Es difícil hablar de 2017 sin pensar en dos circunstancias fundamentales: la recuperación económica española y la transformación digital de las empresas. La mejora de la economía española ha impulsado de forma significativa la inversión en proyectos que estaban esperando su financiación y finalmente han podido ser abordados. La economía digital es por otra parte un tsunami que nos viene del mundo global en que vivimos, y que nos obliga a pensar y a actuar de forma diferente a la tradicional. Ambas circunstancias debieran ser independientes entre sí y estar totalmente desacopladas porque para avanzar en la economía global se necesita invertir en proyectos innovadores y en cambios en procesos.
Estamos viendo compañías globales que están siendo muy exitosas en España, como por ejemplo en el sector del comercio electrónico, que nos hacen cambiar la forma en que invertimos (quizá gastamos) nuestro dinero. Estas compañías no invierten demasiado localmente, generan pocos impuestos en el país gracias a su creativa ingeniería financiera y fiscal, y crean poco empleo. Invertir en tecnología es asegurar nuestro futuro como país, y tenemos las capacidades, la formación y la creatividad para hacerlo. Solo nos falta mejorar los modelos de financiación del emprendimiento y sobre todo pensar en grande.
La transformación digital ha sido la máxima preocupación de las empresas y el tema central o único de eventos y propuestas tecnológicas. La digitalización como protagonista de la 4ª revolución industrial hace que el dato sea clave y por ello debe ser tratado de forma diferente. En la informática tradicional (ahora llamada legacy) son los procesos y las aplicaciones los que gobiernan el dato y determinan cómo se mueve, gestiona y protege. En la nueva economía digital, donde el dato es el rey, es el propio dato el que se autogobierna y son los metadatos los que les permiten moverse, categorizarse, analizarse y protegerse de forma proactiva. El flujo entre datos, aplicaciones y almacenamiento se mapea en tiempo real para que el usuario pueda recibir la información que necesita con la inmediatez que pide el negocio. Los datos a su vez se autogobiernan definiendo por sí mismos quién tiene acceso a ellos, lo que tiene consecuencias en materia de protección, privacidad y gobernanza de los mismos.
En España necesitamos progresar en los nuevos modelos de negocio y en infraestructuras digitales para tener una posición destacada entre los países tecnológicamente avanzados
Por todo ello necesitamos cada vez infraestructuras más virtualizadas, donde un entorno multicloud forme parte de las mismas de una forma transparente para poder hacer un escalado web y procesar el dato cada vez más cerca de donde se produce. La cantidad de datos que generan sensores, redes sociales y otros puntos conectados a la World Wide Web, crece mucho más rápido que la capacidad de transportarlos. Es por ello que habrá datos que se procesen en un punto muy cercano a donde se producen, y solo se transporten resultados del análisis de los mismos para que sean combinados con otros de distinta procedencia, y al final todos juntos conformen una versión real del Huge Data.
En España necesitamos avanzar en todos estos modelos e infraestructuras para que las grandes compañías tecnológicas no se queden con la mayoría del negocio de IT. Estas grandes firmas globales han cambiado radicalmente nuestro modelo de consumo y comercio electrónico, retan a la banca tradicional, que está tomando medidas para competir con ellos, y también amenazan a nuestros proveedores de servicios cloud nacionales y locales. Pero estos debieran ser complementarios, porque tienen un valor muy importante por la proximidad al usuario final y por el cumplimiento de las leyes de protección de datos.
En definitiva, 2017 ha sido el punto de partida de nuestra recuperación, pero aún tenemos un salto importante en 2018 para no quedarnos atrás en la lista de los países tecnológicamente avanzados. Todas las compañías han de repensar su modelo de negocio, sus nuevos competidores, y definir su estrategia en la nueva economía digital que, por ende, tendrá una repercusión inmediata en la manera que tratan sus datos y las infraestructuras que los soportan. Ayudarles en este proceso es la misión de NetApp.