Estas son las conclusiones que se recogen en Electronic Commerce and Telework Trends in Europe (EcaTT), un estudio realizado en colaboración con la Comisión Europa por un consorcio internacional de consultoras dirigido por la firma alemana Empirica, que Peter Johnston, director de la unidad de la Sociedad de la Información de la Comisión Europea presentó la pasada semana en Londres durante la celebración de la VII Asamblea Anual de Teletrabajo, un evento que, inaugurado por el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, reunió a expertos procedentes de la totalidad de los países europeos y les ofreció la posibilidad de conocer los nuevos métodos y las tecnologías que están posibilitando el teletrabajo, así como de compartir sus puntos de vista sobre una variante laboral en plena emergencia en Europa.
Los teletrabajadores representan en la actualidad un segmento dinámico de la fuerza de trabajo europeo que, con un número constatablemente en aumento, constituye una fuerza de significativo impacto tanto social como económico; la adopción de nuevas formas de trabajo será la clave que proporcionará a los negocios europeos la capacidad para competir en una sociedad global de la información, afirmó Johnston, quien señaló que está modalidad de trabajo ya si adoptada, en alguna forma, por dos tercios de las organizaciones europeas con más de 500 empleados.
Según el mencionado estudio, en la creciente lista de teletrabajadores europeos, Finlandia y Suecia se sitúan a la cabeza, con un 16,8 y un 15,2 por ciento de la población activa, respectivamente, desarrollando sus tareas profesionales desde casa o desde un centro especialmente equipado para tal fin; Alemania seguida por el Reino Unido se colocan en el centro; y España, con solamente un 2,8 de teletrabajadores de la totalidad de la población activa, y por detrás de Italia y Francia, cierra la lista.
Con respecto a la resistencia a la adopción del teletrabajo de los países del sur de Europa, Alan Denbigh director ejecutivo de la Asociación de Teletrabajo del Reino Unido (TCA) considera que la autoconfianza y la seguridad para desarrollar iniciativas independientes son cualidades definitivamente necesarias en un teletrabajador de éxito; en algunos países, desarrollar estas competencias supondría un significante cambio en el estilo de gestión, y además también existen diferencias culturales más profundas con relación a las actitudes hacia lo que constituye el estatus de trabajo, en Finlandia a los teletrabajadores se les clasifica generalmente como emprendedores, y esto posiblemente está relacionado con el hecho de que este país ostente el porcentaje más alto de teletrabadores.
En la misma línea se manifestaron los representantes de France Telecom, quienes consideran que el término teletrabajo adolece de falta de consideración en Francia, una situación frente a la que la firma ha adoptado el concepto de trabajo nómada. Contrariamente, British Telecom, aprecia que en el Reino Unido trabajar desde casa es la máxima aspiración de muchos profesionales.
Frente a motivos como que las relaciones de trabajo en la cultura de los países mediterráneos está mayormente basadas en el contacto personal, que franceses, italianos y españoles están más dispuestos a aceptar el poder de sus jefes, o que las comunicaciones en estos países aún suponen altos costes, los expertos reunidos señalaron la necesidad tanto de apreciar los beneficios del teletrabajo como de un esfuerzo por parte de los gobiernos para impulsar esta modalidad de trabajo, así como un cambio en la concepción del trabajo por parte de los empresarios, quienes deben aprender a valorar la productividad de sus empleados en función de los resultados obtenidos y no del tiempo empleado en su desarrollo. La regeneración de las comunidades rurales es solamente uno de los beneficios del teletrabajo. Debido al rápido desarrollo de nuevas tecnologías, el trabajo desde casa se está perfilando como una posibilidad abierta a un número cada vez mayor de trabajadores; los gobiernos deben proporcionar un mayor soporte al teletrabajo si quieren detener el aumento de población en el ya superpoblado sudeste, puntualizó Denbigh.
El incremento de la productividad, la reducción de los costes y la mejora de los servicios al cliente fueron las tres razones consideradas como más importantes para introducir el teletrabajo, ya sea desde casa o desde una localización remota. Pero, también se señalaron posibles inconvenientes como la pérdida del contacto y la consecuente reducción de la comunicación entre colegas y directivos, una objeción frente a la Denbigh expresó, apoyándose en las actualmente enormes posibilidades de las TIC, su punto de vista. Simplemente colocar gente en un mismo edificio de oficinas no garantiza una buena comunicación. Moverse hacia el teletrabajo significa en realidad considerar las comunicaciones y planear cómo mantener a la gente junta. Los teletrabajores no están sentados de forma aislada en sus casas comunicándose vía modem, son activos en sus comunidades y crean una demanda de servicios locales. Además, como no se ven obligados a trasladarse a zonas de altos costes para encontrar un trabajo, cuentan con un mayor nivel de ingresos disponibles.
Uno de los modelos más valorados en el ámbito del teletrabajo es el de Intel; de sus 2000 empleados europeos, el 80 por ciento trabaja en casa. Aunque el gigante de los microprocesadores tuvo que invertir 1,5 millones de pesetas para dotar a cada trabajador de las herramientas necesarias (dos líneas RSDI, portátil, impresora, teléfono móvil, contestador automático y fax), ahorrará en gastos entre un 25 y 40 por ciento; pero, por otra parte, la firma señala como inconveniente la complicación que supone para los profesionales establecer una separación entre la vida privada y la laboral, principal complicación para la mayoría de los teletrabajadores europeos.