Prosperidad a base de bytes

La tecnología se erige como la mejor salida para cerrar el capítulo de la crisis, instaurando de nuevo la prosperidad.

Publicado el 14 May 2003

La crisis en el contexto internacional continúa extendiendo sus lazos, sin trazas claras de cuándo se producirá ese punto de inflexión que los más optimistas situaban en el tercer trimestre del año pasado y, en la actualidad, lo han retrasado un año entero. En cuanto a las causas, las teorías de Kondratieff desarrolladas sobre los ciclos largos económicos en la historia moderna son unas de las más extendidas mientras que, por el lado de las soluciones, la tecnología y la innovación se erigen como alternativas para remontar la actual situación de incertidumbre económica.
La tecnología constituye uno de los pilares más importantes en cualquier sistema económico y, al mismo tiempo, es necesario posibilitar una economía que aproveche al máximo los beneficios de las TIC, con políticas diseñadas para impulsar la transferencia de tecnología y su difusión, así como la innovación. En este sentido, no basta con disponer de un sistema de redes de banda ancha que funcionen 24x7x365, es imprescindible fomentar la creación de centros de innovación, y parques tecnológicos, con laboratorios, edificios inteligentes, incubadoras de empresas, centros de formación y consultoría, etc. Además, estas medidas han de ir acompañadas de medidas fiscales que favorezcan la inversión y apoyen la gestión del riesgo.
Estados Unidos (EEUU) es el referente por excelencia del avance no sólo tecnológico, sino económico y cultural de lo que se denomina ‘Nueva Economía’. El ex secretario del Tesoro (Administración Clinton), Lawrence H. Summers apuntaba que “la nueva economía está construida sobre viejas virtudes: ahorro, inversión y dejar operar a las leyes del mercado”. Y ese parece ser el camino a seguir. En una primera lectura de la economía estadounidense durante los últimos quince años puede comprobarse cómo se ha tratado de preservar la competencia bajo cualquier concepto, a pesar de que, como explica Emilio Ontiveros, catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid, existe en este segmento la lógica tendencia al monopolio (caso Microsoft), debido a los ‘efectos red’ que remuneran los grandes tamaños de empresas. Según el catedrático, “los costes relativamente elevados de desarrollo que han de afrontar las compañías encuentran la más atractiva promesa de compensación en la captación de un número suficiente de clientes, a partir del cual los correspondientes incrementos, sin apenas coste de marginalidad, se traduzcan en beneficios”. Paralelamente, las decisiones político-económicas de EEUU vinieron marcadas por su carácter descentralizador, con un claro enfoque hacia la búsqueda de generación de incentivos.

La tecnología juega un papel central en el desarrollo económico de los países. Así lo pone de manifiesto en sus informes el Fondo Económico Mundial (FEM), subrayando que el grado tecnológico de un país está directamente relacionado con la prosperidad del país. Tanto es así, que las TIC se han convertido en la espina dorsal de la mayor parte de los sectores, explotando nuevos canales de venta y distribución, creando nuevos productos y suministrando novedosos servicios de valor añadido. La velocidad con que todas estas innovaciones se integren en el contexto de la economía global proporcionará mayor o menor prosperidad a sus respectivos países.
En este sentido, la transferencia de tecnología es clave, siendo los países en mejor posición aquellos que tienen éxito a la hora de adoptar y adaptar la tecnología importada. En el último informe llevado a cabo por el FEM, se determina que la tecnología constituye el 50 por ciento del índice de competitividad de los países, frente al 25 por ciento que constituyen las instituciones públicas y el entorno macroeconómico (ver tabla adjunta).
Las dos maneras en que un país puede adquirir tecnología son mediante la inversión directa -innovación- o mediante el mercado internacional. En cuanto a la innovación, la colaboración del sector público con el privado es una de las mejores opciones y, de hecho, así se ha podido comprobar en EEUU con el Silicon Valley (California) -Universidades de Stanford y California con empresas como Hewlett-Packard, Sun Microsystems o Cisco Systems- o la Ruta 128 (Massachussets) -Universidad de Hardvard y MIT (Massachussets Institute of Technology) con compañías como IBM o EMC.
En cuanto a la transferencia de tecnologías de otros países, dos son las principales barreras a salvar: las legislativas y las impuestas por la carencia de emprendedores en el ámbito privado, que aprovechen las nuevas tecnologías. Ontiveros, en este punto, muestra su admiración por la diferenciación estadounidense frente a la mentalidad europea, puesto que al otro lado del charco existe una “disposición a asumir riesgos y una tolerancia por el fracaso que explican sus elevadas tasas de natalidad y mortalidad empresarial”.
Por su parte, el caso de Irlanda es una de las mejores pruebas europeas de cómo un planteamiento de aperturismo hacia la tecnología puede hacer crecer la economía de un país; de hecho, por segundo año consecutivo la consultora A.T. Kearney lo ha nombrado país más globalizado, por encima de EEUU.

Una de las pruebas irrefutables de que la tecnología trae consigo un valor intrínseco para la economía de un país es la lamentable existencia de la brecha digital. Así, no es necesario buscar argumentos tan críticos como que en la isla de Manhattan hay más cable que en todo el continente africano; de hecho, las brechas digitales no sólo se producen entre los diferentes países, sino en el seno de una misma nación. En el caso concreto de España es necesario remontarse a algunas de las carencias heredadas de tiempos pasados y que han derivado en el famoso gap respecto a no sólo EEUU, sino el resto de los países europeos. Uno de los puntos más destacados por parte de expertos economistas españoles a la hora de justificar este distanciamiento es el histórico atraso del sector público, muy marcado por cuatro factores como son los de raquitismo presupuestario, inadecuada composición del gasto público, un sistema fiscal insuficiente y arcaico y una propensión al déficit y a su financiación al margen de la disciplina de los mercados financieros.
Por otro lado, un indicador inmediato para poder determinar el grado de brecha digital es el número de líneas telefónicas por cada cien habitantes. En este sentido, España se encontraría, según los últimos datos que aporta la web del Ministerio de Ciencia y Tecnología, con unas 42 líneas básicas por cada 100 habitantes, muy por debajo de las 68,4 de EEUU o de las 63,6 de Alemania, que es el primer país del Viejo Continente.
Sin embargo, no es menos cierto que la implantación de la banda ancha mediante tecnología ADSL ha revitalizado nuestro país, habiendo crecido en un 150 por ciento durante 2002 y superando ya el millón de líneas de acceso a Internet de alta velocidad. De hecho, según el presidente del Ejecutivo de Telefónica de España, Julio Linares, España sólo se encuentra por detrás de Alemania en penetración de ADSL en Europa.
Paralelamente, desde la Administración se ha puesto en marcha el programa ‘Internet Rural’ que, con una dotación de 30 millones de euros hasta 2007, permitirá llevar la conexión de banda ancha a 1.500 municipios que no cuentan con ADSL -unos tres millones de habitantes-, combinando, además, el cable o, incluso, comunicaciones vía satélite.
En realidad, con la llegada de las nuevas tecnologías, el panorama español ha iniciado un giro copernicano, algo lento quizás, puesto que nuestra inversión en tecnología per cápita aún se encuentra a niveles muy inferiores frente a Europa, si bien es cierto que existen experiencias en las que España se alza pionera, con la Agencia Tributaria en punta de lanza.

No es necesario remitirse a las nuevas tecnologías para hablar de esta brecha tecnológica; podríamos volver la vista, incluso, a la máquina de vapor. Desde entonces, la brecha se ha hecho más profunda y es ahora cuando parece que los gobiernos más atrasados comienzan a realizar los pertinentes torniquetes. Y ello a pesar de que aún la economía se tambalea con la resaca de la burbuja Internet, perfectamente descrita por Edward Chacellor en ‘Sálvese quien pueda’, criticando cómo Nasdaq fue presa de los ingenieros financieros y subió tan alto como tan profundo cayó después.
En cualquier caso, quedan para la historia pruebas tangibles como la experiencia de Antonia Stone, fundadora de CTCNet (Community Technology Centers’ Network) -unifica organizaciones y programas para integrar minoría en torno a las TIC-, que en 1981 creó la primera comunidad virtual en el Harlem neoyorkino y, desde entonces, se han multiplicado.
La Sociedad de la Información y el Conocimiento (SIC) se ha situado como uno de los principales objetivos por parte de los gobiernos. En este sentido, la Administración española ha iniciado en los últimos años diversos programas bajo el auspicio del macro Plan Info XXI. Los resultados, según informes de la consultora independiente Cap Gemini Ernst&Young desvelan que entre el período 2002-2004 España dispondrá on line del 58 por ciento de los servicios básicos. En este punto, Irlanda se encuentra a la cabeza, con un 85 por ciento, seguida por Reino Unido (63) y Francia (61). Por debajo de España se encontraría Alemania (46), Portugal (56) e Italia (51).
Estos esfuerzos por alcanzar la SIC siguen los preceptos marcados por la OECD (Organization for Economic Co-operation and Development) en su cumbre de marzo de 2001, cuando afirmó que las TIC constituyen el mejor instrumento para reducir la pobreza a nivel mundial. Desde este punto de vista, la tecnología debe evitar asumir el rol de barrera en el actual proceso de globalización.

Desde el prisma de la prensa especializada, a España aún le resta mucho por caminar para poder hablar de un SIC sólida. Computing España quiso conocer de primera mano las impresiones de la prensa europea con respecto a sus países y, así, Sarah Arnott, redactora de Computing Reino Unido, afirma que “el e-governmet se ha convertido en una prioridad en el Reino Unido y la Administración local está luchando por alcanzar el objetivo de un gobierno central en el que todos los servicios estén disponibles on line para el año 2005”. Sin embargo, para Arnott el proceso también es lento y existe mayor concienciación por parte de las autoridades locales para concentrar los recursos que posibiliten esas facilidades electrónicas y que sean algo más que mera apariencia política. En su opinión, “hasta que la banda ancha no llegue a todas partes, los servicios de e-government tendrán que ser ajustados a las pobres velocidades con las que se cuenta”.
Por otro lado, Olivier Fabes, jefe de la sección E-business en VNU Bélgica, destaca la gran cantidad de proyectos que el gobierno belga está desarrollando en pos de la SIC. Entre ellos, destaca el portal federal -lanzado el pasado mes de noviembre- con el pago de los impuestos de manera completa -hasta ahora se podían rellenar los formularios vía web pero era necesaria una copia impresa- o el DNI digital, por ejemplo, “que ya se encuentran en fase piloto en algunas ciudades y podría estar a nivel nacional para 2006”. Asimismo, Fabes coincide con su colega británica al subrayar la actividad de las autoridades locales con sus respectivos sitios web para aliviar procesos burocráticos.
En cuanto a Latinoamérica, interesante por sus coincidencias culturales con España, Marlene Nava, periodista de Netmedia México, apunta que “el proyecto e-México representa el mejor ejemplo para explotar las TIC en pro del bienestar social y económico del país”. Nava, coincidiendo con los preceptos expuestos acerca de la brecha digital, puntualiza que “el reto no es tecnificar y unificar los procesos gubernamentales y masificar el uso de las telecomunicaciones, sino minimizar el impacto cultural que traerá el uso de las TIC en un país caracterizado por la mediocridad y la ineficiencia”; valoración, por otro lado, extrapolable a cualquier otro proyecto de Sociedad de la Información.

La importancia de la tecnología en el seno de una empresa puede comprobarse de manera muy clara en una organización como TNT, que ha conseguido que en España cerca del 42 por ciento de sus pedidos se realicen por canales telemáticos, esperando cerrar el año con el 50 por ciento.
Juan Carlos Moro, máximo responsable de TI de la filial española, afirma tajantemente que “esta compañía no existiría de no ser por la tecnología, porque ésta es parte de nuestro proceso productivo”. Prueba de ello fueron las enormes complicaciones a las que hicieron frente el pasado 20 de febrero cuando se cayó la red de Vodafone, su proveedor móvil.
De manera muy gráfica, Moro resuelve que “nosotros tenemos tres redes: terrestre, aérea y electrónica”. La estructura tecnológica de la empresa se materializa en una de las diez primeras redes de comunicación privadas de todo el mundo (más de 200 países conectados), de manera que en todo momento es posible hacer el seguimiento de un envío que partió de Madrid a Sidney.
Desde el call center con tecnología CTI, basado en equipos Nortel, a los dispositivos Symbol que portan los conductores de los camiones para recibir vía GSM las órdenes, pasando por las macro instalaciones centrales ubicadas en Reino Unido, hacen que los envíos sigan su correcto curso.
El compromiso de TNT con las TIC es total; así lo avalan las cifras: más de 100 sistemas de aplicaciones, más de 200 años-hombre de desarrollo año tras año, 175.000 transacciones de seguimiento a la hora, 200 GB de almacenamiento en data warehouse, 30 millones de transacciones a la semana, etc.
El año pasado en España se implantó el nuevo sistema de atención al cliente, apoyándose para ello en equipos Cisco y BT, que comunica las oficinas Madrid-Barcelona con VoIP sobre Frame Relay. Además en la corporación se mantiene una homogenización informática, con HP como plataforma hardware, Cognos para el BI y SAP para la gestión -proyecto recién iniciado al que España se incorporará en 2005.
Moro explica que “el corazón de todo es contar con una red de comunicaciones extraordinaria para acceder al centro corporativo, en lugar de que cada país existan réplicas regionales o locales”. El resultado, concluye, es “ahorro de costes, inmediatez y calidad de la información que se traduce directamente en mayor productividad”.

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Redacción Computing

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