Día tras día, y cada vez a un ritmo más desenfrenado, no hacemos más que oír un término que preside los escaparates de los medios de difusión e, incluso, las animadas reuniones sociales. Este no es otro que ChatGPT, un sistema de Inteligencia Artificial Generativa (IAG) que se enfoca en la generación de contenido original a partir de datos existentes. La peculiaridad de esta tecnología es que utiliza algoritmos y redes neuronales avanzados para aprender a base de grandes cantidades de textos. Los progresos en la IA Generativa están siendo impresionantes.
Sin embargo, también surgen voces discordantes y se plantean una serie de preocupaciones éticas, legales y de cumplimiento e, incluso, se considera a ChatGPT como una amenaza. Pero se olvida que en los últimos años hemos visto repetir el mismo discurso moral frente a lo disruptivo y, en este caso, la IA y ChatGPT no quedan al margen. Por este proceso han pasado ya aplicaciones de todo tipo: Instagram, Twitter, Tik Tok o la propia Facebook. Siri de Apple y Alexa de Amazon son otros exponentes de asistente virtual que tuvieron que lidiar frente a un sistema establecido.
Tantos discursos repetidos en bucle se orientan a que el público se convierta en juez y parte. La realidad es que, sin duda, todos nos vamos a beneficiar de estos continuos desarrollos tecnológicos. Su futuro debe estar asegurado. Estamos al tanto de cómo los grandes jugadores tecnológicos están poniendo sus cartas sobre la mesa a modo de inversiones para no dejar escapar la oportunidad que conlleva esta tecnología, sobre todo después de que Microsoft decidiera invertir en OpenAI, la firma creadora de ChatGPT; es el caso de Google o Meta, pero son solo la punta del iceberg.
ChatGPT es más que una aplicación para el consumidor, será cada vez más popular entre profesionales y empresas en una amplia gama de industrias y será útil para miles de profesionales, incluidos especialistas en marketing, programadores, educadores, estudiantes, investigadores, periodistas, médicos, científicos… para mejorar su trabajo. Las empresas podrán optimizar el compromiso del cliente, la satisfacción y la experiencia del usuario con ChatGPT.
Tendremos un futuro, donde GPT podrá hacer más a medida que mejoren sus capacidades, aunque es cierto que siempre habrá que estar precavidos ante posibles desviaciones y revisar cuidadosamente aspectos como la información confidencial, el control de calidad y la privacidad. Pero la amenaza no es ChatGPT. En cualquier orden, cultural, político o tecnológico, la amenaza siempre está determinada por la involución.