB. Retrocede al 1,42%, con lo que nos alejamos una décima más. Por otro lado, un reciente estudio de Ayming revela que, cuando las empresas internacionales valoran los lugares más propicios para acometer sus proyectos, no estamos entre los preferidos, y solo un 7% de la I+D foránea recala en nuestro país.
Sin duda, atraer inversiones de empresas que pongan el foco en la innovación nos ayudaría de forma decisiva para cumplir esos objetivos. Más allá, aportarían conocimiento, tecnología y patrimonio industrial a nuestro país. Y producirían un efecto tractor que se traduciría en un ecosistema empresarial alrededor, generador de empleo de calidad, buenas prácticas y, en un círculo virtuoso, más innovación. Tengamos en cuenta que, venga del país que venga y en el sector en el que se desarrolle, esa innovación será española a todos los efectos, nos beneficiaremos de ella y podremos mostrarla al exterior, como otros proyectos que ya fuimos capaces de atraer. Entre ellos, el principal centro de innovación en impresión 3D fuera de Estados Unidos, la gestión del 40% de las comunicaciones móviles que se realizan en todo el mundo o aplicaciones de nanotecnología para el sector del acero que se utilizan en 24 países.
Para conseguir atraer más proyectos, podríamos remitirnos a esas cinco definiciones de la RAE. Tomando la primera, España tiene propiedades para acercar y retener inversiones, pero necesita mejorarlas. Lo haría estableciendo marcos jurídicos y estables que alejen incertidumbres, y facilitando procesos ágiles, transparentes desburocratizados con los que las empresas se sientan cómodas y estimuladas para acometer grandes proyectos. Asimismo, favorecer la industrialización de la I+D, con marcos regulatorios y mecanismos de colaboración público-privada que permitan elevar a escala industrial y trasladar al mercado aquellos proyectos de alto valor tecnológico que están desarrollando startups españolas.
Siguiendo con la segunda, también podemos hacer que acudan a nuestro país empresas globales si sabemos hacer valer nuestro potencial. Por un lado, tenemos en España talento para hacer excelente innovación, de hecho, estamos por encima de la media europea en número de doctores y en licenciados en educación superior. Contamos con ingenieros y científicos reconocidos en todo el mundo, y casi a diario vemos noticias sobre hallazgos y avances en investigaciones con nombres y apellidos españoles. Por otro lado, tenemos nuestros recursos naturales: España figura entre los primeros países en capacidad de producción de energías renovables, con los costes más bajos de Europa, y aquí se están poniendo en marcha el 20% de los proyectos de hidrógeno verde en el mundo. Y no olvidemos que somos el único gran país europeo con más de un ‘hub’ tecnológico, no solo en Madrid y Barcelona sino en Málaga, Bilbao, Valencia…
Impulso público
En tercer lugar, necesitamos acarrear, dar lugar a esa llegada de innovación. El impulso público a la I+D es necesario, pero además debería ser tractor de inversión privada, a razón de dos euros por cada euro que invierta el Estado, a fin de que suponga dos tercios. Las multinacionales realizan el 35% de la inversión empresarial en I+D que se hace en España, y este es un hecho que diferentes estudios destacan como uno de los puntos fuertes de la economía española. Además de las citadas condiciones para favorecer esa inversión, nos vendría muy bien tomar nota y aprovechar la inercia de aquella encomiable concienciación que vivimos durante la pandemia, durante la que fuimos capaces de desplegar tanta innovación y colaboración público-privada al servicio de la sociedad. Una demostración de que, en España, en los momentos de más acuciante necesidad, sabemos reaccionar para revertir situaciones adversas.
El impulso público a la I+D es necesario, pero además debería ser tractor de inversión privada, a razón de dos euros por cada euro que invierta el Estado, a fin de que suponga dos tercios
La cuarta definición tiene que ver con el atractivo, y es un hecho que como país ya lo somos por muy diferentes motivos: cultura, gente, clima, gastronomía… pero también por nuestras infraestructuras, líderes de Europa en red ferroviaria de alta velocidad y en tasa de penetración de fibra óptica, por citar dos ejemplos. Y por supuesto, nos favorece nuestra situación geográfica estratégica. En 2022, España ocupó el puesto 13 en la lista mundial de territorios receptores de inversión extranjera, ganando seis puestos y adelantando a países como Corea del Sur, Japón o Alemania. Pero tenemos atractivo para atraer más. Y podemos tenerlo, además, para ser un polo tractor de tecnología e I+D.
Cohesión territorial
Y la quinta se puede aplicar a nuestra cohesión territorial. Cada euro invertido en innovación tiene un efecto multiplicador, y su efecto es transversal a la economía, la industria, el empleo y la formación. Los proyectos que están desarrollado grandes empresas multinacionales en colaboración con instituciones, universidades y pymes locales en diferentes zonas de España -como Asturias, León, Tarragona o Málaga- están propiciando ecosistemas de riqueza, empleo y conocimiento que, a la larga, contribuyen a la vertebración demográfica, social y económica. Si conseguimos atraer más proyectos de este tipo, contribuiremos decisivamente a reequilibrar territorios, riqueza y poblaciones.
La física nos explica que cuerpos con cargas opuestas se atraen, y si tienen la misma carga, se repelen. Pero también decía Galileo que “dos verdades no pueden contradecirse entre sí”. La de las empresas es que necesitan innovar para sobrevivir y buscan los emplazamientos idóneos donde hacerlo. La nuestra, en España, que necesitamos reforzar nuestro músculo innovador para ser más fuertes como economía y como sociedad. Hagamos que esos dos polos se atraigan. Conseguiremos un país más dinámico, moderno y próspero. Dicho de otra forma, atrayente e irresistible.