Nuevos empleos y nuevas empresas

Europa está enfrentada en estos momentos a la difícil tarea de superar su retraso frente a los Estados Unidos y Japón. Así lo consideraron los Jefes de Estado y de Gobierno reunidos hace unos meses en la Cumbre de Lisboa.

Publicado el 24 Ene 2001

En esa reunión, celebrada en nuestro país vecino, se situaron en primer plano dos aspectos que considero prioritarios para el futuro empresarial de Europa el primero, el retraso tecnológico del continente frente a nuestros competidores en un mundo globalizado; y, el segundo, la consolidación de una Europa de la información, resultante de combinar una Sociedad de la Inteligencia con el mantenimiento de la pluralidad cultural europea.

En los últimos veinte años Europa ha crecido menos, tiene más desempleo y ha reducido su productividad relativa frente a Estados Unidos y Japón. Este es el resultado de una menor inversión en tecnología e innovación, y unos marcos administrativos y laborales más rígidos.

Estimaciones recientes de la Comisión Europea indican que, en menos de diez años, la mitad de los puestos de trabajo de la Unión Europea estarán en sectores que, o bien están ligados a la fabricación y servicios de tecnologías de la información, o bien tienen un elevado índice de utilización de las mismas. Se prevé que la demanda de especialistas en estas empresas usuarias se duplique en apenas tres años.

Sin lugar a dudas, resulta preocupante el efecto de cuello de botella que provoca este déficit sobre los planes de crecimiento e innovación de las empresas y, en definitiva, sobre su propia competitividad.

Diversos países, como Estados Unidos y Alemania, han adoptado ya medidas de choque como la concesión de visados para tratar de satisfacer con profesionales de terceros países las necesidades de las empresas.
Pero, si resulta evidente que la innovación ha aumentado la demanda de trabajadores cualificados y ha creado nuevos empleos en el ámbito de la sociedad de la información, hay que destacar que, al mismo tiempo, también ha modificado las cualificaciones requeridas en otros ámbitos y ha aumentado la necesidad en competencias tecnológicas fuera del propio sector de las tecnologías de la información y la comunicación.

Sólo en lo que se refiere a Internet, la Comisión Europea estima que el número de empleados con acceso a la Red pase del 28 por ciento que tenía en 1999 al 70 por ciento en el año 2004.

El impacto del comercio electrónico en la venta al por menor o los servicios en general, el control numérico en la fabricación o los medios electrónicos en las artes gráficas, por citar sólo algunos ejemplos, confirman que la revolución tecnológica afecta de manera transversal a todas las áreas de actividad.

Pero lo esencial, más allá del mero déficit de especialistas, es que el desarrollo tecnológico unido al proceso de globalización económica, está transformando la naturaleza del trabajo y del empleo de forma definitiva. Los nuevos empleos de la sociedad de la información serán, sin duda, muy diferentes a los puestos de trabajo tradicionales.

La sociedad de la información está rompiendo algunos de los pilares básicos sobre los que se asientan las formas de trabajo que manteníamos casi desde la revolución industrial.

El comercio electrónico ha transformado la manera de comprar o vender, el teletrabajo permite a los empleados realizar sus cometidos y permanecer en contacto con la empresa sin el requisito de una presencia física; las reuniones pueden mantenerse por videoconferencia; el trabajo en red ha cambiado las formas de cooperación en equipo, y la gestión del conocimiento permite a los empleados aprender unos de otros incluso sin necesidad de haberse conocido.

Del mismo modo, nuestra manera de pensar también deberá acomodarse al uso de las tecnologías como un instrumento que permite multiplicar nuestra propia capacidad en cuestiones como la planificación, la toma de decisiones y la solución de problemas, la innovación o la creatividad.

En este contexto, la realidad es que se necesitarán, en mayor o menor medida, nuevas competencias y cualificaciones derivadas de la sociedad de la información para desempeñar las tareas, aunque las funciones y objetivos principales permanezcan inalterados en apariencia.

Esas nuevas competencias profesionales tienen que ver no sólo con el manejo de los nuevos equipos tecnológicos, sino con nuevos conocimientos, habilidades sociales y organizativas, capacidades cognitivas, de planificación, estratégicas, etc.
No estamos hablando sólo de pasar de una cultura industrial a otra tecnológica. Estamos ante un reto cualitativamente distinto adaptar nuestras empresas y nuestros recursos humanos a la situación de cambio permanente.

En una situación como ésta, de empleo más incierto y con mayores demandas de cualificación, la actividad de las empresas y las propias necesidades de las personas exigen una capacidad de adaptación y aprendizaje constantes. De nuevo, las Tecnologías de la Información y de la comunicación juegan un papel esencial.

Así, más allá de aprender a utilizar las nuevas herramientas, lo importante es utilizarlas para aprender, aprovechando las posibilidades que nos brindan para hallar la información, comunicarnos y, en definitiva, mejorar nuestra formación.

La formación a distancia, transformada radicalmente por los instrumentos multimedia interactivos y las nuevas formas de comunicación, puede constituirse en elemento esencial para que las oportunidades de acceso a la formación permanente se generalicen, eliminando obstáculos a la igualdad de oportunidades que antes parecían infranqueables.

Los empresarios apoyamos con entusiasmo los objetivos de extensión del acceso a la red de escuelas, bibliotecas y centros públicos, así como las medidas que permitan un abaratamiento de los costes de equipos y conexiones, de forma que se generalice la accesibilidad a estos nuevos recursos para toda la población.

En la misma dirección, medidas como la alfabetización informática generalizada, resultan esenciales, si bien deberán complementarse con otras actuaciones más específicas y con acciones formativas diversificadas que respondan a las nuevas necesidades de cualificación en las distintas actividades y sectores.
Nuevas tecnologías que llevan consigo el nacimiento de nuevos empleos e, inevitablemente, la creación de nuevas empresas. Si se transforman, en mayor o menor medida, los empleos existentes, también lo harán las empresas.

Los retos de las empresas ante la Sociedad de la Información no se reducen a la incorporación de las tecnologías, o de las nuevas formas de organización del trabajo, o a la identificación de las nuevas necesidades de cualificación de sus recursos humanos.

Siendo todos estos elementos cruciales, no dejan de ser aspectos parciales del reto último de las empresas que supone la gestión del conocimiento y la transformación de empresas que producen en empresas que aprenden permanentemente cómo mejorar su producción de bienes y servicios.

Los desafíos de la Sociedad de la Información están servidos.

Muy lejos ya del tópico de la destrucción de empleo debida a la sustitución del hombre por la máquina, las nuevas oportunidades de empleo que propician las nuevas tecnologías son ya una realidad que no debemos permitirnos desaprovechar para mantener nuestro crecimiento económico.

Sirva todo ello como un elemento más de reflexión, y aúne los esfuerzos que todos estamos realizando para superar estos desafíos.

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Redacción Computing

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