Fue en 1973 cuando veía la luz la tecnología Ethernet como resultado de un proyecto de la universidad de Hawai bautizado con el nombre de Alto Aloha Network. Dos años más tarde aparecía la arquitectura SNA de IBM, y por aquel entonces también se podía contemplar a la precursora de la actual Internet, la denominada Arpanet, la red utilizada por las universidades estadounidenses.
En la década siguiente, una desconocida compañía del estado de Utah, Novell anunciaba el primer sistema operativo de redes, NetWare, mientras que 3Com comenzaba a hacer sus pinitos con la comercialización de los primeros productos Ethernet, unas tarjetas adaptadoras modelo Etherlink.
Eran los tiempos en que las redes de comunicaciones sentaban sus bases. A partir de ahí todo ha sido un constante avance tecnológico caracterizado por la aparición de un sinfín de nuevas tecnologías con largos y complicados acrónimos. Hoy la industria del sector se mueve a ritmo de red, tanto a nivel empresarial como si se habla de grandes operadoras. El networking de hoy en día está dominado por el concepto de la integración, caracterizado por las llamadas redes convergentes que aúnan voz, datos y vídeo, todo ello con la complicidad del protocolo IP, auténtico Mesías del nuevo panorama del networking. De hecho, los tradicionales suministradores de redes y telecomunicaciones han tendido a unirse hasta extremos insospechados.
Las redes IP llevan aparejadas calificativos como la elevada calidad de sus conexiones, ahorros en costes, escalabilidad, y la optimización de su uso a través de los archiconocidos acuerdos de niveles de servicios.
A raíz de este estándar, los operadores han comenzado a ofrecer un amplio ramillete de servicios que pueden ir desde voz o telefonía IP, call center virtual, servicios de seguridad, mensajería, hosting/housing, ASP, redes privadas virtuales (VPN) sobre IP, hasta servicios de comercio electrónico en sus múltiples variedades (portales verticales para grandes empresas, pymes, mercado doméstico, etc.). Sus enormes posibilidades de integración de servicios facilitan al cliente la tarea de la contratación.
Para las operadoras, la liberalización de las telecomunicaciones ha significado todo un soplo de aire fresco traducido en la aparición de un sinfín de compañías con la imperiosa necesidad de construir grandes anillos paneuropeos de gran capacidad que satisfagan las demandas de banda ancha de sus clientes. Incluso, los operadores de cable se han decantado por la fibra óptica para llevar la banda ancha ante el usuario final. Pero además, los operadores, en su ánimo de globalización, necesitan redes transoceánicas. Y ahí es donde entran en juego las redes ópticas que cubren las enormes expectativas de demanda de ancho de banda, cuyas previsiones de consumo pasan por multiplicarse por 25 en los próximos cinco años. La revolución que supondrá la llegada masiva de las redes ópticas, combinadas con el potencial del protocolo IP, justifica unas cifras de negocio que los analistas estiman en 35.000 millones de dólares antes del año 2001. Por su parte, la consultora RHK eleva la cifra prevista para el año 2005 hasta los 52.300 millones de dólares.
También de cara a los operadores, en especial a los emergentes u alternativos, tendrá especial importancia la aparición de la tecnología LMDS, que permitirá el acceso al bucle local vía radio.
El estancamiento de la tecnología Token Ring ha venido a ayudar de forma directa a la amplia difusión de Ethernet. Aunque sus trayectorias comenzaron paralelas en los 10 Mbps, Ethernet logró dar el salto a los 100 Mbps justo a tiempo de no quedarse anclada en el pasado ante la creciente demanda de velocidad de transmisión. El último paso en su trayectoria ascendente ha venido de la mano del hito que constituyen los 1.000 Mbps.
Nacida al amparo de la Alianza Gigabit, está consiguiendo una amplia aceptación en el mercado empresarial gracias a sus características de rapidez, compatibilidad y familiaridad con la enorme base instalada de clientes, lo que evita la renovación de la infraestructura en las empresas, con el consiguiente ahorro de costes. Por el momento, sólo Gigabit se ha presentado como la opción más valida para multiplicar por cien o por 10 el ancho de banda sin necesidad de afrontar una dramática renovación de toda su infraestructura. Definitivamente, Ethernet ha sido una tecnología que ha sabido adaptarse a las nuevas demandas a través de una evolución.
Incluso Gigabit ha logrado una cierta diferenciación con respecto a ATM (Modo de Transferencia Asíncrono), que ha quedado más encuadrada en ámbitos donde se necesite asegurar unos determinados niveles de servicio o para las redes WAN. Con un salto entre los 155 y los 622 Mbps, ATM sigue manteniendo una más que aceptable posición en el mercado, aunque los que auguraban un esplendoroso futuro han tenido que modificar sus previsiones debido al fuerte empuje de Gigabit.
Hay especialistas que auguran a ATM un futuro optimista siempre y cuando consiga un excelente nivel de colaboración con el protocolo de moda, IP, un binomio del que algunos afirman que no tiene complicación técnica de integración como aparentemente podría parecer. La relación parece que incluso se ha materializado ya en MPLS, un híbrido de ambas tecnologías basado en la introducción de conceptos de calidad de servicio de ATM en el mundo IP, que da prioridad al tráfico en base a determinadas prioridades, al tiempo que facilita las redes privadas virtuales (VPN) sobre IP, un servicio que los operadores e ISPs están ofertando como la gran estrella en sus campañas para el entorno empresarial.