La tecnología de procesador 64-bit no supone una innovación reciente, ni tampoco algo nunca antes visto. De hecho, los 64 bits están presentes en el mercado desde hace más de una década, a través de chips como los UltraSparc, Digital Alpha, IBM AS/4000 y MIPS, todos en el ámbito de los servidores y estaciones de trabajo.
Unos años después de la aparición de estos modelos, los 64 bits aterrizaron en el ámbito de los PCs de sobremesa, gracias primero al modelo G5 de Apple basado en el chip IBM Power970, y a la más reciente llegada de los procesadores Athlon de AMD y Pentium 4 de Intel.
No obstante, lo más significativo para este entorno tiene lugar en el momento en que AMD lanza un chip de 64 bits para servidores x86 -Opteron- consiguiendo extender las aplicaciones 32-bit de forma que cualquier programa escrito en 32 bits fuera 100 por cien compatible con el procesador, sin necesidad de efectuar ningún tipo de migración.
La llegada de los Opteron en abril de 2003 fue seguida al cabo de un año por Intel, que a finales de 2004 hizo lo propio con su modelo Xeon al aplicarle la tecnología Extended Memory 64 Technology (EM64T), de manera que el fabricante cuenta con dos aproximaciones a los 64-bit al haber presentado en 2001 su plataforma Itanium (basada en arquitectura EPIC).
Así, aunque han pasado ya dieciocho meses desde que la tecnología de 64 bits llegara al ámbito de servidores estándares x86, es ahora cuando sus ventajas se hacen notar, al estar disponible no sólo para grandes sistemas sino también para servidores de gamas media y baja y aplicaciones de propósito general que responden a esta revolución silenciosa.
Contar con procesadores de 64 bits significa que pueden gestionar el doble de información en el mismo ciclo de reloj, acceder a mayor capacidad de memoria y procesar archivos más grandes.
Una CPU de 32 bits puede controlar como máximo 4 Gb de memoria, mientras que un procesador de 64 bits tiene la capacidad de administrar 16 Exabytes de memoria, esto es, dieciséis mil millones de Gb.
Esto permite a una aplicación almacenar grandes cantidades de datos en la memoria principal, por lo que las aplicaciones intensivas que demanden las ventajas de esta mayor capacidad pueden resultar inmediatamente beneficiadas.
El apartado de cálculos matemáticos también presenta sus ventajas, ya que un procesador de 32 bits puede representar muchos más números desde cero; esto significa que los equipos son capaces de ejecutar operaciones con cantidades mayores, mientras los cálculos con cantidades pequeñas resultan más eficientes. Así, los chips 64-bit son capaces de manipular datos y ejecutar instrucciones en cantidades el doble de grandes (32 frente a 64), algo esencial para los grandes procesos de cálculo que requieren una elevada precisión.
Y aunque hay una buena cantidad de aplicaciones que no requieren este avance en el apartado de memoria y proceso, muchos aplicativos de las ramas científicas, de diseño e ingeniería ya han empezado a aprovecharse de este avance.
Lo mismo sucede con soluciones del ámbito empresarial que requieren la gestión de un enorme volumen de datos, como ocurre en caso del software de seguridad, data warehouses, Business Intelligence o cualquier otro sistema transaccional que demanda del servidor el máximo rendimiento y disponibilidad posibles.