Aunque tenemos que remontarnos varias décadas atrás para encontrar el origen de la inteligencia artificial (IA), ha sido en los últimos meses cuando esta tecnología se ha popularizado y confirmado como uno de los avances más disruptivos en nuestra manera de hacer negocios.
Sin embargo, más allá de los grandes titulares, debemos ser conscientes de que todo lo que estamos viviendo con la IA tiene su origen alrededor de la propia evolución que ha experimentado la gestión del dato.
Es el dato, su almacenamiento, su estructuración y su procesamiento, el que permite a los sistemas informáticos aprender, tomar decisiones o generar contenido de forma autónoma.
Si la digitalización que afrontamos desde hace años ya elevó el dato al estatus de ‘activo más valioso del negocio’, el auge de la IA ha reforzado su papel estratégico en cualquier plan de negocio y expansión, convirtiéndolo en el epicentro de la competitividad, presente y futura.
La IA consume tal cantidad de datos y almacenamiento de datos que solo tiene sentido articularla desde la nube
Sin embargo, las cotas de disrupción que nos promete alcanzar la IA no se están alcanzando solas.
Hemos llegado a este punto gracias a la evolución tecnológica de las últimas dos décadas. Muy especialmente por el cloud computing, una de las tecnologías habilitadoras detrás de la IA.
En cualquiera de sus modalidades, generativa o adaptativa, la IA consume tal cantidad de datos y almacenamiento de datos que tecnológicamente solo tiene sentido articularla desde la nube. Por ese motivo, la próxima y más inminente Transformación Digital parte de la combinación de la IA y del cloud.
La administración del dato
El camino de la IA hacia la automatización de la eficiencia y la optimización de los procesos de negocio no es sencillo para las empresas.
La imprescindible administración del dato puede suponer un auténtico desafío para cualquier organización. Y no solo a nivel técnico, por una cuestión de la ingente capacidad de almacenamiento y computación que requieren las aplicaciones de IA, sino por la necesidad ineludible de plantearnos quién está gestionando los datos de los que depende la evolución de mi cuenta de resultados.
Si no queremos sorpresas, no podemos abrazar ninguna tecnología sin rumbo fijo ni sin tener en cuenta la complejidad legislativa detrás del ecosistema de oportunidades que promete. Y esto afecta especialmente a tecnologías tan disruptivas como la IA.
En Europa estamos avanzando enormemente en ello, teniendo en cuenta que nos jugamos nuestra competitividad como continente y la de nuestras empresas.
Nos encaminamos hacia la próxima generación de soluciones de infraestructura tecnológica y lo hacemos trasladando siempre al mercado digital los principios inherentes a nuestra identidad europea, como la privacidad, la confidencialidad y la interoperabilidad, para desarrollar un sólido ecosistema tecnológico en Europa, cuya competitividad beneficie a todos los países miembros a través de la Economía del Dato.
Este es el futuro más inmediato, en el que ya estamos formando parte desde Arsys a través de los distintos proyectos europeos en los que colaboramos.
Lo hacemos siendo conscientes de que el auténtico valor del cloud computing radica en su capacidad de adaptación al negocio y en las garantías que pueden ofrecer de cara al cumplimiento normativo y a la gobernanza del dato.
El futuro de la inteligencia artificial y de cualquier nuevo paradigma tecnológico que surja alrededor del dato no pasa por una única solución.
Todo se encamina hacia la combinación de distintas plataformas y nubes, desde el centro de datos on premise hasta las nubes públicas y privadas de diversos proveedores, pasando por la creciente importancia del edge computing.
El futuro de la inteligencia artificial y de cualquier nuevo paradigma tecnológico que surja alrededor del dato no pasa por una única solución. Todo será una combinación de IA y nubes
El objetivo final es y será siempre simplificar al máximo todos los procesos relativos a la gestión técnica y de gobernanza del dato y una de las mejores garantías es que las empresas cuenten con al menos un proveedor que esté sujeto a su misma normativa, que les ayude a cumplir su propia regulación, siendo conscientes de qué naturaleza tienen los datos que desplegamos en qué proveedores.
Porque, siendo el dato la materia prima de nuestra competitividad, debemos plantearnos a quién se lo confiamos, dónde acaba y para qué se utiliza: la soberanía del dato se ha convertido en la soberanía del negocio.