Tras muchos meses de incertidumbre, el pasado 28 de abril el pleno del Ayuntamiento de Madrid decretaba el cambio de denominación de 52 calles incluidas en el mapa municipal. De esta manera, y cumpliendo con la Ley de Memoria Histórica ratificada en 2007, la nueva edición del callejero de la capital ya no incluye referencia a dichas vías y plazas, si bien la sustitución de las placas (cambio físico) no se ha producido todavía.
Aunque la tradición de nominar las calles es muy antigua, no fue hasta comienzos del siglo XIX cuando se elaboraron las normas específicas para nombrar, rotular y numerar los viales. Desde entonces, la ciudad ha experimentado un crecimiento progresivo, y de las apenas 600 denominaciones existentes en ese momento se ha pasado a los 9.168 registros actuales.
Tal y como recoge el portal web del ayuntamiento de Madrid, el origen de los nuevos nombres de calles y plazas es muy heterogéneo. Con el objetivo de crear direcciones unívocas, racionales y sencillas que den lugar a un sistema de georreferenciación o de localización único y preciso, la denominación -de dichos viales- puede estar relacionada con topónimos anteriores del lugar; recaer en aspectos relacionados con el ámbito de las artes, las letras, las ciencias, la sociedad o la tradición; o corresponder a nombres propios de personas de especial relevancia o vinculación con la ciudad.
Asimismo, conviene no olvidar que los datos del callejero municipal constituyen una información dinámica: a diario se asignan nuevas direcciones y se modifican o quitan otras. De esta forma, los cambios de nombres de vías, códigos postales, o reasignación de calles a nuevos códigos postales son algo común. Sin embargo, un cambio tan masivo no es lo habitual, y puede ser percibido como un inconveniente.
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El enredo de las calles: ayer general hoy escritor
Además de la dificultad que puede suponer para muchos el cambio de nomenclatura (memorizar nuevos nombres, modificar documentación personal, recibos, etc.) cuando se trata de empresas y pequeños comerciantes de negocios sitos en las calles o plazas afectadas, el problema puede ir a más. Así, a la renovación de rotulación, material publicitario y/o embalajes, se suma la obligación de avisar a proveedores, acreedores, deudores y clientes de la nueva denominación.
En este sentido, y al contrario de lo que ocurre con grandes empresas como Correos, donde se rigen por los códigos postales, o en los principales buscadores, donde las modificaciones se producen casi en tiempo real, el proceso de actualización de las Bases de Datos de grandes emisores de correspondencia y de las empresas en general no es inmediato. A esto, hay que sumar otros trastornos como las numerosas formas en las que puede estar almacenado el nombre de una calle, de un municipio o de una persona en una Base de Datos, y los múltiples e inexactos modos de conservación de dichos datos. Por todo ello, es sencillo comprender que si una empresa quiere evitar la degradación de un activo tan crítico como es la información mencionada, ésta debe mantener necesariamente una rigurosa política de calidad de datos.
La inteligencia de negocio se basa en operar sobre datos fiables e íntegros.
La importancia de la Calidad de Datos
Por esta razón, disponer de una Base de Datos corporativa actualizada y con información fiable es básico para poder optimizar los procesos en los que se ve involucrada la empresa, garantizando así la consecución de los objetivos marcados por la dirección. Al fin y al cabo, la inteligencia de negocio se basa en operar sobre datos fiables e íntegros.
El tratamiento de mejora de la calidad de las direcciones postales puede resumirse como un proceso que identifica referencias imposibles de localizar, corrige direcciones incorrectas y que generan devoluciones de correo, y verifica y actualiza los códigos postales.
