OPINIÓN

El desafío de la tecnología inclusiva



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La tecnología debe diseñarse y desarrollarse de manera inclusiva, creando herramientas y plataformas accesibles a todas las personas y respondiendo a las necesidades y perspectivas de las comunidades marginadas

Publicado el 21 ago 2024

Iván González

Director de Marketing y Sostenibilidad en SEIDOR



Tecnología inclusiva

La tecnología ha penetrado en cada rincón de nuestras vidas y de nuestro entorno. Desde la manera en que nos comunicamos hasta cómo trabajamos, aprendemos y nos relacionamos, su influencia es profunda y evidente. Este avance tecnológico trae consigo numerosos beneficios y un impacto positivo en la evolución humana.

Sin embargo, como en toda revolución, la tecnología también puede reproducir algunas desigualdades ya presentes en nuestra sociedad. Para que la tecnología cumpla su función de progreso y equidad, es crucial que se convierta en un agente activo de inclusión. En este sentido, la concepción y el diseño de la tecnología cumplen una función clave para sostener y empoderar a diferentes colectivos que pueden quedar excluidos.

Por ejemplo, el acceso desigual a Internet o a dispositivos digitales puede crear una barrera significativa para aquellos que pertenecen a comunidades desfavorecidas, limitando sus oportunidades de educación, empleo y participación social. En 2023, 2.700 millones de personas aún no tenían acceso a Internet, con lo que el 36% de la población mundial no puede beneficiarse de uno de los grandes activos de la transformación digital.

Además, los sesgos inherentes en los algoritmos y sistemas de inteligencia artificial pueden replicar y amplificar las discriminaciones ya existentes. Un estudio de la Universidad de Stanford en 2020 identificó que, en EEUU, los algoritmos de reclutamiento utilizados por las empresas tenían más probabilidades de beneficiar a candidatos blancos. Para contrarrestar estas desigualdades, la tecnología debe diseñarse y desarrollarse de manera inclusiva, creando herramientas y plataformas accesibles a todas las personas y respondiendo a las necesidades y perspectivas de las comunidades marginadas. Consideramos que el cambio surge de un proceso responsable, accesible y colaborativo, y no como un punto al final de un proceso.

Estimar la tecnología como una entidad neutral es un error, ya que cada solución está impregnada de las creencias, valores y sesgos de quienes la crean. Por ejemplo, los algoritmos de contratación automatizada pueden favorecer a candidatos que reflejan las características de quienes históricamente han ocupado esos puestos, perpetuando la exclusión de grupos minoritarios y subrepresentados. Por lo tanto, la tecnología debe ser diseñada y evaluada con un enfoque consciente de estos sesgos, priorizando su impacto en la sociedad, por encima de las intenciones particulares de quien los concibió.

La tecnología, una responsabilidad social

Las tecnologías deben evolucionar junto con la sociedad, abordando las nuevas formas de desigualdad que puedan surgir. Esto implica una vigilancia y ajuste permanente de políticas y prácticas para asegurar que todos los individuos puedan beneficiarse equitativamente de los avances tecnológicos.

La participación de aquellos colectivos marginados en la concepción y desarrollo de tecnología son esenciales, ya que solamente mediante la inclusión de diversas perspectivas se pueden crear soluciones que verdaderamente aborden las necesidades de todas las personas. Por ejemplo, el diseño de dispositivos que consideren las limitaciones físicas o mentales de usuarios con discapacidades solo puede lograrse a través de la colaboración activa con estos grupos ya que, cada persona, es una experta consecuencia de su propia trayectoria vital y, por lo tanto, puede hacer contribuciones únicas y excepcionales. Trabajamos para conseguir resultados sostenibles, controlados y dirigidos al colectivo.

El concepto de la interseccionalidad

La interseccionalidad es un concepto crucial en la inclusión tecnológica. Se trata de considerar más de una única dimensión de desigualdad, como el género o la raza, reconociendo de forma agregada cómo las múltiples formas de discriminación interactúan entre ellas y afectan a las personas, desde la orientación sexual, la discapacidad o la edad, entre otras muchas. Así, una mujer de una minoría étnica con alguna discapacidad debe afrontar barreras que deben ser entendidas de forma global, y no simplemente sumando los desafíos de cada colectivo afectado (mujer, etnia minoritaria, con discapacidad), por separado. Es decir, la tecnología debe ser sensible a estas complejidades para ofrecer soluciones verdaderamente inclusivas.

La tecnología tiene el potencial de ser una fuerza positiva para la inclusión social, siempre y cuando se conciba, diseñe y se implemente, desde su origen, con conciencia y responsabilidad. La creación de una tecnología verdaderamente inclusiva es un desafío continuo que requiere la participación activa de todos y cada uno de los sectores de la sociedad. Solo así podremos construir un futuro más justo y equitativo, donde todos tengamos la oportunidad de beneficiarnos de los avances tecnológicos. La inclusión es mucho más que un ideal, es una responsabilidad y una necesidad imperiosa para humanizar la era digital en la que estamos inmersos.

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