Nos encontramos en un momento del estado de la ciencia en donde robótica e inteligencia artificial comienzan a vislumbrar un futuro de lo más prometedor. La idea de resolver problemas diversos de forma automática y simulando el comportamiento humano ha estado presente desde la Antigüedad. Sin embargo, no ha sido hasta mediados del pasado siglo cuando el avance de las diferentes ramas de la ingeniería y las ciencias de la computación ha permitido comenzar a plantearse la posibilidad de que los robots sean capaces de desenvolverse en un entorno cada vez más complejo. Y no solo eso, sino que sean capaces de tomar decisiones por sí mismos.
Hasta esa fecha, la robótica se entendía en general como brazos ejecutores de tareas repetitivas y automatizadas, sin ninguna toma de decisión de forma autónoma. Hemos tenido que esperar hasta las últimas décadas para que los avances de la inteligencia artificial nos sitúen en la técnica actual.
Las ambiciones en torno al campo de la inteligencia artificial son grandes, y los avances están directamente relacionados con la evolución que ha tenido la informática, el software y la capacidad de cálculo del computador, que ha ayudado enormemente al estado actual.
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Un poco de historia
Ya Herón de Alejandría, en el siglo I d.C., recogía todos los conocimientos sobre la figura de los robots en su obra ‘Autómata’. La obra describe algunos de los artilugios e invenciones tanto propios como ajenos. Muchos de estos mecanismos tenían connotaciones o propósitos religiosos y, cada vez con más frecuencia, se buscaba que pudieran proporcionar divertimento e incluso compañía. La mayoría de estos mecanismos estaban realizados a base de engranajes, piezas mecánicas, palancas y sistemas de conducción de agua o de vapor. A Herón también se le atribuye la invención de la Eolípila, dispositivo capaz de transformar energía térmica en energía mecánica, y primer antepasado conocido de la máquina de vapor que tanto impacto tuvo en la Revolución Industrial.
Existe un alto grado de desconocimiento en muchos campos de la ciencia y la medicina sobre el funcionamiento del organismo humano
En los últimos años el término inteligencia artificial, y todo lo que tiene que ver con ello, está adquiriendo un gran protagonismo quizás sobredimensionado. Por ello convendría proponer una definición, así según la RAE, la inteligencia artificial es la “disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico”. Por otro lado, según la RAE, un robot es una “máquina o ingenio electrónico programable, capaz de manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas solo a las personas”. A partir de estas dos definiciones, podemos empezar a imaginar combinaciones tan maravillosas, que casi se aproximen a cómo se comporta un ser humano, cómo aprende, cómo toma decisiones, cómo se comporta un entorno complejo e, incluso, podemos abrir todavía un camino que cada vez genera más debate: la ética del comportamiento de estos mecanismos con autonomía propia.
Sin embargo, hay cuestiones difíciles de emular, como la información que proporcionan los sentidos, que es lo que permite al ser humano desenvolverse en su entorno. En el caso de los humanos, la visión ocupa un puesto central entre todos los sentidos. Prueba de ello es que el procesamiento visual está presente en gran parte del espacio del cerebro. Además de las principales vías de procesamiento comentadas anteriormente, la visión humana implica procesos muy complejos de coordinación motora, tanto del cuello como de los propios ojos, etc. Pero, para poder generar los procesos motores que nos permiten, por ejemplo, manipular objetos, es necesario que previamente reconozcamos con éxito los objetos que nos rodean.
Funciones cognitivas
Desde el punto de vista cognitivo, los objetos que percibimos visualmente han de tener una representación de sus estructuras en el cerebro, de forma que también podamos tener una representación mental de los mismos. Gracias a estas representaciones mentales podemos comparar los objetos que ya conocemos con los que vemos en un momento dado y ser capaces, entre otras cosas, de reconocerlos.
A partir de la inteligencia artificial podemos imaginar combinaciones tan maravillosas, que casi se aproximen a cómo se comporta un ser humano
Los sentidos, como el de la vista, se integran con el resto de las funciones cognitivas para poder generar conductas complejas, como andar, comer o desenvolvernos en el entorno que nos rodea. Por lo tanto, la conducta final se produce como resultado de la interacción de diversas funciones cognitivas e incluso afectivas. En cuanto a la robótica propiamente dicha, y sin entrar en las diferentes clasificaciones que se pueden encontrar entre humanoides, robots inspirados en la naturaleza, etc., no cabe duda de que, con el desarrollo de nuevos materiales más adaptables y ligeros, hoy por hoy se puede desarrollar cualquier tipo de robot, ya sea a imagen del ser humano o de cualquier elemento de la naturaleza, como por ejemplo los robots gusanos o en forma de pez. Todo esto dio lugar a lo que se conoce como la robótica bioinspirada.
El paradigma big data
Una de las principales necesidades es proporcionar a la máquina contexto sobre el entorno y el objetivo a conseguir. Por este motivo, las soluciones cognitivas deben hacer uso de un volumen de información muy amplio y diverso, surge aquí la relación entre la computación cognitiva y el paradigma big data. La gran disponibilidad de datos, la reducción del coste de almacenamiento y las mejoras tecnológicas que permiten procesar grandes volúmenes de datos a altas velocidades, han impulsado este tipo de soluciones.
Ya Herón de Alejandría, en el siglo I d.C., recogía todos los conocimientos sobre la figura de los robots en su obra ‘Autómata’
Con todo lo anterior podemos disponer, hoy por hoy, de un robot gobernado por un sistema cognitivo. En toda la cuestión estamos considerando básicamente que el sistema cognitivo, aparte de aprender y modelar su conocimiento (que va aumentando con la interacción del entorno), toma decisiones y se desenvuelve de forma autónoma en el entorno en el que actúa. El estado actual de la técnica asegura que todo lo anterior lo puede desarrollar con éxito. En cualquier caso, si de lo que se trata es de imitar el comportamiento humano, no cabe duda de que hay muchos componentes adicionales que no se están teniendo en cuenta y que al final condicionan la toma de decisiones, como son las emociones humanas, los sentimientos, el estado de ánimo y otras variables que nos podríamos plantear y de las que si se prescinde quizás la toma de decisión estaría más asegurada en un entorno de respuestas muy predecibles.
Existe un alto grado de desconocimiento en muchos campos de la ciencia y la medicina sobre el funcionamiento del organismo humano, un elemento principal, por ejemplo, sería el cerebro. Si a eso le añadimos otras funciones vitales, la cosa se complica todavía más
Por tanto, es cierto que, bajo entornos muy controlados y conocidos, tanto los algoritmos como los robots, se desenvuelven de forma satisfactoria, pero todavía estamos bastante lejos de alcanzar lo que podríamos llamar como ‘vida artificial’ incluso aunque sigan avanzando y desarrollándose nuevas técnicas dentro de la inteligencia artificial, así como campos como el machine learning o el deep learning. El futuro es prometedor, pero con mucho por hacer.