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Cultura de innovación con mayúsculas
Hace no mucho, participé en un encuentro sobre innovación. ¿O sobre cultura corporativa? Fuera cual fuera la materia -ya me diréis vosotros de qué iba al terminar este artículo- me hizo reflexionar…
Soy Enrique Benayas, director de ESIC Corporate Education y parte del equipo del Instituto de Innovación (ICEMD) que organizaba el encuentro. Tal y como su propio nombre indica, Instituto de Innovación, ¿puedo decir que trabajo en una empresa, entidad, institución… innovadora, con todas sus letras? Puedo decir que sí. Pero no porque el Instituto lleve el ‘apellido’ de innovación. Sino porque a las personas que formamos ese instituto nos corre la innovación por las venas. ¿Cuestión de genética? Puede que algo sí. Pero, sobre todo, es cuestión cultural.
Y es que en ICEMD se respira lo que es cultura de innovación. Tal como definimos en el encuentro, cultura de innovación es aquel ambiente empresarial que fomenta y valora la creatividad, la experimentación, el aprendizaje continuo, y donde se anima a los empleados a proponer y desarrollar nuevas ideas y soluciones.
Cultura de innovación
Efectivamente, ser innovador no consiste en repetir “somos innovadores” como una especie de mantra, sino que es algo que se respira o no, nada más entrar en la recepción de una compañía. Y no solo se respira, se transpira. Porque sí, la cultura de innovación hay que trabajársela. Tanto para alcanzarla como para mantenerla.
¿Cómo se consigue ese ambiente?, ¿esa cultura? De la mano de líderes que, efectivamente, crean en la innovación y empujen a la compañía a esa cultura. Pero ojo, el líder por sí solo sería incapaz de permear ese halo en el ambiente. Para lograr esa capilaridad en la organización necesita que otros perfiles de la compañía actúen como agentes impulsores y conectores en las diferentes áreas y unidades de la organización. Con sus objetivos y métricas concretas de innovación.
“También hay que mantener una actitud de apertura, colaborativa, no solo en el marco de la organización, sino con nuestros stakeholders, incluso con la competencia“
ENRIQUE BENAYAS
También hay que mantener una actitud de apertura, colaborativa, no solo en el marco de la organización, sino con nuestros stakeholders, incluso con la competencia.
Una reflexión que me hizo pensar durante el evento fue la expuesta por José Luis Sancho, telecommunication engineer, investor, y M&A Advisor, durante el encuentro. Sancho habló de la diferencia entre la innovación, con minúsculas, y la INNOVACIÓN, con mayúsculas. En su opinión, la primera se asemeja más a un proceso de mejora continua, mientras que la segunda conlleva un impacto diferencial con retorno, cuando el negocio de la organización marca la diferencia a los cinco o diez años de haber puesto en marcha esa innovación.
En ese sentido, estoy de acuerdo. El impacto de la INNOVACIÓN, con mayúsculas, bajo mi punto de vista, requiere un periodo de maduración. No se observa de forma automática, sino que el tiempo, digamos, nos da la razón…
En este sentido, Sancho resaltó un dato: “El 95% de los nuevos productos no funciona”. Una de las razones, es que solemos trabajar la innovación de dentro para fuera, limitando esa innovación a lo que la organización sabe, a su cultura. La clave, trabajar la innovación de fuera hacia dentro. Observar el exterior, los cambios tecnológicos, los nuevos modelos de negocio, hacia dónde van las inversiones, etcétera. Y para que este proceso fluya, es necesaria la colaboración con terceros, incluso, con nuestros competidores. ¿Ejemplo de ello? Bizum, cuyos accionistas son los grandes bancos.
Esto me lleva a otra reflexión. Y es que la cultura generalizada en toda empresa pasa por tratar de robar cuota de mercado a sus competidores. ¿Y qué habría más innovador que ir a la contra? ¿Por qué no invertir esfuerzos en impulsar una industria o un sector? Creo que la colaboración es algo inherente a la innovación.
Creatividad
Y sobre cosas inherentes a la innovación, hablemos de creatividad. Sobre este punto versó la intervención de Juan Pedro Moreno, presidente ejecutivo en WPP España, que habló sobre transformación creativa. Moreno puso sobre la mesa la visión contraria: cómo la innovación transforma la cultura de una empresa. “La innovación, hoy día, ha democratizado la tecnología, lo que ha llevado a un cambio en la forma de reinterpretar los negocios”, comenzó, para pasar a explicar que en la actualidad nos encontramos en la economía de la experiencia.
Y si lo analizas, tiene toda la razón. La economía ha evolucionado desde la Edad Media, pasando de una economía basada en la disponibilidad del producto a una economía basada en la experiencia del consumidor, dejando también atrás el criterio de la calidad y el precio que trajo consigo la Revolución Industrial.
Experiencia a la hora de consumir un producto
Esta economía de la experiencia conlleva también un cambio en nuestros criterios de compra. El consumidor ya no decide en función de la calidad o el precio, sino en base a la experiencia que va a tener a la hora de consumir un producto. Una experiencia que ahora reside en el cliente, en la forma en que consume, no en el producto en sí.
“Buscamos experiencias diferenciales e hiperpersonalizadas”, explicó Moreno, afirmando que solo las empresas que dominan la experiencia son capaces de ganar, además, en el ámbito de la prescripción, lo que permite a las empresas ofrecer otros muchos productos por la experiencia de consumo que han ofrecido con uno. Esto rompe las barreras en todas las industrias.
Sé creativo, sé innovador en la forma en que ofreces un producto. El consumidor te identificará con esa experiencia, y el resto de productos que ofrezcas llevará ya impresa esa experiencia diferenciadora.
La inteligencia artificial nos iguala
Y es que, con el avance de la tecnología, la creatividad será lo que nos diferencia de la inteligencia artificial. La inteligencia artificial nos iguala a todos. Será la creatividad la que nos diferencie. ¿Y qué es la creatividad? Creatividad es tener buenas ideas, ser empático, entender al otro, interpretar sus sentimientos. Saber relacionarte y trabajar en equipo e inventar cosas para aunar intereses. Las soft skills son cada vez más diferenciales. Conocimiento y ciencia están embebidos en la tecnología, pero la creatividad, tener ideas, expresarlas, no está embebido en ninguna parte. Es único.
Con todo ello, abogo por que la innovación no sea el mero apellido de un instituto, de una unidad o de un rol. Sino que impulse un modus operandi de todos los que forman esa organización. Una filosofía, sí. Una cultura que, a través de la creatividad y la diferenciación, nos lleve a progresar, no solo como empresa o entidad, sino que sirva de impulso al progreso de la sociedad.