OPINIÓN

La IA Generativa: Confesiones de un tecno-romance moderno



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El autor explica la armonía de trabajar en tándem con las herramientas de IA generativas más útiles

Publicado el 4 feb 2025

José Luis Hernández

Subdirector General de Comunicaciones y Puesto de Trabajo IAM – Ayuntamiento de Madrid



amor ia y odio ia

Todavía recuerdo mi primer encuentro con ChatGPT. “Seguro que es solo otra moda pasajera”, me dije a mí mismo, con esa actitud de quien ya ha visto demasiados ‘one-hit-wonders’ tecnológicos. Vaya bofetada de realidad me llevé. Tras los primeros minutos de conversación, me encontré haciendo algo que nunca pensé que haría: disculparme ante una máquina por haberla subestimado.

Pronto, ese intercambio de ideas casual se transformó en algo más. Un día necesitaba ayuda con un informe técnico en el que estaba atascado, y, para mi sorpresa, ChatGPT no solo me ofreció una estructura clara y concisa, sino que también me sugirió enfoques que ni siquiera había considerado. Fue en ese momento cuando supe que estaba ‘dentro’, y así comenzó mi caída en espiral por la maravillosa madriguera de conejo de la IA generativa.

Mi arsenal digital (o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar a la IA)

Después de incontables horas de experimentación (y alguna que otra noche en vela explicándole a mi pareja que “no, no estoy hablando con otra persona, es solo mi IA”), estas son las principales herramientas que han conseguido un lugar privilegiado en mi corazón digital.

Nota: estas no son todas. Si añadiera todas las herramientas, daría para un musical de Broadway.

1. ChatGPT (OpenAI)

Mi terapeuta digital de cabecera. Le he contado cosas que ni a mi mejor amigo. Vale, puede que de vez en cuando me suelte una burrada con total convicción, como ese colega que siempre tiene una opinión sobre todo, aunque no tenga ni idea. Pero al menos ChatGPT admite sus errores más rápido que mi cuñado en una cena familiar.

Pronto, ese intercambio de ideas casual se transformó en algo más. Un día necesitaba ayuda con un informe técnico en el que estaba atascado, y, para mi sorpresa, ChatGPT no solo me ofreció una estructura clara y concisa, sino que también me sugirió enfoques que ni siquiera había considerado. Fue en ese momento cuando supe que estaba ‘dentro’

JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ, AYTO MADRID

Últimamente he estado utilizando los GPT personalizados y el modelo ‘o1-preview’ con razonamiento avanzado, que lo convierten en una herramienta tan versátil que a veces siento que tengo un equipo de consultores a mi disposición. Pero la verdadera joya es la nueva función Canvas, que lleva la colaboración con la IA a otro nivel.

Con Canvas, ya no se trata solo de hablar con ChatGPT, sino de trabajar en conjunto, lado a lado, en un proyecto. Puedes abrir una ventana separada en la que ver el contenido que estás creando, ya sea un código complejo o un documento importante, y colaborar en tiempo real con la IA para refinar ideas, hacer ajustes y llevar un proyecto a su mejor versión. Una navaja suiza digital que me salva el pellejo en más ocasiones de las que me gustaría admitir.

2. Claude (Anthropic)

El intelectual del grupo e injustamente menos conocido. Ese que siempre tiene una respuesta elaborada y te hace sentir un poco más tonto después de cada conversación. La capacidad de Claude para mantener el contexto es tan impresionante que a veces me pregunto si recuerda mejor mis proyectos que yo mismo.

Pero no es solo contexto: su manejo de documentos masivos -200.000 tokens sin perder coherencia- ha sido clave en proyectos de análisis de datos y auditoría que habrían llevado semanas con otros métodos. Mientras ChatGPT es mi generalista, Claude es mi ‘arma secreta’ cuando necesito análisis profundo, lo que hace que tener dos navajas suizas sea más que justificable (sí, puedes y deberías tener dos, por eso lo llamamos ‘arsenal’).

3. NotebookLM (Google)

Mi ratón de biblioteca personal con un toque futurista. Es como tener un ayudante de investigación que nunca se queja, no pide vacaciones y además entiende mis chistes malos sobre bases de datos. Su obsesión por mantener las referencias precisas a las fuentes de información proporcionadas es un ‘game-changer’ (me recuerda a un antiguo profesor de doctorado que tuve…).

Lo importante: Tu mejor opción para tener un RAG (Retrieval-Augmented Generation) personal y sencillo de usar. Ahora sabe ‘leer’ vídeos de YouTube y web enteras además de todo tipo de documentos, y te construye tus propios podcasts (en inglés perfecto y en español … bueno mejorando la cohesión …). Esto me permite crear lo que llamo ‘píldoras de conocimiento’ personalizadas, al estilo de Matrix. Literalmente, me he despertado por la mañana con mi propio podcast hecho a la medida, informándome sobre los últimos avances en ciberseguridad antes de que termine el café.

4. Ideogram 2.0 (Ideogram AI)

Mi artista residente. A diferencia de mis intentos de dibujo en Paint, sus creaciones no parecen hechas por un niño de preescolar con temblores. He usado Ideogram para crear visuales impresionantes en mis presentaciones profesionales y publicaciones en línea, pero últimamente también lo he empleado en proyectos personales de marketing digital donde una imagen vale más que mil palabras… y mil reuniones.

Su capacidad para generar imágenes casi fotográficas y manejar texto con precisión le ha dado un lugar especial en mi ‘arsenal’. Cuando una presentación para un proyecto parece quedarse corta, enciendo Ideogram, y de repente, todo brilla.

La cara B del vinilo digital (y el lado oscuro y la ética en la IA)

Por supuesto, no todo es un camino de rosas en esta relación. Hay días en los que:

Me siento como un detective de serie B, verificando si lo que me dice la IA es cierto o si se lo está inventando con la misma creatividad que yo cuando relleno mi declaración de la renta.

Me descubro a las tres de la mañana debatiendo con la IA sobre por qué los gatos dominarán el mundo. Y lo peor es que sus argumentos tienen más sentido que muchas reuniones de trabajo a las que he asistido.

Me pregunto sobre el equilibrio entre la eficiencia tecnológica y el toque humano. Aunque, seamos honestos, es un debate que merece la pena tener. Si bien la IA puede procesar información sin descanso, sin quejarse de que es lunes por la mañana o de que hace demasiado calor, ¿hasta qué punto le podemos ceder el control de nuestras decisiones?

Además, no podemos hablar de IA generativa sin tocar el impacto ético. ¿Cuánto deberíamos confiar en estos sistemas? Los avances son emocionantes, pero también existe un lado oscuro: desde el desplazamiento de ciertos trabajos, hasta las preocupaciones de privacidad y datos personales. Estamos en una era en la que ceder información a las máquinas es inevitable, pero establecer límites sobre lo que les permitimos hacer con ella es crucial.

Como cualquier relación moderna, la clave está en equilibrar la tecnología con la ética humana. Al final, somos nosotros quienes decidimos (en parte) qué papel tendrá la IA en nuestras vidas.

Conclusión (o más bien, una nota de amor realista)

He llegado a una conclusión después de tanto coqueteo digital: la IA y yo estamos condenados a entendernos. No es el amor platónico que nos vendían las películas de ciencia ficción, ni tampoco ese apocalipsis robótico que algunos predicen mientras almacenan latas de atún en el sótano.

Es más bien como un matrimonio moderno: sabemos que no somos perfectos, tenemos nuestros momentos de crisis, pero al final del día, nos complementamos bastante bien. Yo pongo la creatividad y el criterio, ella pone la capacidad de procesar información sin quejarse de que es lunes por la mañana o de que hace demasiado calor para trabajar.

Mi relación con la IA generativa es como esas series que empiezas viendo por curiosidad y acabas haciendo maratón hasta las tantas. Tiene sus momentos brillantes, sus capítulos de relleno y algún que otro final de temporada que te deja preguntándote qué acaba de pasar.

Como en toda buena relación, el secreto está en establecer límites saludables. Sí, la IA es increíblemente útil, pero no, no le voy a pedir que me escriba el discurso de mi próximo nombramiento (aunque, pensándolo bien…).

Al final, como entusiasta confeso de esta tecnología, mi consejo es simple: úsala, diviértete, explora sus posibilidades, pero no le cedas el control de tu tarjeta de crédito. Y, sobre todo, recuerda que detrás de cada gran logro de la IA, hubo un humano que tuvo que explicarle varias veces lo que quería.

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